MADRID, 8 Abr. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -
Tras aquel excesivo y turbulento viaje de regreso a la comedia que fue Los Amantes Pasajeros, Almodóvar vuelve a abrazar el drama hasta exprimirlo para destilar su versión mas seca, sobria e intensa en Julieta, sin duda una de sus películas más serias y meditadas y, posiblemente, una de las mejores.
La pérdida, la culpa, el castigo y la soledad, sobre todo la soledad. El manchego hace acopio de elementos trágicos para condensar en un mismo filme tres relatos de la ganadora del Nobel Alice Munro ('Silencio', titulo inicial del filme, 'Destino' y 'Pronto') centrados en un mismo personaje. Ella es Julieta, una mujer interpretada por Adriana Ugarte y Emma Suárez a la que a golpe de infortunio Almodóvar aniquila en vida.
Ambas salen airosas de la enorme exigencia que conlleva el órdago tremendista de Almodóvar, de forma brillante en el caso de Suárez. Ella es la protagonista de los pasajes más sobresalientes de esta terrible historia con nombre y, como casi siempre en el cine del manchego, alma de mujer que es Julieta.
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Un desgarrador drama sobre drama que atesora buenas dosis de lo mejor, y también algunas de lo peor, del universo que durante una veintena de películas ha ido forjando un director con tendencia polarizar a crítica y público pero que en esta ocasión, puede que por el respeto reverencial que profesa a la obra de su idolatrada Murno, huye de sus artificios más estrambóticos e histriónicos para servir cruda -que no fría- su gran tragedia.
Una historia, reconoce, más autobiográfica de lo que pueda parecer en su superficie y en la que el genial personaje de una enorme Rossy de Palma es el único respiro que se (y que nos) permite en mitad de un rosario de infortunios. Un calculado drama por aplastamiento. Intratable y doloroso. Así es Julieta.
