Publicado 04/02/2018 13:02

Salir al mundo para meterse en 'el armario': La discriminación de los jóvenes gitanos

Personas jóvenes
PIXABAY

   MADRID, 4 Feb. (EUROPA PRESS) -

   El primer trabajo de este joven fueron unas prácticas de seis meses en una agencia de viajes. Había estudiado un grado de Turismo y tenía la expectativa de acabar contratado en esa empresa. Al poco de llegar, comenzó a escuchar comentarios despectivos y ofensivos por parte de sus compañeros dirigidos contra gente de su misma condición, así que decidió ocultar parte de quién era para no perder su trabajo.

   Se llama Josan Plantón y aunque sus compañeros nunca llegaron a saberlo, es de etnia gitana. Cuenta a Europa Press que se quedaba callado cuando escuchaba ese tipo de comentarios que tomaban la parte por el todo entre otras razones, porque pensó que quizá si en ese momento les plantaba cara, sus posibles oportunidades laborales se verían truncadas. Dice que hoy, no habría reaccionado igual.

   "Yo me quedaba callado porque siempre caemos en el error de que nos enfrentamos a casos de discriminación pero no los identificamos como tal. Creemos que es normal y no tomamos ninguna medida para evitarlo. En ese momento decidí callarme y no decir que era gitano porque podía perder la oportunidad de trabajar. A mi familia tampoco le dije nada, sí a algunos amigos y compañeros de la universidad, pero siempre pasa igual, por desconocimiento no actúas", explica.

   Dice por su experiencia que toparse con la discriminación es algo por lo que pasan todos los gitanos en algún momento de sus vidas. Según la última encuesta sobre minorías de la Agencia Europea para los Derechos Fundamentales (FRA), el 51% de la población gitana en España se ha encontrado en situaciones de este tipo, pero sólo el 6% ha llegado a denunciarlo. Seis de cada diez no saben que la legislación les ampara en estos casos.

   Si le hubiera pasado hoy, "habría intentado romper con todos los prejuicios con los que contaba esa gente", aunque reconoce que cuesta hacerlo. Durante su carrera universitaria, por ejemplo, cuando sus compañeros de clase hacían algún comentario estereotipado sobre los gitanos y él saltaba, zanjaban la conversación diciendo que él no era "un gitano normal".

"NO ERES LO NORMAL"

   "Eso me hizo preguntarme cosas. ¿Y por qué no soy un gitano normal, si yo me considero gitano? Te haces preguntas hasta que te dices que el hecho de ser gitano no implica que no vayas a estudiar, por ejemplo. Es que no hay una única forma de ser gitano", señala.

   Para este joven, "lo más doloroso es que siempre se hable desde el desconocimiento y que se generalice, que no conozcan la diversidad que existe en el pueblo gitano, que de manera general tenga una imagen tan negativa" de un grupo humano en el que cabe tanta gente diferente. Gente como él, cuya etnia pasó desapercibida ante quienes hacían comentarios discriminatorios porque no entraba en sus clichés.

   "Se hacen comentarios negativos sobre la comunidad gitana sin que se tenga en cuenta que a lo mejor la persona con la que se han cruzado es gitana, o el cajero del supermercado, o que igual en su bloque comparten escalera con una familia gitana y no lo saben, ni siquiera lo han identificado porque no reúnen ese perfil que es lo que ellos consideran que son todos los gitanos", afirma.

   No siente que haya tenido que encerrarse en un armario, porque nunca ha negado su condición y asegura, que de haberle preguntado aquellos compañeros de trabajo, se habría identificado como gitano, pero reconoce que sí lo ha dejado de decir "en momentos específicos para conseguir otra cosa, como un trabajo".

"HUMILLANTE, DOLOROSO"

   "Es muy triste que una persona tenga que ocultar su origen para poder conseguir algo a lo que otro accede sin más", comenta Ana Segovia, una joven periodista que también ha afrontado en su vida momentos en los que callarse le pareció la mejor opción.

   Recuerda en declaraciones a Europa Press su primer piso de alquiler, en el madrileño barrio de Vallecas. Fue a visitarlo con dos familiares y les gustó, pero mientras lo recorrían uno de los arrendadores comentó que sería una suerte que se lo quedara ella y no unos gitanos. Los tres se miraron y con un gesto acordaron no hacer nada al respecto.

   "Fue algo doloroso y humillante. No se me olvida la cara de uno de esos familiares, que es un tío de mi padre, un hombre mayor. Me resultó muy dolorosa su cara. Me explicó que esa era la realidad a la que me enfrentaba en una ciudad como esta", comenta Segovia.

   "Marchamos del piso con un acuerdo verbal, yo lo que quería era quedármelo --prosigue--. A las horas acabamos hablando, porque llamé a la casera y le dije que éramos gitanos. Ella me dijo que lo habían pensado por nuestras caras, me pidieron disculpas, me hablaron de las personas gitanas que conocían eran tal o cual cosa y yo le dije que no se podía juzgar porque todos hacemos cosas bien y cosas mal y que estaban metiendo a toda una comunidad en el mismo saco".

   Se quedó con la vivienda y estuvo de alquiler año y medio sin el mayor problema en su relación con los caseros, para quienes "fue un aprendizaje". Recuerda no obstante que cuando sus padres acudieron a la firma del contrato, porque tenían que avalarla, la casera comentó que iban "muy elegantes": "Elegante por la comparación con su estereotipo de gitano".

   "Eso fue hace ahora cuatro años y yo llevaba en Madrid 29 días. Ni tenía las herramientas ni la soltura que ahora" para incidir, igual que Plantón, en que callarse no puede ser la alternativa porque su mismo ejemplo es la oportunidad de romper de golpe los estereotipos de quienes aún los tienen, y hay que utilizarlo.

MEJOR DENUNCIAR

   Llaman también a denunciar, no sólo estas sino otras caras de la discriminación que afrontan en su día a día las personas de etnia gitana: madres que van a la compra con sus hijos y son "perseguidas por el supermercado" por el personal de seguridad, jóvenes a quienes se les veta la entrada a un establecimiento porque "aquí no entran gitanos" o chicas que van a comprar ropa y son escoltadas hasta el probador.

   De hecho, la Fundación Secretariado Gitano identificó cerca de 202 casos de discriminación en ámbitos como la vivienda, el acceso al empleo, a la salud o a la educación, sólo en 2016, en línea con los que va recogiendo año tras año en sus informes sobre la situación de esta población en España.

   "Yo animaría a todas las personas gitanas a que cuando se encuentren con cualquier comentario negativo o persona con prejuicios hacia la comunidad gitana o cualquier minoría en realidad, hagan ver que somos ante todo personas y que no por tu condición énica, religiosa o sexual o lo que sea hay que partir de prejuicios ni generalizar. Ahora animo a todas las personas a que se visibilicen y cuando escuchen algo negativo respondan que no es justo, que no todos somos iguales", dice Plantón.

   Josan y Ana coinciden en la receta contra toda esta injusticia. Ambos tienen un origen similar, son de municipios pequeños y andaluces (ella de la provincia de Cádiz y él de Jaén) y por su experiencia personal sostienen que cuando la gente se conoce y se trata de tú a tú, como en los pueblos, no hay problemas.

   "La mayoría de mis amigos (de la infancia) no son gitanos y son como mi familia, conozco a sus padres y ellos a los míos y entre los padres tienen mucha y muy buena relación", explica Plantón. "A más convivencia menos discriminación. Eso es así. Es fundamental", añade Segovia.