Actualizado 21/10/2019 17:46

¿Cuándo empezar a invertir?

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Lo tienes claro: quieres empezar a invertir. El problema es que no sabes cuánto, ni por dónde empezar. El perfil de las personas que comienzan a dar los primeros pasos con sus ahorros es el de jóvenes independientes, sobre todo millenials, que después de unos años trabajando deciden poner a rendir su pequeña hucha para evitar que la inflación la termine vaciando.

La primera cuestión que se plantean es si su reducido patrimonio será suficiente para empezar, razón por la que muchos no se atreven a hacerlo. Pero la realidad es que, por poco que sea el dinero con el que se cuente, cuanto antes empecemos, mejor.

A mayor número de años, la volatilidad propia del mercado tendrá un menor impacto en nuestro dinero. Además, si vamos incrementando poco a poco nuestro capital, veremos nuestros ahorros elevarse con mayor intensidad.

Imaginemos que tenemos 1.000 € ahorrados y decidimos invertirlos. Además, mensualmente sumamos 50 €, lo que resulta en 600 € al año. Al cabo de 15 años, en 2034, si invertimos en un producto de riesgo moderado con una rentabilidad anual del 4,4%, podremos lograr 16.262 €. En cambio, si esos mismos ahorros los dejásemos parados, solo conseguiríamos reunir 10.000 €, y eso sin contar las pérdidas por la inflación, situadas en torno a un 2% anual.

¿Qué producto es el más adecuado para mí?

Una vez demostrado que por poco que invirtamos, si contamos con el favor del tiempo, conseguiremos más beneficios, nos enfrentamos al gran abanico de posibilidades que nos ofrecen los mercados financieros. Lo primordial es elegir un producto adecuado a nuestro perfil de inversor (descúbrelo aquí) y siempre conocerlo y entenderlo al detalle.

Fondos de inversión

Si no contamos con formación financiera, lo mejor es confiar en un fondo de inversión donde un gestor profesional moverá nuestro dinero de acuerdo a nuestros intereses y objetivos. Además, estos vehículos nos permiten acceder a mercados y activos que no siempre están al alcance del inversor individual.

Con un fondo de inversión nuestra cartera estará diversificada, ya que se contratan distintos productos de diferentes características, como acciones, divisas o bonos de renta fija, entre otros. También podremos estar posicionados en diferentes zonas geográficas: Europa, Estados Unidos y países emergentes, como México, Brasil, China o Turquía.

En el mercado disponemos de una gran diversidad de fondos dependiendo de nuestro perfil de inversor, desde los más conservadores, como los fondos de renta fija y los garantizados o monetarios, hasta los más arriesgados, como los que invierten en renta variable de países emergentes. Una de sus ventajas, frente a la de otros productos, es su liquidez. Es decir, podremos acceder a nuestros ahorros siempre que queramos.

Planes de pensiones

En esta misma línea, si pretendemos invertir a largo plazo, por ejemplo, de cara a la jubilación, tenemos la opción de escoger un plan de pensiones o los Planes de Ahorro Sistemático (PIAS), entre otros. Su objetivo es lograr un colchón que complemente nuestra pensión pública cuando nuestra vida laboral llegue a su fin. La ventaja de los planes es que sus aportaciones se desgravan fiscalmente hasta 8.000 euros anuales o hasta el 30% de los rendimientos netos del trabajo y de las actividades económicas.

Si contamos con formación financiera, dependiendo del riesgo que estemos dispuestos a tomar, también podemos hacerlo por nuestra cuenta. Para los más arriesgados, en la renta variable encontrarán, por lo general, mayor rentabilidad que con cualquier otro producto. Eso sí, lo harán a costa de estar expuestos a una gran volatilidad. Por ello, los expertos recomiendan diversificar y estudiar con detenimiento las opciones disponibles.

Deuda pública

Otra de las opciones que huye de los cambios bruscos es la deuda pública, una de las alternativas más seguras. Al elegir tendrás que tener en cuenta que la adquisición de la deuda de los diferentes gobiernos del mundo ofrece bajas rentabilidades (por regla general, en torno al 1%), a no ser que optes por países de menor estabilidad económica.

Se trata, en definitiva, de prestar dinero a los gobiernos a cambio de unos intereses. Cuanto más estable sea el país, menores intereses ofrecerán, ya que tendremos una mayor garantía de que nos lo devuelva. Y a la inversa: cuanto más inestable, más rentabilidad porque tendremos menos seguridad de recuperar nuestro dinero.

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