Publicado 10/04/2020 12:20

"Desde Ecuador, unas palabras sobre la desigualdad y la solidaridad". Por Estíbaliz Taboas, cooperante de Manos Unidas

Estíbaliz Taboas, cooperante de Manos Unidas en Ecuador
Estíbaliz Taboas, cooperante de Manos Unidas en Ecuador - MANOS UNIDAS

   Tras más de tres semanas de toque de queda y de suspensión de la jornada laboral presencial, extendidas de momento hasta el 12 de abril, cooperantes españoles que permanecen en Ecuador se reorganizan para seguir trabajando desde casa, con la mirada y la preocupación puestas en los impactos de la pandemia en el país.

   Ecuador, un país pequeño en términos poblacionales y territoriales en comparación con el resto de la región, es el tercer país que más contagios y muertes reporta de América Latina, después de Brasil y Chile. Hasta el 7 de abril, se han registrado 3.995 contagios, mientras que 220 personas han fallecido a causa del coronavirus, según el conteo que realiza el Comité de Operaciones de Emergencia Nacional. Sin embargo, los números se quedan cortos. El presidente Lenin Moreno reconoció en un mensaje al país que la crisis sanitaria que atraviesa Ecuador por el Covid-19, es más profunda de lo que los informes del gobierno mostraban.

   La provincia costera de Guayas presenta el 68% de los casos. Tiene más muertes por Covid-19 que países enteros, por lo que ya se han referido a ella como la Wuhan de América Latina. Guayaquil, la ciudad más poblada y más desigual del país, se ha visto sobrepasada por el colapso funerario y la incapacidad de las autoridades de actuar a tiempo. Las redes sociales se han llenado de denuncias e imágenes de personas muriendo en las calles y cuerpos esperando días para ser recogidos en los hogares o en mitad de las aceras. El dolor y la desesperación de muchas familias reclamando una muerte y un duelo dignos, como un derecho fundamental, no pueden ser invisibilizados en una crisis humanitaria como esta.

LA CUARENTENA COMO PRIVILEGIO DE CLASE

   En los últimos días también se han sucedido las denuncias de abusos a la dignidad humana realizados por parte de las fuerzas militares y policiales. Golpes, latigazos o castigos como cortar el cabello o ejercicios forzados por incumplir la cuarentena, son graves vulneraciones a los derechos humanos ejercidas contra colectivos desfavorecidos como habitantes de calle o de barrios populares.

   Las brechas socioeconómicas ya existentes se agravan cuando el coronavirus llega a países como Ecuador, donde el trabajo informal emplea al 46% de la población. Para esas personas, el confinamiento supone dificultades para resolver necesidades básicas como alimentarse o adquirir medicamentos. Cuando las personas habitan viviendas en condiciones inadecuadas, en ocasiones hacinadas, con servicios básicos limitados o inexistentes y sobreviviendo de las ventas o servicios que realizan a diario, la cuarentena se evidencia como un privilegio de clase.

   Las políticas públicas para proteger a estas miles de personas son a todas luces insuficientes. Una de las acciones gubernamentales más criticadas en las últimas semanas fue la de pagar, en un momento de emergencia sanitaria y caída del precio del petróleo, 1.230 millones de dólares por deuda pública. Esto ocurre en un país donde el presupuesto nacional de salud fue recortado en los últimos años y el Estado carece de liquidez. Se ha priorizado el mercado antes que la urgente protección sanitaria y social, incluyendo el impago de los salarios que el Estado adeuda a parte de sus trabajadores.

SOLO LOS CUIDADOS Y LA SOLIDARIDAD SOSTIENEN LA VIDA

   En este contexto, la supervivencia de muchas familias precarizadas y empobrecidas se sostiene a través de los esfuerzos solidarios, cooperativos y voluntarios de familias, vecindarios, comunidades y organizaciones sociales a base de colectas, donaciones y repartos de víveres.

   Asimismo, desde Manos Unidas y Maquita --socio local con el que ejecutamos en Ecuador un Convenio de cooperación junto a la AECID--, miramos con especial preocupación a la ruralidad. La agricultura familiar campesina produce aproximadamente el 70% de los alimentos que se consumen en el país. Es decir, la vida de la humanidad y de las ciudades depende de su trabajo, de que sigan trabajando la tierra en tiempos de pandemia. Sin embargo, vemos con tristeza cómo los kits de alimentos donados por el gobierno ecuatoriano y algunos gobiernos locales, provienen de grandes cadenas de supermercados y monopolios agrícolas, dejando de lado la agricultura familiar campesina. En este sentido, se reafirma nuestra apuesta por trabajar por condiciones más justas para el sector rural campesino, por poner en valor su trabajo y por mejorar sus condiciones de vida, al tiempo que cuidamos el planeta.

   Mientras trato de hurgar entre la tristeza y la incertidumbre para escribir estas líneas, recibo un mensaje de mi amigo Manolo Pipas. Pipas es de las personas que no usa redes sociales. Escribe por correo electrónico y todo en minúsculas, como siempre. En el asunto del correo, la palabra 'afectos'. La situación de Guayaquil se ha difundido por todos lados y los versos de Pipas llegan desde la distancia a abrazar y envolver el alma:

   virus wuhan bérgamo...

   virus wuhan bérgamo

   igualada guayaquil...

   ...guayaquil igualada

   bérgamo wuhan virus

   abonda* con estas palabras

   * abondar: ser suficiente en gallego.

   Estíbaliz Taboas es cooperante de Manos Unidas en Ecuador.

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