Níger: la deshumanizante experiencia del exilio

Desplazados por la violencia en la región del Lago Chad
MSF / JUAN CARLOS TOMASI 
Actualizado: domingo, 12 agosto 2018 9:04

MADRID, 12 Ago. (Por Dodo Ilunga Diemues, responsable de salud mental de MSF en Níger, y Yacoubou Harouna, psicólogo de MSF en Diffa) -

Diecisiete millones de personas viven en áreas afectadas por el conflicto entre grupos armados no estatales y las fuerzas armadas de los países de la región del Lago Chad: Camerún, Chad, Níger y Nigeria. Más de 2,3 millones se han visto obligadas a abandonar sus hogares a causa de un conflicto que ha tenido un efecto particularmente dañino en la salud mental.

Verte obligado a dejar tu lugar de residencia y establecerte en un nuevo entorno por un período indefinido es muy desestabilizador. Quienes experimentan una experiencia de exilio pierden todas sus referencias físicas, sociales y materiales. Deben partir de cero, volver a aprenderlo todo.

Es lo que sucede en los campos de desplazados y refugiados de Diffa (Níger). Aquí es muy común encontrarse con antiguos pescadores o granjeros de las islas del Lago Chad que tenían un estatus importante y contaban con medios y que, ahora, se dedican a hacer pequeñas labores para otros o deben poner a trabajar a sus hijos en lugar de enviarlos a la escuela, y apenas ganan lo suficiente para sobrevivir.

Esta ruptura, a menudo brutal y que está asociada con una situación de seguridad muy volátil y con la falta de visión a largo plazo, causa trastornos psicológicos que se traducen con frecuencia en estrés post-traumático, nerviosismo excesivo, miedo permanente, estado de hipervigilancia, depresión y falta de apetito.

Los adultos también tienden a desarrollar un sentimiento de culpa muy fuerte. En los niños, vemos una regresión conductual: vuelven a orinarse en la cama, no quieren jugar con otros niños, están demasiado apegados a la madre. Los adolescentes pueden, en un intento de rebelarse contra la situación que padecen, involucrarse en conductas delictivas, rechazar cualquier forma de autoridad, o caer en el consumo de drogas y alcohol.

      MSF / Juan Carlos Tomasi

BUSCAR UNA SALIDA

Empezamos a trabajar en Diffa a finales de 2014 con el objetivo de ayudar a los refugiados nigerianos y a los desplazados internos que huían de los combates. En ese momento, la situación humanitaria era crítica dado el desplazamiento masivo de civiles que llegaban prácticamente sin nada. El impacto psicológico sobre la población era evidente y, en julio de 2015, decidimos brindar atención en salud mental para tratar de aliviar su sufrimiento psicológico y fortalecer sus mecanismos para afrontar esta situación.

Para ello desarrollamos, dentro de las estructuras de salud que apoya MSF, consultas individuales, grupos de conversación y sesiones psicoeducativas, es decir, sesiones colectivas durante las cuales trabajamos formas de afrontar los cambios que ocurren en nosotros mismos y en nuestro entorno.

A pesar de una aparente calma debido a la disminución de los desplazamientos masivos, la situación actual sigue siendo muy tensa, con incidentes de seguridad periódicos que continúan causando víctimas civiles.

Recientemente hemos puesto en marcha una estrategia comunitaria para llegar a las poblaciones más vulnerables. Gracias a los trabajadores de salud mental de la comunidad, hemos aumentado nuestra presencia en los emplazamientos de desplazados, en las escuelas y en los lugares de reunión (puntos de agua, por ejemplo). Estos agentes organizan sesiones dentro de la comunidad para ayudar a identificar a más personas necesitadas y asegurar el seguimiento de pacientes mediante visitas domiciliarias.

Como hemos comprobado, los niños y adolescentes son particularmente vulnerables porque están en pleno desarrollo cuando ocurren estos eventos traumáticos. Pero llegar a ellos y darles atención supone todo un desafío. Así, en 2017, los niños constituían solo entre 8% y el 9% de nuestros pacientes. Es por eso que este año hemos decidido fortalecer nuestra estrategia para acercarnos al grupo de edad de entre 5 y 15 años.

Con este objetivo acudimos a los lugares donde transcurre su vida para detectar aquellos niños y adolescentes que requieren asistencia. Dependiendo de la edad y los trastornos identificados, los derivamos a actividades de estimulación (dibujos, danza, cuentos, juegos, etc.), a consultas familiares o a grupos de conversación. Los trabajadores comunitarios también organizan sesiones de capacitación para padres, educadores y líderes de la comunidad para fortalecer su capacidad de detección de señales en los jóvenes. En poco tiempo, hemos visto avances. En abril, por ejemplo, niños y adolescentes ya representaban más del 41% de nuestros pacientes.

LA DESESPERACIÓN DE YAGANA

Yagana (nombre ficticio) no se sentía bien, no tenía fuerzas. Le dolía el corazón, decía que le latía demasiado rápido. Le dolía todo el cuerpo. Las pesadillas no le dejaban dormir.

Había ido al centro de salud de Kintchandi para conseguir fármacos para poder
dormir de una vez por todas. Necesitaba recuperar fuerzas para cuidar a sus hijos
y hacerse cargo de las tareas domésticas porque ya no le quedaban.

Tiene 21 años y procede de Nigeria. Allí su esposo era comerciante y ganadero.
Tenía muchas vacas. Pero un día llegaron varios hombres armados, se lo llevaron
todo y los expulsaron de su aldea. Así llegó a Kintchandi donde pensó que
encontraría la paz.

Se sentía angustiada. No dejaba de pensar en su tío, asesinado; en su hermano,
al que secuestraron y de quien no ha sabido nada; en su padre, que murió hace
tres meses y era uno de los únicos apoyos que le quedaban.

Estaba asustada, incluso el estallido de una bolsa de plástico hacía que se
sobresaltara. Apenas tenía hambre. Y cuando, por la noche, cerraba los ojos, no
paraba de ver hombres y sombras que la perseguían para matarla. Había perdido
la esperanza de que la situación mejorara algún día. "Desesperada", así es como
definía su estado.

Ahora, ya lleva tres sesiones con los psicólogos de MSF de lo que los
profesionales llaman terapia cognitivo-conductual. Se trata de sesiones durante las cuales se trabajan métodos de relajación a través de ejercicios de respiración
profunda y visualización. En estas se intenta restaurar la confianza del paciente en sí mismo, comenzando por combatir la sensación de culpabilidad que a menudo
presentan los desplazados y refugiados de los campos de Diffa.

Yagana se ha unido a un grupo de conversación con otras jóvenes de su edad que
afrontan problemas similares. Últimamente sus noches han sido más tranquilas y
ha recuperado el apetito. Incluso habla de crear una pequeña empresa de venta
de especias.

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