La Filmoteca del IVAC participa en la Japan Week de Valencia con un ciclo de la productora japonesa Daiei

Imagen De Daiei
GENERALITAT
Actualizado: sábado, 17 noviembre 2012 17:46

VALENCIA, 17 Nov. (EUROPA PRESS) -

La Filmoteca del Instituto Valenciano del Audiovisual y la Cinematografía (IVAC), en colaboración con la Fundación Japón, participa en la Japan Week de Valencia, que se celebra del 24 al 29 de noviembre, con un ciclo que se aproxima a la historia de los estudios Daiei (1942-1998), una de las productoras japonesas más importantes. El ciclo de los estudios Daiei se inició el pasado 9 de noviembre y culminará el 23 de diciembre, según ha informado la Generalitat.

A través de 18 películas, el ciclo revisa la historia de la productora japonesa desde sus inicios en la década de los cuarenta con 'El hombre del carrito' (1943), de Hiroshi Inagaki, o 'El maestro de ajedrez' (1948), de Daisuke Itô, hasta los éxitos comerciales de su última etapa dentro del género yakuza como 'La senda de la serpiente' (1997) y 'Los ojos de la araña' (1998), ambas de Kiyoshi Kurosawa.

En el ciclo pueden encontrarse algunos títulos clásicos de Kenji Mizoguchi como 'Cuentos de la luna pálida de agosto' (1953), 'La emperatriz Yang Kwei-Fei' (1953) o 'Los amantes crucificados' (1954), y de Kon Ichikawa, como 'Tranvía abarrotado' (1957), 'La conflagración' (1958), 'Fuego en la llanura' (1959) y 'Extraña obsesión' (1959).

También se revisan películas de directores menos conocidos en el país que pertenecen también a la Edad de Ordo del cine japonés como Teinosuke Kinugasa con 'La puerta del infierno' (1953), Kôzaburo Yoshimura con 'El disfraz' (1951) y Yûzô Kawashima con 'Bestia elegante' (1962).

Fundada en 1942, la productora Daiei fue una de las más importantes de la industria cinematográfica japonesa durante su Edad de Oro en las décadas de los cincuenta y los sesenta. Bajo la dirección de Masaichi Nagata, entre 1947 y 1971, Daiei obtuvo sus mayores éxitos y produjo cintas de género para un público popular, desde películas de ciencia-ficción como la saga Gamera (la respuesta de Daiei al Godzilla de Toho) hasta cintas de samuráis como la saga Zatoichi. Pese a esta vertiente comercial dentro del cine de géneros, Daiei también apoyo y dio a conocer a grandes maestros del cine japonés como Kenji Mizoguchi, Yasuzo Masumura y Kon Ichikawa.

La intuición del presidente Nagata se vio refrendada gracias a la producción del clásico de Akira Kurosawa Rashômon (1950), que con su León de Oro en Venecia se convirtió en la primera película japonesa de la historia en obtener un gran premio internacional. Rashômon supuso el inicio de una serie de obras maestras producidas por Daiei en la década de los cincuenta, películas como 'Cuentos de la luna pálida de agosto' y 'El intendente Sansho', de Kenji Mizoguchi, o 'Las puertas del infierno', de Teinosuke Kinugasa.

En su mayoría se trataba de dramas de época, uno de los géneros que más y mejor supo explotar la Daiei en sus años de esplendor gracias a talentos como el propio Kinugasa, el experimental Mizoguchi o el más clásico Daisuke Itô, del que se incluyen en este ciclo algunas de sus mejores películas, como 'Yosaburo' (1960) o 'Los marginados' (1962).

LA LLEGADA DE LA TV

El éxito de Daiei y de las grandes productoras comenzó a declinar con la llegada de la televisión. El caso de Daiei fue especialmente difícil, ya que este cambio radical coincidió con la entrada en prisión del presidente Nagata por malversación de los fondos de la compañía. En 1971 Daiei alcanzó un punto de no retorno y tuvo que declarar la bancarrota.

En 1974, la empresa editorial Tokuma Shoten tomó control de Daiei y la reestructuró para su renacimiento con un perfil menos destacado dentro de la industria japonesa. La compañía produciría a partir de entonces un número muy inferior de películas, lo que no impidió que muchos títulos atrajeran la atención de público y crítica. En septiembre del 2000 Kadokawa tomó el control sobre la empresa. Daiei cambió entonces de nombre, primero a Kadokawa-Daiei y, finalmente, a Kadokawa Pictures en 2004. Se cerraba así el largo y productivo periplo de los estudios Daiei, que forman parte ya de la historia del cine japonés.