No nos resignamos

Niñas acuden a la escuela en India
ALBERT URIACH  
Actualizado: sábado, 8 septiembre 2018 13:18

La FVF trabaja en India para garantizar el acceso a la educación

ANANTAPUR (INDIA), 8 Sep. (Por Chandrasekhara Naidu Darisi, director del sector Educación de la Fundación Vicente Ferrer) -

Este 8 de septiembre es el Día Mundial de la Alfabetización, una jornada que persigue concienciar sobre la importancia de saber leer y escribir. Son muchas las cosas que podría decir en un día como este, pero creo que una historia puede ser la mejor forma de expresar lo que supone este reto en el sur de la India.

Esta es la historia de Adhilakshmi. Cuando la conocí tenía poco más de 10 años e ir al colegio era una pelea constante con su padre. En esa época yo era coordinador de área del Sector Educación de la Fundación Vicente Ferrer (FVF).

Día tras día, la niña se presentaba en el colegio, y día tras día, su padre acudía y la sacaba de allí. Él no entendía por qué su hija debía aprender a leer y escribir. La única ocupación que tenía prevista para ella era trabajar en el campo, casarse y tener una familia. Eso era lo que había visto hacer a las mujeres durante toda su vida.

Sin embargo, Adhilakshmi contó con dos grandes aliados: su hermano mayor y un profesor de la FVF que vive en su pueblo. Fue este último el que se presentaba constantemente en casa de la familia para convencer a los padres de la importancia de saber leer y escribir. Esa niña podía tener un futuro distinto.

                                                                                                                                

Finalmente, Adhilakshmi, con mucho tesón y no pocas peleas, logró ir a la escuela, y hoy es la directora de la Biblioteca Pública de Anantapur. No solo terminó su educación Secundaria, sino que es graduada en Biblioteconomía, Desarrollo Rural, Filosofía y Teología, además de tener un doctorado.

LA EDUCACIÓN, UN ARMA QUE CAMBIA VIDAS

Pero sobretodo, Adhilakshmi fue la primera mujer en su región que obtuvo un grado universitario y, tras ella, han sido centenares las que han seguido sus pasos. Antes los campesinos de Anantapur pensaban que la educación era solo para las élites, para los hijos de los terratenientes. Hoy, en cambio, tienen claro que la educación es el arma más podera para cambiar sus vidas y las de las futuras generaciones.

También me gustaría hablaros de la lucha de la FVF por la alfabetización. Empecé a trabajar para la FVF un poco por casualidad. A finales de los años setenta, principios de los ochenta, estaba preparándome unos exámenes para entrar a trabajar en un banco después de terminar mi grado universitario. Tenía algunos amigos que estaban trabajando para la FVF, y había oído hablar a los campesinos sobre Vicente Ferrer y los pozos que estaba construyendo para hacerles llegar el agua, pero no creía que yo pudiera aportar mucho.

Sin embargo, lo intenté. Y pocos meses después ahí estaba, en P. C. Thanda, trabajando como profesor en una aldea en la que no había habido nunca una escuela. Imaginaos el reto. En esa época dábamos las clases en el templo del pueblo. Los niños carecían de la higiene personal mínima, y rara vez podían tomar tres comidas al día. Si tenían hermanos cargaban con la responsabilidad de cuidar de los más pequeños, mientras los padres, la mayoría campesinos, trabajaban en jornadas de entre 8 y 10 horas por míseros salarios.

                                                                                                                                 

En esos primeros años, mis tareas se asemejaban más a las de un cuidador que a las de un maestro. Lo primero que hacíamos cuando llegaban los niños era limpiarles la cara, peinarles, cortarles las uñas y darles el desayuno. Uno de los principales motivos por los que los padres nos llevaban a sus hijos, no tanto a las hijas, era para poder garantizar que, como mínimo, recibían una comida caliente al día. El menú era muy básico pero nutritivo: papilla de ragi, un huevo y un plátano. Sólo después de todo esto empezábamos las clases.

Aprender el alfabeto dibujando las letras en la arena o enseñar a sumar y restar con piedras pequeñas era todo un reto. Guardo recuerdos muy dulces de aquellos días, sobre todo cuando años después esos mismos niños y niñas, como Adhilakshmi, vienen a visitarme a la oficina, convertidos en personas adultas, y te cuentan que han conseguido un buen empleo con el que pagar la educación de sus hijos e hijas. O que incluso, se hacen cargo de la educación de otros familiares.

Después de 50 años de trabajo de la FVF, principalmente en la zona de Anantapur, hemos logrado una escolarización de prácticamente el 100 por ciento en primaria, y estamos trabajando ahora para lograrla también en secundaria y universitaria. No nos resignamos, porque tener acceso a la educación es un requisito esencial para el bienestar de cualquier individuo, sociedad y nación.

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