Hallados en Armuña (Segovia) restos de un 'bebé' de 2.200 años

Restos de un bebé y de un ovicáprido en el Cerro Tormejón, ubicado en Armuña (Segovia).
Restos de un bebé y de un ovicáprido en el Cerro Tormejón, ubicado en Armuña (Segovia). - EUROPA PRESS
Actualizado: domingo, 20 octubre 2019 11:57

   SEGOVIA, 20 Oct. (EUROPA PRESS) -

   El proyecto Eresma Arqueológico ha hallado en el castro del Cerro Tormejón, ubicado en el municipio segoviano de Armuña, restos de un bebé, "de no más de seis meses", en una vivienda celtibérica que data del siglo II antes de Cristo, un descubrimiento "único" por sus "características" en la provincia y que se suma al exhumado en la pasada campaña en la villa Romana de Matabuey, en Nava de la Asunción.

   Es una de las dos novedades que el equipo que dirige el arqueólogo Raúl Martín Vela acaba de presentar en la Reunión de Arqueología Clásica que se ha celebrado en Segovia. El otro descubrimiento, en el mismo enclave que el anterior y separado por apenas un metro, son los restos de una "oveja o cabra --ovicáprido--" sacrificada en honor a los dioses a los que veneraban para conseguir "buena suerte", tanto para la edificación como para sus moradores.

   Dos rituales bajo un mismo techo, el de una vivienda del siglo II antes de Cristo, que permiten seguir dibujando cómo era la vida en esta zona segoviana hace más de 2.000 años.

   "Lo primero con lo que nos topamos", apunta Martín Vela a Europa Press, "fue con el cadáver descuartizado de un ovicáprido en una pequeña fosa excavada en el suelo". El arqueólogo segoviano explica que en la cultura celtibérica este tipo de práctica se realizaba para "contactar con la divinidad de carácter doméstico" y propiciar así "buen augurio" para la vivienda y moradores. "Conocemos otros ejemplos en yacimientos coetáneos como el de la ciudad vaccea de Pintia, enclavado en el vallisoletano municipio de Padilla de Duero", aclara.

   Sin embargo, el hallazgo más relevante estaba a poco más de un metro. "Junto a este sacrificio, y en el mismo contexto arqueológico, hemos exhumado los restos de un niño, de edad indeterminada, pero en cualquier caso y, gracias a un primer análisis muy superficial realizado por la antropóloga del equipo Eresma Arqueológico, Lidia Fernández, no creemos que exceda los 6 meses de vida", continúa.

   Toda una "sorpresa" por varios motivos. Los restos exhumados son un ejemplo "único" en la provincia de Segovia y sirven para conocer más de cómo se trataba a los niños en época celtibérica. "En caso de fallecimiento prematuro, los más pequeños aún no habrían alcanzado el estatus y reconocimiento social requerido como para formar parte de una sociedad que reclamaba el concurso en una serie de ritos de tránsito hacia la vida adulta, motivo por el que se explica la presencia de estas inhumaciones dentro de la esfera doméstica", explica Martín Vela.

   La disposición de los más pequeños dentro del ámbito doméstico "facilita" el diálogo entre el mundo terrenal y el espiritual, "en una suerte de negociación con el más allá", y que acerca a aspectos conectados "estrechamente" con la forma en que los moradores del Tormejón rindieron homenaje a este pequeño en la intimidad del hogar.

   "A corto plazo está previsto realizar diferentes analíticas que podrán definir en extensión la realidad funeraria destinada a un sector muy concreto de la sociedad celtibérica, como son los más pequeños, en oposición a la de los adultos", añade.

   En este sentido, Martín Vela recuerda que los rituales funerarios de la época han llegado a nuestros días a través de las descripciones que los historiadores romanos hicieron de estos pueblos y por las evidencias arqueológicas. "En ambos casos -- explica-- el ritual funerario normalizado era la incineración del difunto, cuyas cenizas eran depositadas en una urna cerámica dentro de una fosa circular excavada en el suelo y donde posteriormente colocaban un ajuar funerario muy variado que identificaba la posición social del difunto y, en muchos casos, su pertenencia a la élite guerrera". Todos ellos se enterraban en una zona común próxima a las viviendas.

   No era el caso de aquellos miembros de la sociedad que habían muerto en combate --estos pueblos tienen un carácter eminentemente militar--. A ellos, explica el director del Proyecto Eresma Arqueológico, les destinaban el "honor" de exponer su cadáver a los elementos para que fueran devorados por los buitres, "un animal considerado como sagrado", que elevarían simbólicamente "el alma del guerrero al más allá".

   Por lo tanto, el entierro de este bebé en el Tormejón, formaría parte de unas exequias funerarias muy concretas, reservadas estrictamente a los niños, un sector "muy vulnerable" dentro de estas sociedades con un elevado índice de mortalidad infantil.

   Este hallazgo permite concluir que, pese a que el territorio en el que se enclava el yacimiento fue conquistado posteriormente por los romanos, el rito "pervive en el tiempo" tal y como este mismo equipo documentó la pasada campaña en la villa romana de Matabuey, ubicada en Nava de la Asunción, al encontrar los huesos de otro bebé que datan del siglo I después de Cristo.

   "En Matabuye el enterramiento perteneciente a un niño de apenas unos meses de vida se realizó dentro de una estancia de la vivienda dotada de un sistema de calefacción subterráneo denominado hipocausto", explica Martín Vela para avanzar que 300 años después aquellas gentes celtíberas, "ahora romanizadas", mantenían el mismo ritual funerario para los niños, lo que demuestra la "pervivencia de costumbres heredadas de sus ancestros del Tormejón".

   "Digamos que, a pesar de los nuevos gobernantes y nuevas formas de organización social, económica y religiosa bajo el imperio romano, su cultura anterior sigue teniendo un arraigo importante a tenor de este tipo de manifestaciones", incide el arqueólogo segoviano.

PROYECTO ENRAIZADO EN LO RURAL

   Tal y como señalan desde Eresma Arqueológico, los mencionados Cerro Tormejón, y la villa de Matabuey, además del castro de la Peña del Moro, en Navas de Oro, y del dolmen de Santa Inés, en Bernardos, ilustran las nuevas formas de entender este tipo de patrimonio desde una perspectiva investigadora, pero también social, ya que cuenta con el impulso de los ayuntamientos de los municipios donde se localizan estos yacimientos y, además, cuenta con el apoyo de habitantes y empresas del entorno.

   Un proyecto, concluye Martín Vela, que utiliza, "con la complicidad de todos ellos", los recursos patrimoniales como "herramienta vertebradora de un paisaje que reivindica su derecho a existir frente al drama de la despoblación".

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