Publicado 21/02/2019 09:00

"La historia de la historia única". Por María Luz Esteban Saiz, directora del CNLSE

María Luz Esteban Saiz, Directora Del Centro De Normalización Lingüística De La
CNLSE - Archivo

   Este 21 de febrero, Día Internacional de la Lengua Materna, recuerdo a la escritora feminista nigeriana Chimamanda, quien emocionó con su obra 'El peligro de la historia única' a millones de personas de todo el mundo: "Las historias importan. Importan muchas historias. Las historias se han utilizado para desposeer y calumniar, pero también pueden usarse para facultar y humanizar. Pueden quebrar la dignidad de un pueblo, pero también pueden restaurarla".

   Es más, en mi opinión, la historia única se reduce aún más cuando se relata a comunidades, grupos e individuos distintos y diferentes. Como las personas sordas o sordociegas. Como la de las lenguas de signos.

   La historia única, en palabras de la filósofa Marina Garcés, es la historia de la modernización del mundo, la del progreso y el pensamiento único, la historia de la colonización y la globalización, que ha impuesto unas determinadas maneras de pensar.

   Proviene de quienes nos describen a las personas sordas como incompletas, e incluso enfermas, porque nos falta el oído y hay que suplirlo de alguna manera para ser, actuar y sentir como las personas que oyen. Esta versión de la historia única nos desvía de nuestra verdadera dimensión, al mostrarnos como una única cosa, cuando en realidad todas las historias de las que está hecho el pensamiento sordo son historias de progresos, de libertad, de comunicación. Aunque las personas sordas somos una minoría, y las lenguas de signos son lenguas minoritarias y minorizadas, las reflexiones que plantean son importantes, amplias y profundas.

   A través de las historias llegamos a una comprensión sobre nosotras mismas y sobre nuestro lugar en el mundo. Hay personas sordas en todos los lugares, en todos los territorios en los que se hablan lenguas, también existen personas sordas que usan una o varias lenguas de signos y lenguas orales. A menudo, cuando se refieren a las lenguas, las lenguas de signos quedan relegadas al olvido, como si no tuvieran nada que ver con las otras lenguas con las que necesariamente conviven. A menudo, se olvida que son lenguas naturales que cumplen las mismas funciones que las lenguas orales. A menudo, se obvia que las personas sordas somos una minoría lingüística y cultural con una identidad específica.

   No nos reconocemos en la historia única del monolingüismo oral, de modo que nuestra concepción del universo no tiene cabida en esa historia única. A menudo, se olvida que las personas oyentes pueden adquirir cualquier lengua, mientras que las personas sordas tenemos dificultades de acceso a las lenguas orales del entorno por el hecho diferencial biológico que tiene relevancia en la conformación de la identidad. A menudo, se olvida que todas las lenguas son iguales en dignidad y que las lenguas de signos tienen el poder para hablarnos de la belleza de la diversidad humana.

   La lengua constituye un elemento fundamental de la identidad individual, así como de los grupos, y tiene una estrecha relación con la dignidad de la persona y el respeto a los derechos humanos lingüísticos. La mente está capacitada para adquirir varias lenguas desde el nacimiento, no solo una. No hay lengua más propia que la lengua de signos para transmitir las emociones más intensas, para hacer todo lo que se puede hacer con cualquier lengua. Si adquirimos la lengua de signos desde edades tempranas, podemos aprender todas las demás y ser plurilingües. Las historias nos convierten en quienes somos y, como ya dijera Chimamanda, "cuando comprendemos que nunca existe una única historia, recuperamos una especie de paraíso".

   María Luz Esteban Saiz es directora del Centro de Normalización Lingüística de la Lengua de Signos Española (CNLSE).