Actualizado 15/07/2008 16:38

La violencia contra los trabajadores humanitarios podría dejar sin ayuda internacional a los somalíes

Los somalíes se enfrentan a una crisis superior a las hambrunas de principios de los noventa, según la ONU


NUEVA YORK, 15 Jul. (EUROPA PRESS) -

La creciente inseguridad con la que trabajan los cooperantes humanitarios en Somalia podría obligar a Naciones Unidas a retirar a todas las agencias que tiene en estos momentos trabajando en el país africano, medida que pondría a los somalíes al borde de una crisis que podría superar a la que sufrieron a principios de la década de los noventa a causa del hambre, según informó hoy el portavoz del Programa Mundial de Alimentos (PAM), Peter Smerdon.

Los asesinatos y secuestros que están sufriendo los cooperantes han provocado que la mayoría de las agencias humanitarias se estén planteando suspender sus operaciones en las zonas más conflictivas de un país en el que una de cada cinco personas está en grave peligro de desnutrición.

"Si no podemos trabajar en el terreno porque nuestros operarios están siendo asesinados o secuestrados, no se podrá distribuir la ayuda", indicó a Reuters Smerdon, quien añadió que, si eso sucediese, "en los próximos meses muchas zonas del sur y del centro de Somalia podrían sufrir un desastre similar al que produjo el hambre entre 1992 y 1993".

En lo que va de año, cinco conductores del PAM han muerto asesinados mientras transportaban ayuda alimentaria. El último de ellos falleció el pasado domingo después de ser asaltado por un grupo de hombres armados mientras pasaba un control policial cerca de Buale, en el sur del país. Además, hay cuatro trabajadores humanitarios, dos ciudadanos italianos, un keniano y otro británico, secuestrados por los insurgentes.

La ayuda aún se está distribuyendo entre los más necesitados, pero el PAM asegura que la oleada de violencia que están sufriendo sus trabajadores amenaza la distribución de toda la ayuda necesaria para alimentar a la población somalí.

El actual conflicto armado que viven el país, sin Gobierno central efectivo desde que el dictador Mohamed Siad Barre fuese derrocado en 1991, y los prolongados periodos de sequía e inundaciones que azotan los cultivos del país han situado las tasas de malnutrición aguda por encima del 20%.

Desde principios de este año, más de 8.000 civiles han muerto como consecuencia de los combates entre el Ejército somalí, apoyado por el de Etiopía, y la insurgencia islamista. En total, más de un millón de somalíes se han visto obligados a abandonar sus hogares debido a una situación que se ve agravada por el vandalismo, la sequía, la inflación y los elevados precios del petróleo y los alimentos.

COOPERANTES EN PELIGRO

El pasado viernes, dos hombres fueron tiroteados en dos incidentes distintos a 13 kilómetros de la capital somalí, Mogadiscio. Mohamed Mohamud Qeyre era subdirector de una organización local de ayuda que forma parte del grupo alemán 'Pan para el mundo'. "Dos hombres le dispararon tres veces en la cabeza y en el pecho", explicó un testigo.

Otro hombre que trabajaba para una organización relacionada con el Programa Mundial de Alimentos (PAM) se encuentra en estado muy grave tras ser disparado. En un tercer incidente, otro trabajador humanitario murió en la ciudad de Galharei, en el centro de Somalia. "Dos hombres armados con pistolas le dispararon cuatro veces y escaparon. Falleció en el acto", explicó un líder tribal.

SE DESCONOCE QUIÉN ESTÁ DETRÁS DE LOS ASESINATOS Y LAS AMENAZAS

La violencia contra los trabajadores humanitarios se ha incrementado dramáticamente en las últimas semanas, pero no está claro quién o qué grupo está detrás de los ataques. La mitad de la población somalí vive de las ayudas de estas organizaciones debido a la sequía y el conflicto armado.

Se suele culpar a la milicia islamista 'Al Shaabab' de los asesinatos y secuestros. Sin embargo, los autores de los últimos asesinatos de cooperantes han dejado en el suelo octavillas en las que amenazan de muerte a todos los trabajadores humanitarios, tanto internacionales como locales, si no abandonaban su trabajo. En ellas, supuestamente realizadas por un grupo insurgente, se podían leer frases que no tenían ninguna referencia al Islam.

Los islamistas han acusado al Gobierno de haber ordenado los últimos asesinatos para que la comunidad internacional envíe un importante contingente militar que les ayuda a vencer en el conflicto y quedarse con el poder. Acusaciones que el Ejecutivo somalí ha negado.

Por su parte, un grupo de Somalíes en la diáspora aseguraron en los medios de comunicación que sus investigaciones mostraban que detrás de los asesinatos estaban los servicios de inteligencia de varios países africanos del este.