Actualizado 18/09/2007 21:15

Los familiares del matricida de Esplugues de Llobregat (Barcelona) dicen que madre e hijo estaban "muy unidos"

BARCELONA, 18 Sep. (EUROPA PRESS) -

Los familiares del hombre que mató a su madre en Esplugues de Llobregat (Barcelona) y la semienterró en cal viva en su domicilio durante 14 meses explicaron hoy que la mujer y su hijo "estaban muy unidos" y no se separaban nunca.

En el juicio con jurado popular que hoy prosiguió en la Audiencia de Barcelona, tanto la hermana de la fallecida y tía del acusado, María Ángeles R.S., como el hijo de ésta y primo del acusado, Luis Miguel D.R., aseguraron que ambos estaban casi siempre juntos, excepto cuando el presunto homicida, Enrique R.S., de 50 años, trabajaba en su taxi.

Según el primo del encausado, la mujer, Carmen R.S., le tenía "mucho aprecio" a su hijo, "le tenía en un castillo de oro" y "le cuidaba mucho", mientras que Enrique "hablaba bien de su madre", aunque ayer dijera en el juicio que se sentía dominado por el carácter "absorbente" de la mujer.

Por ello, le "sorprendió mucho" que el hombre acuchillara a su madre y confesó que "nadie sospechaba" los presuntos abusos que pudo cometer la mujer, 'madame' de profesión y que recibía a visitas en casa, sobre su hijo, según explicó ayer el propio afectado.

Esta versión fue ratificada por la madre de Luis Miguel, María Ángeles R.S., hermana de Carmen R.S., quien, entre sollozos, calificó a la fallecida de "madre excelente".

La hermana, que vive en Reus (Tarragona), también explicó que en octubre de 2002, dos meses antes del crimen, Carmen R.S. le dijo por teléfono que estaba "preocupada" porque su hijo estaba "cambiado". Ya después de la desaparición, tanto ella como su hijo se preocuparon por Carmen R.S., pero Enrique les intentaba tranquilizar diciendo que estaba "afónica" y no podía hablar o que cuidaba ancianos en una residencia.

La buena salud de la que siempre había gozado la víctima y el comportamiento de Enrique levantaron sospechas, y el 21 de agosto de 2003, Luis Miguel denunció la desaparición de la mujer ante la Policía.

LOS VECINOS TAMPOCO SOSPECHABAN.

Por su parte, los vecinos del inmueble donde vivían, en la carretera de Cornellà, explicaron que el ahora acusado parecía "trabajador" y "cumplidor". Además, nadie sospechaba el trato que supuestamente daba la madre a su hijo, aunque conocían a qué se dedicaba la mujer y coincidieron en que nunca vieron a Enrique acompañado de amigos o novia.

Los vecinos aseguraron también que vieron al hijo bebido en los meses posteriores a la muerte de la mujer y mientras convivió con el cadáver --aunque ellos no lo sabían--.

No tardaron en percatarse de la ausencia de Carmen R.S., aunque Enrique les explicó que estaba en casa de su hermana, en Reus. Con el paso del tiempo y ante las insistentes preguntas, sin embargo, empezó a decir que la había ingresado en una residencia geriátrica porque estaba enferma de Alzheimer.

Dos vecinas se preocuparon cuando la mujer ya llevaba un tiempo desaparecida. Ante las "excusas" cambiantes de Enrique, fueron a los servicios sociales de Esplugues para saber si conocían el paradero de la mujer. Sin embargo, no consiguieron saber nada más.

El frutero de los bajos del inmueble sí comentó que Enrique le había insinuado su voluntad de suicidarse, aunque no precisó ningún detalle más.

Finalmente, uno de los agentes del Cuerpo Nacional de Policía que más siguió el caso, explicó como al principio el sospechoso parecía esquivar o esconderse de la Policía. La madrugada del 4 de febrero de 2004, los agentes localizaron al matricida en un bar de Esplugues y éste accedió a acompañarles a comisaría. En el interrogatorio, el sospechoso se derrumbó y terminó confesando el crimen.

QUERÍA LIBERARSE DE LA MADRE DOMINANTE.

El acusado declaró ayer que cometió el crimen porque pensó que era la única manera de librarse del dominio de su madre y porque quería vengarse de las humillaciones a que le había sometido durante años, ya que le había obligado a participar en juegos sexuales con algunos clientes.

En su declaración, el acusado explicó que su madre le tuvo "dominado" muchos años debido a su "absorbente" carácter. Enrique R.S. señaló que él siempre fue "muy obediente" y que, incluso, le entregaba el sueldo que ganaba como taxista, un dinero que ella usaba para comprarse "ropa cara" y del que él no podía disponer sin su permiso.

Enrique R.S. aseguró que ella le obligó a participar en intercambios de pareja con matrimonios "que querían un chico joven" e intentó mantener relaciones con él en una ocasión, según el acusado.

Tras acabar con la vida de su madre, el parricida envolvió el cadáver en plásticos para evitar el olor y llenó la estancia de ambientadores, aunque finalmente optó por semienterrar el cuerpo en cal viva. En los siguientes meses se dedicó a vivir de las rentas de su madre y se llegó a gastar 84.000 euros en comida, bebida y ropa.