Crítica | Un pliegue en el tiempo: Sobredosis de brillantina y CGI

Oprah en Un pliegue en el tiempo
Oprah en Un pliegue en el tiempo - DISNEY

MADRID, 9 Mar. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -

Ava DuVernay, directora de las apreciables Selma y Middle of Nowhere, es quien lleva las riendas de Un pliegue en el tiempo, la superproducción con la que Disney adapta a la gran pantalla la popular novela juvenil de los sesenta Una arruga en el tiempo, de Madeleine L'Engle. Un filme cargado de buenas intenciones, pero cuyo didáctico mensaje queda totalmente ahogado por el exceso de brillantina, el desmesurado CGI y un guión falto de ritmo que avanza a trompicones y adolece de vacíos insalvables.

La de Un pliegue en el tiempo es la historia de Meg (Storm Reid), una joven preadolescente -es a ellos a quieres se dirige específicamente esta película, según dice la propia DuVernay- que no encaja en ningún lado. Meg soporta el bullying al que se ve sometida en el colegio mientras lidia con la ausencia de su padre (Chris Pine), un científico obsesionado con la idea de viajar en el espacio y en el tiempo por todo el universo a través de la mente del que nadie sabe nada desde hace cuatro años.

Mientras su madre (Gugu Mbatha-Raw) intenta mantener la estabilidad familiar, comienzan a sucederse, con la extraña connivencia de su hermano pequeño -un niño viejoven y sabelotodo llamado, una y otra vez, Charles Wallace-, extraños sucesos que culminan en la presentación de tres 'chirriscantes' y multirraciales guías espirituales emperifolladas hasta las cejas -literalmente- interpretadas por Oprah Winfrey, Reese Witherspoon y Mindy Kaling.

Acompañados por Calvin, un pretendiente de Meg que aparece en su vida en el momento justo para recibir una sobredosis imaginaria de LSD, el redicho Charles Wallace y la simpática protagonista inician un viaje por diferentes mundos y dimensiones en busca no solo de su padre, sino de su propia esencia en una lucha contra sus miedos, defectos e inseguridades.

Precisamente eso, sus enormes defectos y su endeble estructura argumental, es lo que menos sabe disimular un filme que intenta en vano tapar sus agujeros de guión con hits de Spotify y toneladas de brillantina y que, a pesar del derroche de medios y la sobredosis de efectos especiales, se queda muy por debajo de títulos referenciales del subgénero como El Mago de Oz, Dentro del Laberinto, La historia interminable, Cristal Oscuro o, incluso, las más recientes Crónicas de Naria, la Alicia de Tim Burton e incluso Tomorrowland.

Un pliegue en el tiempo no pasa de ser una aventura muy irregular sobre el poder del amor -el propio y el ajeno-, de la familia y de la imaginación en la que la rotunda y excéntrica apuesta visual aplasta a la narración. Es una pena, especialmente en una historia de esta naturaleza, que el invasivo y desatado CGI se imponga a la emoción y convierta lo que podía haber sido una apasionante y didáctica mezcla de ciencia, fantasía y ligera filosofía en una pomposa y confusa oportunidad perdida.