Robert De Niro en The Irishman
Robert De Niro en The Irishman - NETFLIX
Robert De Niro en The Irishman - NETFLIX
Actualizado: lunes, 2 diciembre 2019 16:20

   MADRID, 15 Nov. (EUROPA PRESS - Israel Arias Mateo) -

   La nueva obra maestra de Martin Scorsese empieza y termina en el mismo lugar, un geriátrico. Filme capicúa, crepuscular y desbordante 'El irlandés', con el que un director que ya era leyenda dice adiós a un cine que él ha engrandecido como pocos.

   Tres horas y media de réquiem por la mafia que se antojan sorprendentemente escasas y en las que, mientras desgrana las mejores virtudes de su imponente filmografía e incorpora alguna prestada de otras joyas del género, Scorsese reflexiona sobre la corrupción, la avaricia, el poder, la lealtad y, especialmente, sobre el inexorable paso de tiempo y cómo, cuando se acerca el final, la culpa crece incluso dentro del más frío de los asesinos.

   La historia real de Frank Sheeran, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que acaba convertido en sicario de la mafia, y su papel en la desaparición del mediático líder sindical Jimmy Hoffa, sirven a Scorsese para ofrecer un retro del mundo del hampa menos seductor y más comedido, pero a la vez más penetrante. Una visión gris y casi anti-mitológica que, paradójicamente, lanza en un filme marcado a fuego por el colosal trabajo de tres tótems del cine de gánsteres: Robert De Niro, el que fuera su actor fetiche durante décadas; Al Pacino, icono del género que, por fin, rueda a las órdenes de Scorsese; y un inmenso Joe Pesci rescatado -cuentan que casi a la fuerza- de su retiro por el director que le llevó a lo más alto. Y allí le devuelve en la que todo apunta será la última película del actor.

   A pesar de su estructura temporal fragmentada, con constantes saltos de década en década, 'El irlandés' cuenta con tres partes muy diferenciadas en las que se dejan ver las más deslumbrantes maneras del Scorsese de 'Malas Calles', 'Uno de los nuestros', 'Casino', 'Infiltrados' e incluso del de 'El lobo de Wall Street'. Pero en sus 209 minutos también caben los mafiosos más solemnes corte 'El Padrino' de su compinche Coppola; el trasiego cotidiano de los barrios infectados por el crimen de 'Una historia del Bronx' del propio De Niro o aquella colosal mirada del Leone de 'Érase una vez en América'.

   Todo eso, y seguro que algo más, hay en la película, sí... pero en 'El irlandés' Scorsese atrapa primero con Scorsese. Así, su tramo inicial está decisivamente marcado por las armas más reconocibles del genio de Queens: un ritmo y una puesta en escena desbordantes donde exhibe su magistral manejo de la voz en off, de la música, de los traveling subjetivos y de esos estallidos de violencia dotados de una fuerza visual casi pictórica. No en vano estos sicarios "pintan casas".

   El rocanrol deja paso a una segunda parte en la que el milimétrico guión de Steven Zaillian pisa el freno, baja la música y llena la película con imperdibles diálogos que ofrecen una radiografía de los poderes fácticos que colisionaban en la convulsa Norteamérica de la segunda mitad del pasado siglo. Un acelerado curso de historia y un certero retazo del juego de lealtades y traiciones, de crimen y política, que movía los hilos del país más poderoso del mundo. El nivel literario e interpretativo en esta antología de conversaciones, miradas y silencios, algunos tan heladores que quitan vidas, es tal que, tras el impacto de las primeras secuencias, logran incluso que el espectador olvide, al menos por un momento, que los rostros de esos lujosos cara a cara están trampeados con la aún 'raruna' brujería digital del CGI.

   Bajo la lacerante mirada de Anna Paquin, que interpreta a la más severa de las hijas de Sheeran, testigo a veces y jueza siempre silenciosa de las atrocidades de su padre, el filme se encamina hacia un melancólico y devastador epílogo que se mete de lleno en las reflexiones sobre el implacable paso el tiempo, la senectud y la culpa que ya había ido poniendo sobre la mesa. Es aquí cuando la espiritualidad, otro de los ejes de la filmografía del director, se hace más presente en un necesario diálogo sobre la urgente búsqueda del perdón y la imposible redención de quien no está arrepentido. Un final crepuscular, frío y desolador con el que Scorsese pareciera querer lanzar una última advertencia: El tiempo es más cruel que el peor de los mafiosos y nos matará a todos.

   'El irlandés' es precisamente, en su mayor y más genial paradoja, un titán cinematográfico hecho para confundir y burlar a ese gran villano. Una película concebida para perdurar en la memoria de este arte que demanda la litúrgica experiencia de la sala de cine, aunque el dichoso estreno limitado lo ponga difícil. Es el peaje que hay que pagar, como ya ocurrió con la también esencial 'Roma' de Alfonso Cuarón, en las películas producidas por Netflix. Pero señalar con el dedo al gigante del streaming sería tan miope como injusto.

   Después de que no pocas majors le dieran con la puerta en las narices, los directivos de la plataforma fueron los únicos que se atrevieron sacar adelante un proyecto que Scorsese llevaba casi una década peleando. Ellos fueron quienes pusieron encima de la mesa los 150 millones de dólares que ha costado, entre otras cosas, rejuvenecer y envejecer actores su antojo. Y fueron ellos quienes, en la era en la que un capítulo de más de 45 minutos ya es "largo" quienes han apostado por una película de tres horas y media. Alguien hizo que Jimmy Hoffa desapareciera sin dejar rastro. Alguien hizo que El irlandés pudiera ver la luz. Sería injusto no responsabilizar, a unos y otros, de sus actos.