Actualizado 03/10/2018 15:07

"La mentira verde del consumo verde". Por Marta García Larriu, directora de Another Way Film Festival


ANOTHER WAY FILM FESTIVAL

   En la era de las 'fake news', reportajes pagados por grupos de interés, la infoxicación, medios politizados, influencers comprados... Resulta particularmente complicado ser un ciudadano y consumidor responsable. Una de las grandes preguntas que nos hacemos quienes estamos despertando a "la realidad de la era del antropoceno" es: ¿Cómo puedo caminar entre toda esta maraña de sobre información y discernir entre qué es realidad y qué es mentira?.

   Al principio me sentía entusiasmada por las nuevas ofertas de consumo verde. Me gustaba pensar que mi consumo podía ayudar a contibuir al cambio. Apoyando estas nuevas iniciativas, alejadas de las grandes corporaciones, incluso dormí mejor durante una temporada. Pero al poco, mi intuición me dijo que algo no cuadraba. Se multiplicaban las ofertas "naturales", pero no ecológicas, y aprendí que los certificados en ocasiones provenían de los propios productores.. Lo que acabó de despertarme fue el fomento del consumo de coches eléctricos. Si todos cambiáramos de coche en pro de un modelo más ecológico, ¿qué haríamos con los antiguos? Se incrementaría la actual crisis de los residuos, y esto no es precisamente muy sostenible. Por lo tanto, algo me decía que detrás de esta campaña de concienciación lo que existía realmente era un mensaje para que sigamos consumiendo de la misma manera, para que las grandes corporaciones puedan seguir con su business as usual.

   Pero antes de ahondar en ello, hablemos de una realidad. No debería existir alternativa entre comprar un café de comercio justo, o uno de "comercio injusto", productos de belleza con y sin componentes cancerigenos. Deberiamos elegir entre un cafe mas o menos amargo y un champu con un olor u otro segun nuestro gusto. Como consumidores solo debería preocuparnos el precio. Los gobiernos, junto a las ONG especializadas, deberían prohibir todo tipo de explotación injusta que perpetúe condiciones laborales deplorables, extracciones agresivas e ilimitadas a la tierra y componentes que puedan causar cualquier tipo de enfermedad. La responsabilidad de investigar, denunciar y castigar a las empresas que no cumplan unos mínimos sociales, medioambientales, y de salud no debería recaer en ninguna instancia en el consumidor. Punto.

   Si todo fuera bien y cada uno hiciera sus "deberes", cada consumidor haría una lista de la compra con cabeza. Pensar qué es lo que realmente necesito, cuántos días voy a comer en casa esa semana, qué me queda en el frigorífico, qué es lo más sano, variado y equilibrado, qué presupuesto tengo* En la sociedad actual basada en la inmediatez, dedicarle tiempo a esta sencilla tarea doméstica puede ser todo un reto. Sin embargo, como consumidora entiendo que esto es responsabilidad mía. Lo asumo. Pero.. ¿y si los comercios también hicieran su parte y eligieran vender productos comprometidos, ecológicos y justos con el entorno, sin explotación humana ni crueldad animal? Sin duda nos facilitaría muchísimo el trabajo y todos viviríamos más tranquilos.

   Pero claro, esto no es lo habitual. Cuando los consumidores preocupados por el cambio climático y el impacto medioambiental vamos a hacer la compra a cualquier establecimiento, nos toca hacer unas labores de investigación que no siempre son fáciles. Además, la información que nos llega no siempre nos ayuda. Desde foodretail.es se afirma que el 30% de*estas noticias*falsas tratan sobre alimentación y bebidas. ¿Realmente sabemos qué es lo que estamos comprando? Otro ejemplo, en su best seller Esto lo cambia todo (2015), Naomi Klein afirma que, sólo en la industria del petróleo, se invierten más de 900 millones de dólares en contra-información. Precisamente estos artículos, basados en puros intereses económicos, escritos por "renombrados" científicos, son en los que se apoyan aquellas personas que aún no creen que el cambio climático es algo real. Fake news, vaya.

   Hagamos un paréntisis para hablar del capitalismo, que en su ensencia es un sistema basado en el crecimiento del capital. Bajo este concepto parece que todo vale, la explotación de la tierra, los recursos del plantea, las personas* Así nos lo han eseñado. Además, los expertos dicen que debemos obtener un crecimiento anual del 3%. Puede sonar a poco de primeras, pero si lo pensamos esto suponría que cada 20 años se duplicaría la economía. Es decir, se duplicarían el número de móviles, de coches, armas, plásticos etc. No hace falta ser un experto para comprender que un crecimiento infinito de esta envergadura es totalmente insostenible e inviable con los recursos que ofrece este planeta.

   Por lo tanto, como ciudadano y consumidor de este sistema capitalista en que nos ha tocado vivir, ¿cómo se puede navegar entre estas aguas turbuletas, ser responsable y no perderse en el intento? La respuesta es una reducción del consumo en general, y por ende de la extracción y consumo de materias primas y energía. Parte de la solución se encuentra en la economía ciruclar, la reutilización de los productos, la apuesta por las economías colaborativas y en poner nuestro dinero en bancas éticas. Pero también se basa en entender el poder que tenemos los ciudadanos, no solo como consumidores, sino como votantes. Es importante prestar atencion a las politicas medioambientales que ofrecen los politicos y no quedarnos unicamente en la politica economica.

   Y sí, seguiré siendo escéptica. Porque definitivamente nos toca mantener los ojos bien abiertos, seguir informándonos, educándonos y sensibilizándonos ante los retos de nuestra era.

   Marta García Larriu es la directora del Another Way Film Festival, que se celebra del 4 al 7 de octubre en la Cineteca de Matadero, en Madrid.