La espiritualidad de Sorolla, al descubierto en Fundación Bancaja con 'Yo soy el pan de la vida'

El presidente de Fundación Bancaja y el comisario, ante el cuadro restaurado
FUNDACIÓN BANCAJA
Publicado: jueves, 3 mayo 2018 19:05

VALÈNCIA, 3 May. (EUROPA PRESS) -

La Fundación Bancaja de València ha presentado este jueves 'Sorolla y la espiritualidad', un recorrido por algunas de las obras de temática religiosa del pintor valenciano, minoritarias en su producción, que incluye 'Yo soy el pan de la vida' (1896-1897), una pieza propiedad de la familia Lladró que la entidad ha recuperado después de una "exquisita restauración integral" para su exhibición pública, en "una de las pocas oportunidades para verla porque hasta ahora estaba en colecciones particulares".

Así lo ha explicado a los medios el presidente de la fundación, Rafael Alcón, que ha presentado la muestra acompañado por su comisario, Felipe Garín, en la sede de la institución, que acogerá el recorrido espiritual de la obra de Joaquín Sorolla desde este viernes hasta el 2 de septiembre.

Además del cuadro de la familia Lladró, el centro cultural albergará también las obras de su propia colección '¡Triste herencia!' y 'Monja en oración'; 'Santa Clotilde', del Museo Nacional del Prado; 'Mesa petitoria', que llega desde el Museo de Bellas Artes de Bilbao, y 'La Virgen María' del Museo de Bellas Artes de València, junto a un boceto procedente del Museo Sorolla y otro de una colección particular.

La recuperación de 'Yo soy el pan de la vida' surgió del "compromiso con la familia Lladró" nacido en 2015, cuando la entidad expuso los fondos artísticos de la misma. La Fundación Bancaja firmó un convenio de colaboración con esta restauración y la exposición como resultado, todo con la vocación de "recuperar el patrimonio artístico valenciano" y "ponerlo al alcance de todos".

HISTORIA DEL CUADRO

La obra que ahora pertenece a la familia Lladró fue un encargo del político y hacendado chileno Rafael Erráruriz Urmeneta para su casa-palacio en Valparaíso. La pieza, de 414x532 centímetros, se muestra ahora por primera vez después de su restauración, la tercera desde que se creó.

El comisario de la exposición ha explicado que se trata de un "cuadro extraño en la obra de Sorolla", puesto que la religión "es un asunto no muy frecuente" en su trayectoria. "Él vive del mercado y a veces le piden cosas de este tipo", pero "pinta muy pocos cuadros religiosos", ha detallado.

CAMBIO DE MANOS DE 1977

Un comerciante valenciano compró la pieza alrededor de 1977, con lo que la obra regresó a la región, donde osciló en ubicación y propiedad. El cuadro estuvo en manos del Banco Santander y su sede en la calle Roger de Llauria, hasta que la familia Lladró la adquirió. Desde entonces, permaneció en la fábrica de Lladró, sin exponerse en su museo.

Sorolla "aborda con mucha honestidad" el encargo de su cliente chileno, ha subrayado Felipe Garín. No obstante, debido a su experiencia pasada con la temática religiosa, "lo termina con muchas dudas porque para él es complicado". Su primer cuadro de este cariz, 'El entierro de Cristo' (1886) fue destruido por el propio autor por las críticas desfavorables y la consiguiente decepción del artista.

En 'Yo soy el pan de la vida', Sorolla "transita en una escuela valenciana que le ha pesado mucho" y "está creándose su propio estilo". El cuadro terminó siendo el "más emblemático" de sus obras religiosas, ha explicado Garín.

RESTAURACIÓN

La obra, tras cambiar de manos varias veces y transitar entre colecciones particulares, estaba en "una situación penosa de conservación". El comisario ha precisado que estaba doblemente reentelado, "lo que es una tragedia y a la vez una fortuna", ya que la primera capa era "más ortodoxa" pero la segunda era un reentelado "brutal con cola blanca que "destrozó" la pieza.

"Se había hecho una masa endurecida de kilos" de cola, ha detallado. Cuando se retiró esta cubierta, el encontró el otro reentelado, que "permitió sacar el lienzo" y "salvar el cuadro".

En la capa pictórica, se ha limpiado la suciedad, los barnices alterados y repintes invasivos, sustituidos por una reintegración de los faltantes que cumpliera los requisitos de respeto al original, durabilidad y reversibilidad. También se ha reemplazado el bastidor de gruesas vigas de madera por uno de madera y aluminio.

Garín ha puesto en valor que Bancaja haya asumido esta "complicadísima restauración". "De las más complicadas que he visto para restaurarse y la que mejor ha quedado", ha resaltado.

'¡TRISTE HERENCIA!'

En 'Sorolla y la espiritualidad', 'Yo soy el pan de la vida' comparte protagonismo con '¡Triste herencia!' (1899) y otras piezas. Esta última supuso la consagración nacional e internacional del valenciano tras obtener el Grand Prix en la Exposición Universal de París en 1900.

Felipe Garín ha relatado que Joaquín Sorolla se encontró a un grupo de niños enfermos atendidos por un religioso de la Orden de San Juan de Dios jugando a la orilla de la playa de El Cabanyal. El pintor los plasmó en una obra que, inicialmente, tituló 'Hijos del placer', porque en aquella época "se creía que los hijos de una mujer de mala vida sufrían consecuencias físicas después del nacimiento", ha ilustrado. No obstante, Sorolla cambió luego el nombre por uno "más abstracto".

En esta obra, el pintor valenciano "se aleja de la pintura de sus maestros", ha valorado, antes de añadir que en él su estilo "se ajusta mucho a las obras de misericordia". El fraile, pintado "con sentido zurbaranesco", "quita frivolidad a la escena", ha agregado.

SOROLLA, "RELIGIOSO" Y MARCADO POR LA ENFERMEDAD

El comisario ha esgrimido la espiritualidad de Sorolla como un "tema muy difícil" que se puede intuir a través de la correspondencia del artista con su amigo Pedro Gil y su esposa. El comisario, a partir de estas cartas, ha efectuado un "resumen arriesgado" y "personal", pero "contrastado con la familia".

Joaquín Sorolla era un "hombre religioso" que "veía con respeto el mundo de la religión" y que no hizo más obras de esta temática "porque no se las pidieron", ha concretado. "Tenía verdadera devoción por la Virgen de los Desamparados" y "tuvo la desgracia de tener muchos enfermos en su familia", como su hija María, con tuberculosis, o su hijo Joaquí, que padeció sífilis, además de los ictus del propio autor.

Sorolla "no obliga a sus hijos a practicar ritos religiosos, pero habla de que ojalá Dios haga que se curen", ha explicado. "Él era creyente, practicante a su manera" y "como lo podía ser en esa época", ha concluido.

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