El doble valor histórico de los Toros de Guisando

Toros de Guisando
DIPUTACIÓN DE ÁVILA - Archivo
Actualizado: domingo, 16 septiembre 2018 11:59

   ÁVILA, 16 Sep. (EUROPA PRESS) -

   Los Toros de Guisando, en el término del municipio abulense de El Tiemblo, son uno de los más famosos vestigios artísticos de la Hispania prerromana. Sin embargo, su valor histórico va más allá del propio conjunto escultórico vetón, pues se convirtieron en protagonistas durante las guerras civiles que marcaron el fin del siglo XV en Castilla y León y el inicio del reinado de Isabel la Católica.

   Fechados entre los siglos I y II antes de Cristo, durante la Edad del Hierro, los Toros de Guisando --llamados así por el cerro en el que se ubican-- están formados por cuatro esculturas de granito que representan toros o verracos (cerdos sementales), aunque las oquedades de algunas de sus cabezas dan prioridad a la opción de que se trate de bóvidos.

   Las esculturas se encuentran alineadas en dirección norte-sur, con el arroyo Tórtolas --que divide las comunidades de Castilla y León y Madrid-- a su espalda, mientras estos pétreos animales miran hacia la puesta de sol.

   Sobre su función, algunas teorías apuntan a la protección del ganado, dada la importancia de la ganadería en su economía, aunque existen muchas teorías al respecto, incluidas las de delimitar territorios de influencia. Los vetones se asentaron en las actuales provincias de Badajoz, Cáceres, Toledo, Salamanca, Zamora y Ávila.

   Pero junto a su valor histórico-artístico, los Toros de Guisando aún debían otra gran aportación a la historia, la de albergar hace 550 años la negociación y el pacto entre dos de los hijos del rey castellano Juan II: su heredero, Enrique IV, y la que sucedería a este último, Isabel I, más conocida como 'La Católica'.

   De su primer matrimonio, con la infanta aragonesa María de Trastámara, Juan II tuvo tres hijas que murieron en la infancia --Catalina, Leonor y María-- y un varón, Enrique, quien sucedería a su padre en el trono. Sin embargo, el monarca desposó en segundas nupcias a la noble portuguesa Isabel de Avís, con quien tuvo otros dos descendientes, Isabel y Alfonso.

CONFLICTO POR EL TRONO

   Durante el reinado de Enrique IV se abrió un conflicto por el poder que llevó a una serie de aristócratas descontentos a apoyar a su medio hermano Alfonso como monarca, hasta el punto de realizar un acto simbólico de deposición del rey y coronación del infante en la conocida como 'farsa de Ávila', que tuvo lugar el 5 de junio de 1465.

   Tres años después, Alfonso falleció y aquellos que lo apoyaban pasaron a considerar a Isabel como su sucesora. Para zanjar el conflicto, Enrique e Isabel se reunieron junto a los Toros de Guisando en septiembre de ese año, donde el 18 de septiembre de 1468, hace ahora 549 años, firmaron un acuerdo que ponía fin a la contienda.

   En virtud de estos pactos de Guisando, Isabel y sus partidarios reconocían a Enrique IV como rey y, a cambio, el bando de Enrique aceptaba a la infanta como princesa de Asturias y heredera al trono, en perjuicio de la hija del rey, Juana 'la beltraneja'.

   Sin embargo, este acuerdo no impidió que a la muerte de Enrique se reanudara la guerra por la corona entre Juana e Isabel, entre otras cosas porque el pacto incluía que el elegido para contraer matrimonio con Isabel debía contar con el beneplácito de Enrique, algo que no recibió el príncipe Fernando de Aragón, más tarde conocido como Fernando el Católico, lo que llevó al rey castellano a romper el acuerdo y reconocer nuevamente los derechos de su hija Juana en la Val de Lozoya, el 25 de noviembre de 1470, lo que no aceptaron los isabelinos, que reivindicaron la validez de lo pactado en Guisando y acabaron por imponerse por las armas a Juana.

   No obstante, algunos historiadores han puesto en duda esta versión, pues advierten de la ausencia de documentos originales y consideran su presencia en textos posteriores como un intento de legitimar la sucesión de Isabel.