Publicado 21/08/2015 14:31

Cambiar la mentalidad, clave para luchar contra la Mutilación Genital Femenina

Mediadoras de Médicos del Mundo afirman que "funciona" el compromiso de no mutilación introducido en España

MADRID, 21 Ago. (EUROPA PRESS) -

La Mutilación Genital Femenina es una práctica arraigada aún en muchas comunidades del mundo, principalmente de países africanos como Malí, Somalia o Etiopía, que cercena los derechos fundamentales de las niñas --se calcula que hay 125 millones de víctimas--, y amenaza su vida, su integridad y su desarrollo, pero combatirla no es sólo cuestión de prohibir y legislar.

Precisamente hoy la Fiscalía de Menores del País Vasco se encuentra analizando la adopción de medidas de protección para el caso de cuatro hermanas residentes en Álava que sufrieron una ablación de clítoris en Mali cuando se encontraban de vacaciones allí, de donde son sus padres.

Cambiar la mentalidad de quienes por tradición, lo perpetúan, es clave. Lo explican dos mediadoras sociales de Médicos del Mundo en Navarra, Fátima Djarra Sane y Djamila Mamuodou, que en declaraciones a Europa Press cuentan su experiencia personal frente a esta lacra aún arraigada en sus países de origen, Guinea Bissau y Malí, respectivamente, y su trabajo para conseguir que los compatriotas que ahora viven en España contribuyan a erradicar este abuso de niñas y mujeres.

Fátima sabe bien cuáles son las complicaciones de una mutilación genital, pertenece a una etnia en la que aún es costumbre y fue sometida al proceso cuando tenía cuatro años. "En sexto de primaria mi profesor empezó a enseñar el aparato genital y me di cuenta de que yo era diferente, diferente a algunas compañeras que no estaban mutiladas, pero no podía hablar de ello ni preguntar, es un tabú", explica.

Con los años, cayó en la cuenta de que además, no estaba bien, y como no podía hacer campaña en contra por su cuenta, decidió empezar por mentalizar a su propia familia. Averiguó que su madre se había opuesto en un principio, no era de la misma etnia, pero la familia de su padre, donde sí se practicaba de generación en generación, impuso su criterio. Esta es la presión social que mantiene la ablación en muchas familias.

"La sociedad en la que vivíamos entonces no era como para hablar de mutilación o justificar por qué es negativa, era y es algo muy difícil porque toda la familia y toda la comunidad está de acuerdo, así que no puedes decir nada. Yo he intentado hablar con mi familia y ahora, hay algunas sobrinas a las que no les han practicado la ablación por mi resistencia", explica.

El proceso de Djamila Mamuodou fue a la inversa. Es maliense, vive en Pamplona con su marido, refugiado, y tiene dos hijos. No fue mutilada por la férrea oposición de su madre y cuenta que le pasó factura, aunque ahora da gracias. Era de las pocas en el colegio que no habían sido sometidas a ese trance y se preguntaba por qué tenía que ser distinta a las demás.

"Lo sufrí mucho porque nosotros somos del norte donde casi no se practica, pero nací en Bamako, en el sur, y en el colegio las niñas me insultaban con eso, me señalaban por no estar mutilada y decían que estaba impura, así que me sentía menos, incompleta", explica en una entrevista telefónica con Europa Press.

A sus 28 años, recuerda con agradecimiento que sus padres siempre se negaron. "Mi madre decía que no había ningún interés, que eran tonterías, que la religión musulmana no lo dice y ellos, que son una familia conservadora musulmana nos educaron así. En mi familia nunca lo hemos hecho y no veas lo que me alegro", afirma.

"ME ECHABAN DE LAS REUNIONES"

Ni siquiera era consciente de que supusiera un problema y más allá de las campañas de sensibilización del Gobierno de Mali que alguna vez vio en su adolescencia, no fue hasta llegar a España y participar "por casualidad" en una charla de sensibilización, cuando se dio cuenta de lo imprescindible que resulta trabajar por un cambio de mentalidad que acabe con esta práctica cultural.

Aquella charla la impartía Fátima, que llevaba ya un tiempo ejerciendo de mediadora pese a las resistencias que presentaban determinadas personas. "El primer año fue horroroso --explica esta mediadora--, porque hay gente que no te entiende, que cree que los 'blancos' te han comido el coco o que sólo estás por el dinero. Hay hombres que te rechazan y te insultan, a veces me llegaron a echar de las reuniones".

EL COMPROMISO FUNCIONA

No obstante, las mediadoras ven de todo. Ambas ponen como ejemplo el mismo caso, una familia con una hija que viaja de vacaciones a su país de origen y vuelve con la niña mutilada. "Hablamos con ellos y la mujer no paraba de llorar. Es verdad que ella no lo decidió, fue a su país y su familia dijo que había que hacerlo, se dejó. Tuvo dos hijas más pero con ellas se opuso, dijo que las niñas no se tocaban. Su familia ha tardado años en volver a hablarla", cuenta Djamila.

En su opinión, "el problema es que las madres se ven entre la espada y la pared, su hija o su familia". "No hay ninguna libertad individual, la familia es la familia y cuando tu hija sale de tu vientre ya no es tuya, sino de todos. Por eso es muy difícil oponerse", afirma.

Fátima destaca en este sentido que el Protocolo de Prevención de la Mutilación Genital Femenina aprobado por el Ministerio de Sanidad, ayuda, porque obliga a los padres a firmar un compromiso por escrito de que no mutilarán a sus hijas durante un viaje al extranjero y lo suscriben tras ser puestos al corriente tanto de las consecuencias para la niña a todos los niveles como de las repercusiones legales que tendrán ellos como sus tutores en España.

"El compromiso funciona porque allí saben que los inmigrantes trabajamos para ayudar a la familia enviando remesas. Si tu vas con ese compromiso y les explicas que si regresas con la niña mutilada vas a ir a la cárcel y te van a quitar a la niña, les haces ver que no vas a poder mantenerles. Se asustan, porque su hijo, hija, yerno o nuera puede acabar en la cárcel y la niña en una casa de acogida y se sienten culpables por provocar esa situación, así que se lo piensan dos veces", explica Fátima.

Por otra parte, World Vision presentó en febrero un informe, con motivo del Día Internacional contra la Mutilación Genital Femenina, en el que alertaba de la vinculación existente entre matrimonio infantil, al que son sometidas cada año 13,5 millones de niñas (el 17% de las menores de países menos desarrollados están casadas a los 15 años), y la mutilación genital femenina, de la que han sido víctimas en torno a 125 mujeres de todo el planeta.

En ambas prácticas, subsisten similares contextos culturales: sociedades donde las mujeres no son consideradas iguales a los hombres, donde el matrimonio y la ablación se sustentan en "actitudes y normas profundamente enraizadas con un amplio apoyo de la sociedad" que "condiciona" a las familias, y en las que se cree "de manera generalizada" que son elementos que potencian las características positivas de las mujeres.

"De acuerdo con los datos recogidos por nuestra investigación, una de las razones principales para justificar la práctica de la MGF/ablación es que esto garantiza la virginidad de las niñas hasta el matrimonio. En muchos países que la practican, el sexo antes del matrimonio se asocia a fuertes sentimientos de vergüenza y exclusión social", explica el informe.

Para World Vision es imprescindible por tanto que los programas de desarrollo impulsados por gobiernos y sociedad civil aborden estas prácticas tradicionales perjudiciales de una manera integrada, reconozcan la importancia de la justificación religiosa del matrimonio infantil y lo aborden involucrando a los líderes de las comunidades.

Asimismo, instan a los países donantes a financiar "evaluaciones sólidas" de programas para reforzar la comprensión y evidencias en torno a intervenciones eficaces contra la mutilación y el matrimonio infantil.

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