Crítica de Una vida a lo grande: ¿Qué tamaño tiene una gran idea?

Una vida a lo grande
Una vida a lo grande - PARAMOUNT
Actualizado: viernes, 22 diciembre 2017 11:31

MADRID, 22 Dic. (EUROPA PRESS - Israel Arias) -

Enorme en su idea inicial, irregular en su desarrollo, Una vida a lo grande (Downsizing) es la nueva película de Alexander Payne en la que el director de títulos imprescindibles como Entre copas o Nebraska presenta un futuro bastante cercano en el que la humanidad ha encontrado una solución extrema, y realmente original, para paliar algunos de sus problemas capitales: Un grupo de científicos nórdicos ha ideado un sistema que permite reducir considerablemente el tamaño de las personas hasta convertirlas en seres diminutos.

Y, en otra muestra más de su naturaleza -de las muchas con las que ya cuenta nuestra historia real- la humanidad consigue darle la vuelta al hallazgo e integrarlo en el sistema imperante. Así, lo que fue concebido como una revolución ecológica para combatir el calentamiento global, la pobreza y el saqueo de recursos naturales del planeta, pronto se convierte en la coartada perfecta para que quienes no disponen de muchos recursos puedan vivir como ricos, entregados al lujo y al consumismo más salvaje... pero en miniatura.

Una premisa genial que Payne y Jim Taylor, su colaborador habitual, plantean con mucho acierto en la primera y fasciante hora -hilarante el proceso de miniaturización- de una película que va perdiendo fuerza y colmillo a medida que la ingeniosa sátira se ve, de forma abrupta a veces, acorralada por otros discordantes y ruidosos elementos. Especialmente irritante resulta el romance del protagonista, Matt Damon, que, más allá de la efervescente presencia de Hong Chau, poco o nada aporta a la cínica distopía menguante que tan bien se había construido.

Pero incluso en su deriva final, el ácido y valiente Payne continúa soltando algunos certeros rejonazos a las multinacionanes, al sistema y también a nuestro individualismo, es decir, a todos los que, más grandes o más pequeños, seguimos desde nuestras jaulas -de oro o de hojalata- corriendo sin descanso para hacer girar la gran rueda que, más pronto que tarde, arrasará con todo.