Publicado 17/03/2018 08:00

Fernando Jáuregui.- No, Rajoy no es Macron, pero podría intentarlo

MADRID, 17 Mar. (OTR/PRESS) -

El deslucido debate parlamentario sobre las pensiones no logró desactivar las manifestaciones de los jubilados, que este sábado han vuelto a llamar a salir en las calles españolas. No logró su objetivo Rajoy: frenar un movimiento de protesta de gentes que, para colmo, constituyen por edad la base principal del electorado del Partido Popular. Hablé tras el debate del miércoles con algunos diputados 'populares': estaban muy satisfechos, aparentemente, porque se mostraban seguros de que el optimismo que había mostrado el presidente en lo referente al futuro de las pensiones habría calado entre los mayores. Se equivocaban, evidentemente. Hace falta algo más que datos, encima ambiguos, y promesas vagas para calmar las aguas torrenciales. Sí, pero ¿qué?

Me interesaron especialmente algunas crónicas desde Francia, también sometida estos días a las manifestaciones de los pensionistas que piensan que se les van a recortar las prestaciones. Me sorprendió especialmente una crónica, enviada desde Tours, en la que se narraba cómo el presidente de la República, Macron, se dirigió personalmente a los manifestantes, que gritaban "Macron, no nos quites la pensión". El jefe del Estado galo les pidió paciencia hasta que él lograse resolver 'algunos problemas'. Les miró cara a cara, les habló sin plasma, en directo. Parece que muchos aceptaron esa espera que se les proponía.

Obviamente, en política interesan los hechos, no los datos. Y las formas son tan importantes como el fondo. Un gobernante no puede renunciar a meterse de lleno en el epicentro de los volcanes. Realizo estos días una gira por toda España, en la que, para la presentación de un libro, se congregan decenas y hasta centenares de personas en cada acto. Se expresan libremente en los coloquios: es un público mayoritariamente no joven -una media superior a los cincuenta--, probablemente más afecto al PP que a otros partidos: en media docena de estos actos, algunos se expresaron molestos con el PP, prometiendo públicamente -luego, ya se sabe...-- que jamás volverían 'a votar a Rajoy'.

Allí debería haber estado el presidente, escuchando lo que decían.

Quisiera que a los gobernantes de mi país, del signo que sean, les saliesen las cosas bien, porque ello redundaría en mi propio beneficio. Por eso no entiendo, y hasta me irritan, algunas actitudes de Rajoy, escondiendo el bulto a la hora de dialogar con quienes no le gustan, sean independentistas catalanes --a mí tampoco me gustan claro, pero habrá que negociar con ellos, aunque sigan en prisión ¿no?--, podemitas recalcitrantes, socialistas vociferantes o periodistas 'fríos' o 'tibios' -denominación de Moncloa- que no aplauden cuando deben.

Y así, claro: cae en las trampas del halago de los pelotas, se rodea de los propios y jamás de los ajenos, y llegan errores como el debate sobre la prisión permanente revisable -aunque la parte mayor del error recayese esta vez en la oposición--. O el no haber firmado el comunicado contra Putin que sí suscribieron, en vísperas de las elecciones rusas, los más importantes estadistas europeos, además de Trump.

No, Rajoy no es Macron. Tampoco digo que debería serlo. Pero sí digo que habría que empezar a pensar en formas políticas nuevas, en esa cada día más imprescindible aproximación a los ciudadanos, en ese talante reformista que, en el fondo, tanto espanta a nuestro presidente del Gobierno, tan apegado a las formas, las cautelas, los tiempos y los modos de siempre. Y eso, a los pensionistas, por muy jubilados que sean, ya no les gusta. Y a otros sectores de la sociedad, tampoco.