Jarandilla de la Vera y Torrejoncillo se preparan para celebrar mañana las fiestas de 'Los escobazos' y 'La encamisá'

Actualizado: jueves, 6 diciembre 2007 16:44

CÁCERES, 6 Dic. (EUROPA PRESS) -

La localidad de Jarandilla de la Vera se prepara para celebrar mañana la fiesta de 'Los escobazos', declarada de interés turístico regional, al igual que hacen los vecinos de Torrejoncillo, a la espera de que comience 'La Encamisá', también en la noche de mañana, víspera de la festividad de la Inmaculada Concepción.

En el caso de "Los Escobazos", auténtica "exaltación del fuego", la celebración dará comienzo desde el anochecer del día 7, cuando los jarandillanos se van reuniendo en la plaza mayor portando grandes escobas, confeccionadas días antes, que más tarde encenderán para alumbrar la procesión y, de camino, golpear con alegría a cuantos visitantes y naturales se acerquen.

El momento cumbre de la fiesta lo inicia la procesión que acompaña al estandarte de la Virgen de la Inmaculada Concepción, que es portado por un jinete que va a lomos de un caballo en procesión por las calles de Jarandilla de la Vera y acompañado de las encendidas escobas.

"LA ENCAMISÁ" EN TORREJONCILLO

En Torrejoncillo "La Encamisa", fiesta también declarada de Interés Turístico Nacional desde hace 30 años, se inicia desde la tarde del día 7, pero es a partir de las nueve de la noche cuando los jinetes, "encamisaos", con sus caballos y cubiertos con sábanas blancas adornadas, se van congregando en la casa del mayordomo, donde se les facilitan los faroles que habrán de portar durante toda la procesión.

Los escopeteros también salen de sus casas despidiéndose con salvas y se van acercando a la plaza mayor, lugar de encuentro y espera.

Alrededor de las diez de la noche irrumpen cerca de 300 jinetes con sus respectivos caballos, aclamados por los millares de torrejoncillanos y visitantes. Las escopetas y los cohetes hacen enmudecer los vítores y la canción de esta fiesta que entonan por grupos, hasta que, por fin, el viejo reloj de la iglesia da las diez campanadas.

Es entonces cuando se abre la puerta y sale escoltado por un grupo de hombres el estandarte celeste de la Virgen Inmaculada. El estandarte llega flotando a manos del mayordomo, que lo recoge, lo alza y lo ofrece para que sea vitoreado y aclamado, e inicia el recorrido pausado por un trazado sinuoso, de gran tipismo, que da la vuelta al pueblo. En cada plazuela y en cada balcón se repiten las emotivas escenas durante las tres horas que aproximadamente dura la procesión.

Por fin, regresan a la plaza y, después de darle una vuelta ante el clamor del pueblo, el mayordomo entrega el estandarte, que a duras penas entra en la iglesia hasta el próximo año. Después, la mayoría lo festeja con vino y coquillos -un dulce típico endulzado con miel- en un ambiente de desbordante alegría.