Bienvenidos al hospital del doctor Atar

El doctor Atar, premio Nansen
ACNUR/WILL SWANSON  
Actualizado: sábado, 29 septiembre 2018 8:39

El cirujano sursudanés galardonado con el Nansen vive dedicado a sus pacientes en Maban

MADRID, 29 Sep. (EUROPA PRESS) -

El hospital de Maban, en Nilo Azul, en el extremo suroreste de Sudán del Sur, es el único de la región y da servicio a más de 200.000 personas, entre los 53.000 habitantes, los 144.000 refugiados sudaneses y los 17.000 desplazados sursudaneses que viven en esta zona. El doctor Eva Atar Adaha es el cirujano jefe y director médico del centro y también su principal motor.

Realiza hasta diez operaciones al día e incluso no tiene inconveniente en arreglar una luz del quirófano estropeada, pero también ayuda a las enfermeras a preparar a los pacientes y atiende todo tipo de casos, desde pacientes con heridas de bala hasta enfermos de malaria y recién nacidos. Tampoco es inusual verle en neonatología arrullando a un recién nacido.

"Estamos aquí para salvar vidas, no para estar sentados", defiende el doctor Atar, como es conocido. "En este quirófano no hay lugar para la holgazanería. Todos somos iguales. Somos un equipo", subraya el director médico del centro, a quien no le gusta estar sentado y ni siquiera tiene un despacho. De hecho, Atar vive en una tienda de campaña junto al hospital.

        ACNUR / Will Swanson

El Hospital de Maban cuenta con 120 camas y dos quirófanos, además de un servicio de neonatología y un servicio de tratamiento contra la tuberculosis con 20 camas. Es la única infraestructura quirúrgica en funcionamiento en Alto Nilo, por lo que hay pacientes que viajan durante días para llegar al "hospital del doctor Atar", como lo conocen todos.

No en vano, fue él quien lo puso en marcha. Atar nació hace 52 años en Torit, en el sur de lo que es actualmente Sudán del Sur. Estudió Medicina en Jartum, gracias a una beca, y luego continuó su formación en Egipto. Tras ello, en 1997 se instaló en Kurmuk, en el estado sudanés de Nilo Azul, donde durante once años dirigió un hospital.

La zona estaba inmersa en un conflicto armado, con frecuentes bombardeos, por lo que en el hospital se trataba tanto a civiles heridos como a combatientes de las dos facciones rivales "Cuando llegué el hospital era como un enorme retrete, lo único que quedaba era una mesa de quirófano", recuerda.

        ACNUR / Will Swanson

HILO NORMAL PARA LAS SUTURAS

"Para las suturas usábamos hilo normal y para el drenaje de sangre palitos de los matorrales", añade Atar, quien asegura que su posesión más preciada es un estuche con material para realizar amputaciones y un pequeño kit de esterilización que le dio un médico francés.

Pero en 2011 la situación se volvió insostenible y el cirujano y su equipo se vieron obligados a huir junto con otras decenas de miles de sursudaneses hacia el condado de Maban, al otro lado de la frontera con Sudán del Sur. Como pudo, metió todo el material del hospital en cuatro coches y un tractor y tras un mes consiguió llegar a su destino actual. "No había carreteras y estábamos en temporada de lluvias y los ríos estaban desbordados", explica.

Cuando llegó a Bunj, la principal ciudad de Maban, era una pequeña localidad con un puñado de tiendas y lo que ahora es su hospital se instaló en un centro de atención primaria en el que no había quirófano. Para poder realizar su primera operación fabricó él mismo la mesa con varias puertas apiladas.

Actualmente, el hospital cuenta con cuatro médicos y realiza un promedio de 58 operaciones a la semana. Durante 2017, más del 70 por ciento de los casos quirúrgicos tratados eran refugiados. Sin embargo, la situación en la zona es tensa y son frecuentes los enfrentamientos, lo que ha provocado en varias ocasiones la imposición de toque de queda para el personal humanitario e incluso la evacuación a Yuba, la capital.

El pasado julio, las oficinas e instalaciones de organizaciones internacionales, incluido ACNUR, fueron atacadas, lo que provocó que los miembros del equipo médico del hospital huyeran. Sin embargo, el doctor Atar se ha mantenido impertérrito en Bunj todo este tiempo.

"AQUÍ TRATAMOS A TODOS"

"Aquí tratamos a todo el mundo independientemente de quiénes sean", asegura, subrayando con una sonrisa que las partes enfrentadas parecen haber llegado a la conclusión de que ellos también se benefician de poder gozar de una buena atención médica.

"Somos el final de la cadena", explica el doctor Kalisa Yasero Wabibye, un ugandés que trabaja desde hace dos años en el hospital. "Esta es una ventanilla única, no hay a quien derivar ningún caso, no hay especialistas más cualificados", añade.

Su optimismo incansable y su evidente obstinación por seguir ofreciendo atención sanitaria a quienes la necesitan se ha visto ahora recompensada. El doctor Atar ha sido galardonado con el Premio Nansen para los Refugiados 2018 que concede ACNUR.

Incluso en medio de la "tragedia" de la guerra civil en Sudán del Sur "surgen actos de heroísmo y dedicación a los demás", resalta el máximo responsable de ACNUR, Filippo Grandi. "El trabajo del doctor Atar durante estas décadas de guerra civil y conflicto es un brillante ejemplo de profunda humanidad y altruismo", añade, subrayando que su labor ha salvado miles de vidas.

"A menudo aun a riesgo de propia seguridad, su compromiso de ayudar a las víctimas de la guerra y el conflicto ha resultado extraordinaria y merece recibir la atención y reconocimiento mundial", sostiene Grandi.

VIVIR ALEJADO DE LA FAMILIA

Esa dedicación, que el doctor Atar hace con agrado, tiene sin embargo una contrapartida. Su esposa y sus cuatro hijos viven en Nairobi y solo los ve tres veces al año. Gracias a las nuevas tecnologías, se mantiene en contacto con ellos por correo electrónico o Whatsapp. "Ahora puedo hacer los deberes de física y química con mi hijo mayor", comenta. "Cuando estaba en Kurmuk le escribía cartas que tardaban un mes en llegar", recuerda.

Los domingos, se relaja yendo a la iglesia o echándose la siesta al aire libre sobre los muelles de una cama oxidada. "Es como tener aire acondicionado", bromea. También le gusta hacer bromas a los niños en el hospital o a sus enfermeras, que dice que le llaman "dictador" porque trabaja en ocasiones turnos de 24 horas.

Pero si hay algo que le motive es curar a sus pacientes. "Soy muy feliz cuando me doy cuenta de que mi trabajo le ha salvado a alguien la vida o ha aliviado su sufrimiento", afirma. "Pero la curación no solo se encuentra en la medicina. Tienes que transmitirle seguridad al paciente. En el momento en que te relacionas con un paciente, te abrirá su corazón... Y cuando un paciente muere en mis manos, me pongo muy triste", reconoce.

La improvisación forma parte de su día a día. Por ejemplo, durante la estación de lluvias, cuando la malaria está más extendida, duplica el número de pacientes por camas, pudiendo añadir hasta 60.

En el hospital, la electricidad procede de dos generadores y paneles solares, por eso el doctor Atar pide a todos los médicos que tengan también tengan conocimientos básicos de mecánica por si fallan los sistemas durante una operación.

Por ahora, la jubilación no entra en sus planes, ya que el hospital es lo que da sentido a su vida. "Cuantos mejores servicios brindes, más gente vendrá", afirma con una sonrisa.

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