Foto: EUROPA PRESS
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BARCELONA, 14 Ago. (EUROPA PRESS) -
El expresidente de la Fundación Festa Major de Gràcia Ricard Estruch ha dado el pistoletazo de salida a las fiestas emplazando a reducir el ruido.
"La Festa Major pide a gritos consenso, calidad y menos ruido, y que las actividades se desarrollen bajo sus techos engalanados, sean dignas, participativas y respetadas por todo el mundo", ha asegurado en el pregón que ha pronunciado la tarde de este jueves.
Estruch se ha mostrado nostálgico al recordar cómo eran las fiestas que vivió en su infancia y que distan mucho de las actuales, no sólo por la organización, sino también por el impacto de la crisis.
"La mala suerte ha hecho que coincidiéramos con una de las peores crisis económicas de la historia de muestro país, y esto ha hecho que se redujeran espectacularmente las aportaciones de la Generalitat", ha indicado, si bien ha añadido que se continúa teniendo la confianza moral y económica del Ayuntamiento de Barcelona y del distrito de Gràcia.
Ha dicho que todavía queda mucho por hacer para volver a las fiestas que están en su memoria, "y este trabajo pendiente no se conseguirá si todo el mundo, personas y asociaciones de Festa Major, no sacrificamos un poco nuestras prioridades individuales y si no dejamos de mirarnos el ombligo y velamos por la salud global de la Festa Major".
"Hacer esta Festa Major no es competir a ver quién lleva a más grupos musicales, de dudosa calidad sólo porque tocan gratis, o a los personajes más 'freaks' del momento", ha añadido Estruch.
Ha sostenido que la Vila de Gràcia está llena de calles estrechas que desembocan en pequeñas y acogedores plazas, por lo que "es de sentido común pensar que las aglomeraciones no le sientan nada bien y que entran en conflicto con el bienestar de los vecinos", que, según ha dicho, han visto estupefactos cómo su fiesta se transformaba en un incontrolado jolgorio diario.
DIVERSIÓN CON RESPETO
Por ello, ha aseverado, se presentó a la presidencia y se suprimieron los grandes conciertos en la calle Bailén y la plaza Joanic, se incentivó la decoración --"la seña de identidad más preciada"--, y se lanzaron mensajes de que la diversión no debía estropear el trabajo realizado por los vecinos durante nueve meses, como tampoco su descanso.
Estruch se ha sumergido en el imaginario común de todos los que como él, hace 50 años, disfrutaron de unas fiestas en que Gràcia cambiaba su fisonomía gracias a que los terrados se convertían en talleres de decoración, los hombres demostraban sus dotes de carpinteros y las mujeres confeccionaban flores y guirnaldas de papel.
"La gran noche se hacía corta, pero la abnegación y la obstinación de la mayoría de la Vila hacían posible el milagro", ha destacado Estruch, que ha asegurado que el día 15 de agosto Gràcia siempre ha sido un espectáculo abierto a todo el mundo.
