Actualizado 11/06/2019 11:42

Las ventajas emocionales de comprar

Las ventajas emocionales de comprar
ESTAR DÓNDE ESTÉS

La sociedad de consumo en la que vivimos nos envía mensajes de forma constante a través de los medios de comunicación y las redes sociales. En un mundo donde la oferta lucha por hacerse un hueco y captar a la demanda, una de las principales técnicas de marketing pasa por apelar a las emociones del individuo. El sector inmobiliario no está al margen de ello y cada vez son más habituales las estrategias de marketing emocional para llegar a los compradores potenciales y seducirlos con sus propuestas.

Seamos conscientes o no, a la hora de comprar entran en juego una serie de parámetros que van más allá de la racionalidad y que obedecen a los sentimientos y las emociones. Y es que comprar es mucho más que el acto de adquirir un bien: comprar nos produce placer.

¿Por qué nos gusta comprar?

Comprar y satisfacción van de la mano. Y para un nivel económico alto, ese placer se dispara. Para Antonio del Cerro, profesor titular del Departamento de Psicología Social y Cuantitativa de la Universidad de Barcelona, “la acción de comprar está conectada con una de las emociones fundamentales del ser humano que es la felicidad. Comprar un piso está muy relacionado con la felicidad y el bienestar”.

Este concepto de bienestar está vinculado a una explicación de tipo antropológico. Convertirse en propietario de una vivienda, ya sea un piso o una casa, satisface la necesidad de poseer “la cueva” donde crear un proyecto de vida y tener nuestra familia. Por tanto, en el momento en que compramos una propiedad ganamos en tranquilidad emocional y ganamos en estabilidad de cara al futuro.

Construir nuestro lugar ideal

Para desarrollar un proyecto de vida, es clave encontrar el lugar y las condiciones idóneas. “Al comprar una casa estoy buscando mi ‘lugar ideal’ para construir mi futuro”, apunta del Cerro, quien subraya la importancia de este concepto a la hora de materializar las aspiraciones y sueños personales.

En el caso de las viviendas nuevas, el factor emocional se relaciona muchísimo con el poder. “Yo la estreno, yo lo hago todo desde el principio y yo participo en la construcción de mi sueño”, comenta este nuevo propietario. Ese es el valor emocional que aporta. ¿Qué ocurre, entonces, con una propiedad de segunda mano? “En ese caso, yo crearé mi entorno y la construiré a mi imagen y semejanza. Aquí crearé mi bienestar”, explica Antonio del Cerro.

Cabe añadir, no obstante, que también hay un factor de riesgo que el ser humano asume cuando realiza una compra de tanto valor. “Estoy muy satisfecho aunque no puedo evitar sentir cierto grado de inquietud por la responsabilidad que implica”, confiesa Garriga. Y es que tener miedo a no poder afrontar los pagos, por ejemplo, es algo normal en opinión de del Cerro, quien apunta que los mecanismos mentales del ser humano aplacan esa sensación de angustia en pro del bienestar que produce la compra.

El placer de comprar

Decidirse a comprar una vivienda no es algo que se haga a la ligera. Una vez damos el paso, nos genera un alto grado de satisfacción. “Desde que compré la casa, me siento muy bien. Estoy más contento, me siento más enérgico y además tengo muchas ganas de disfrutarla, de pasar tiempo en ella y compartirla con la gente a la que quiero. Estoy sintiendo muchas emociones que no había vivido antes”, explica Garriga, quien hace menos de dos meses se hizo con una vivienda de tres plantas por un valor de 240.000 euros.

No cabe duda que, tal y como apunta Antonio del Cerro, “comprar es placentero”. Y si comprar es, de por sí, algo que desencadena emociones positivas, es indudable que adquirir una vivienda donde desarrollaremos nuestro proyecto de vida aportará un alto grado de satisfacción emocional.

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