Innova.- Expertos andaluces hallan una relación directa entre la ingesta de yodo y el cociente intelectual

Actualizado: miércoles, 23 agosto 2006 18:26

SEVILLA, 23 Ago. (EUROPA PRESS) -

Expertos andaluces han demostrado en dos estudios realizados en Málaga y Jaén que los niños que ingieren menos yodo en su dieta tienen más riesgo de tener bocio, menos sensibilidad auditiva y un cociente intelectual por debajo de los que toman más cantidad.

En un comunicado remitido por Andalucía Investiga a Europa Press, el responsable del grupo de investigación 'Nutrición y Endocrinología' del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Carlos Haya y Fundación Imabis, Federico Soriguer, informó de que el yodo es un nutriente necesario para el funcionamiento adecuado de la glándula tiroides, que regula el crecimiento y el metabolismo, siendo su carencia la causa principal de lesiones cerebrales y problemas de aprendizaje prevenibles.

Así, Soriguer expuso que los efectos más nocivos de la carencia de yodo se hacen sentir en el cerebro del feto durante el embarazo y que los niños y niñas cuyas madres padecieron carencia de yodo durante la gestación pueden presentar cretinismo --un retraso grave en el desarrollo físico y mental--, defectos en el habla, sordera y enanismo.

En este sentido, manifestó que la carencia de yodo durante el embarazo aumenta las probabilidades de muerte de la madre, del aborto espontáneo y de la mortalidad fetal tardía. Según expuso Andalucía Investiga, en la actualidad hay en la comunidad tres grandes investigaciones de colaboración con científicos de Osuna (Sevilla), Jaén y Granada para determinar la importancia de administrar yoduro potásico a las gestantes.

"Generalmente, en Andalucía la ingesta de yodo no es suficiente para satisfacer totalmente las necesidades del organismo, así como que los niveles de este nutriente, en las mujeres andaluzas embarazadas, están por debajo de los niveles adecuados para el funcionamiento óptimo del tiroides, sobre todo, en el primer trimestre", matizó el responsable del grupo de investigación.

Asimismo, explicó que se han realizado varios ensayos clínicos de intervención en yoduro potásico para evaluar la cantidad de yodo que una mujer en estado de gestación debe tener para evitar que se produzca una disfunción tiroidea en la madre y una afectación en la madurez cerebral del niño.

De esta manera, Soriguer apuntó que a una mujer embarazada, además del yodo incluido en la dieta, es recomendable administrarle unos 200 microgramos como suplemento adicional, para poder garantizar un nivel de yodo suficiente.

"UNA CUCHARADITA DE YODO"

Andalucía Investiga recogió en el comunicado que, según Unicef, para prevenir las enfermedades conocidas colectivamente como trastornos causados por la carencia de yodo "basta con consumir una sola cucharadita de yodo repartida en cantidades minúsculas y en lapsos periódicos durante toda una vida".

Así, sostuvo que la yoduración de la sal es la solución más lógica y eficaz contra los trastornos causados por la carencia de yodo, dado que de esta manera se consume de manera gradual. Además, "se trata de una solución segura, sostenible y económica, a un costo de cinco centavos de dólar estadounidense por año y por persona", subrayó.

"En la actualidad --agregó el responsable de la investigación-- la tasa de hogares que consumen sal yodada en los países en desarrollo alcanza el 70 por ciento y cerca de 91 millones de niños y niñas están protegidos de los retrasos mentales graves". Asimismo, expuso que no existe ningún tratamiento que haga posible revertir las consecuencias del cretinismo y otros trastornos, pero que, sin embargo, el yodo contenido en la sal yodada y el aceite yodado se puede emplear para el tratamiento de los efectos más leves de la carencia de yodo.

Finalmente, Andalucía Investiga recordó que el proceso de yoduración de la sal se empleó por primera vez en Suiza en 1922, y desde entonces se ha empleado también en el resto del mundo occidental. Sin embargo, para 1990 sólo se consumía sal yodada en menos de un 20 por ciento de los hogares de los países en desarrollo. Debido a ellos, unos 40 millones de niños y niñas corrían peligro de sufrir problemas de aprendizaje.