Actualizado 08/07/2018 12:32

El verano de los menores de 3 años que viven en prisión con sus madres

Programa Malala de la Asociación Ampara
ASOCIACIÓN AMPARA

Un total de 78 niños entre 0 y 3 años se encuentran en España en esta situación   

MADRID, 8 Jul. (EUROPA PRESS) -

    Dos prisiones en Madrid cuentan con medidas de seguridad más discretas, colores en la fachada, espacios abiertos y cunas en las habitaciones para ofrecer intimidad y albergar a familias. En España, hay 78 niños menores de tres años que viven con sus madres en centros de estas caraterísticas, según datos facilitados a Europa Press por Instituciones Penitenciarias a fecha 30 de junio de 2018.

    Cada una de las madres tiene, en estos centros, una habitación individual, patios comunes a los que solo pueden acceder ellas con sus hijos, guardería y médico 24 horas. Todo ello planteado para que el niño, a pesar de las medidas de seguridad, se sienta en libertad y pueda tener intimidad con su madre.

    Así lo explica Instituciones Penitenciarias y la Asociación Ampara, que a través de su programa 'Malala', realiza talleres y salidas semanales con los menores. Es la única entidad autorizada en la Comunidad de Madrid para atender a los niños que residen en la Unidad de Madres del centro penitenciario de Aranjuez y en la Unidad de Madres independiente del Centro de Inserción Social 'Victoria Kent', un lugar creado para que las madres cumplan condena lejos del ambiente carcelario.

    Según la presidenta de la Asociación, María Becerril, "aunque los centros están perfectamente acondicionados y ofrecen todo tipo de servicios, los niños necesitan salir a la calle". "No tienen culpa de nada y no pueden estar encerrados", comenta.

Ampara organiza, por cuarto año consecutivo, un campamento de verano para que las familias puedan salir y vivir en libertad durante unos días en Santa María de la Huerta (Soria). Se trata de un total de 32 niños y 16 adultos -sus madres y padres- en su mayoría mujeres, que han recibido permiso de Instituciones Penitenciarias.

No les acompaña ningún funcionario de presiones y solo pueden recibir este permiso si han cumplido la mayor parte de la condena, superan la evaluación del centro y el juez lo autoriza. En el caso de que no lo obtengan y el niño tenga más de diez meses, si la madre está de acuerdo, la Asociación se lo lleva y le atiende un voluntario.

Además, también aprovechan estos días para que las madres puedan pasar tiempo con otros hijos, mayores de tres años, con los que no viven. Según la presidenta de la Asociación, "suelen ser mujeres con pocos recursos y con muchos hijos".

    "Las personas que participan en nuestro proyecto se sorprenden ante cualquier muestra de cariño. Se sienten estigmatizadas. Es como si llevaran tatuado en la frente que son presas --añade Becerril--. Por eso, disfrutan de estos días, reciben un trato igualitario".

¿QUÉ PASA CUANDO CUMPLEN LOS TRES AÑOS?

Son las vacaciones que pueden disfrutar estos niños que, cuando cumplen tres años deben abandonar el penal. A partir de esta edad, se considera que su permanencia en él puede perjudicar su correcto desarrollo y generar recuerdos que vinculen su infancia a la penitenciaria.

Muchas de las madres son mujeres extranjeras, personas que carecen de vínculos en un país que no es el suyo, lo que hace difícil que su hijo de más de tres años se mude con un familiar. Existe la posibilidad de que las internas soliciten su ingreso en una vivienda dependiente (pequeños hogares para internas en régimen de semilibertad) y vivan allí con el pequeño. Para acceder, se estudian los casos particularmente pero la interna debe haber sido clasificada al menos de segundo grado.

Si no existe familiar posible y tampoco se puede recurrir a una vivienda dependiente por las circunstancias penitenciarias de la madre, el menor pasa a ser custodiado por la administración, pero es una situación poco común. "Rara vez hay que recurrir a la acogida", ha explicado Becerril.

El programa 'Malala' busca potenciar los vínculos materno-filiales de estas mujeres con sus menores más pequeños y aquellos más mayores con los que no conviven. "La experiencia es un ejemplo de convivencia para todos. Cuando termina nunca queremos volver", concluye la directora del programa, Charo Escudero.