Actualizado 15/03/2013 14:44

El primer español y europeo en salir del corredor de la muerte:"Creía en la pena de muerte, hasta que me condenaron"

Joaquín José Martínez, primer español y europeo en salir del corredor de la muer
EUROPA PRESS

El primer español y europeo en salir del corredor de la muerte en Estados Unidos, Joaquín José Martínez, asegura que defendió la pena de muerte y en el sistema judicial americano hasta que le condenaron. En esta entrevista reconoce que le debe al movimiento civil y a las ONG el hecho de estar vivo y trabaja para cumplir el sueño de su difunto padre: que nadie más tenga que sufrir la pena capital.

.- Han pasado más de quince años desde su condena y aún hay gente que muere en Estados Unidos en la silla eléctrica. ¿Cómo vive esta realidad?

Me encuentro con mucha gente joven que desconoce mi caso, pero tienen conocimiento de lo que es la pena de muerte y de que se trata de una práctica injusta e inmoral. Veo que quince años después de la lucha de mis padres, se sigue peleando en España contra la pena capital. En este sentido, me honra ser español.

En cualquier caso, y aunque haya gente que siga muriendo en la silla eléctrica, yo sí veo un cambio dentro de la sociedad norteamericana. Hay personas y Estados que están cambiado su idea sobre la pena de muerte y eso es algo muy positivo. La justicia de hoy en Estados Unidos no es la misma que hace quince años.

.- ¿Cómo era el Joaquín José Martínez que vivía en Estados Unidos antes de ser condenado?

Lo peor de todo es que yo estaba a favor de la pena de muerte, creía en la justicia estadounidense y nunca pensé que podría llegar a este extremo en el que me ví. Cuando me sentencian a muerte se me cayeron abajo todos mis principios y mis creencias. En ese duro momento yo solo pensaba: me han condenado siendo inocente y me van a matar siendo inocente.

.- ¿Qué secuelas quedan de esas años en el corredor?

Muchísimas. Sobre todo son secuelas psicológicas. No tengo bombillas en casa porque cuando llegué en 1997 a la prisión sólo estaba la silla eléctrica como sistema para matar a los condenados. Por eso, cuando estaban de pruebas, la luz parpadeaba y sólo pensarlo me da un vuelco el corazón.

Otro ejemplo es que las cadenas me las quito antes de acostarme porque su sonido por la noche me recuerda al de los guardias. Aunque, a pesar de todo eso, yo ya no vivo malos momentos. Para mí no puede existir la crisis porque siempre pienso que, lamentablemente, he estado en una situación peor.

.- ¿Mantiene contacto con Pablo Ibar, el único español que sigue condenado a muerte en Estados Unidos?, ¿que le dice?

Sí que ha hablado con él, mediante cartas, y, sobre todo, con sus padres. Le insisto en que debe tener tranquilidad y esperanza. Lo duro de Pablo es que, a pesar del apoyo recibido, sigue ahí metido. Los políticos, las ONG y los medios de comunicación deben evitar que se enfríe su caso y conseguir que se hable continuamente de ello porque, de lo contrario, estaremos hablando del primer condenado a muerte español ejecutado.

Tengo muchas esperanzas de que, aunque tarde un poco más de lo normal, acabará saliendo libre. Para ello, los políticos deben continuar llamando a todas las puertas. El Estado de Florida se gastó muchísimo dinero en condenar a muerte a Pablo Ibar y eso hay que justificarlo de cara al contribuyente, no pueden dejarle libre así como así y eso es un peligro.

.- ¿Cómo ve la justicia española?

Desde Estados Unidos ven nuestro sistema de justicia muy débil. Yo siempre he creído que, sea del país que sea, si hay una condena se debe cumplir, ya seas un político o el chico de la esquina. En el caos de España, creo que deberían centrarse en que se cumplan las condenas en lugar de aumentarlas.

En casos como el de Marta del Castillo, entiendo perfectamente la rabia de las familias cuando ven la cara a los asesinos de su hija, pero el Gobierno no se debe dejar llevar por esas emociones y debe cumplir con la ley existente.

.- ¿Qué mensaje le gustaría que interiorizase toda esa gente joven que se acerca a escuchar su historia?

Deben pensar que mientras exista la pena de muerte en el mundo ninguno de nosotros estará libre de encontrarse en una situación así. Sin ir más lejos, yo soy la excepción del condenado a muerte porque provengo de un buen hogar, un buena familia y he tenido una buena educación. En ningún momento pude pensar que me tocaría tan de cerca. Por eso, siempre insisto en que erradicar la pena de muerte empieza con la educación. Después vendrán los cambios.