La continuada confusión entre actores militares y humanitarios en Malí provoca ataques contra ONG y dificulta su trabajo

Mujeres con sus hijos en una clínica apoyada por MSF en Mopti
                                                                                                                           SEYDOU CAMARA/MSF
   
Actualizado: lunes, 23 julio 2018 9:47

MADRID, 23 Jul. (Por Jamal Mrrouch, coordinador de MSF en Gao, Kidal y Mopti, en Malí) -

La inseguridad empuja a la población a una situación límite. Han pasado más de cinco años desde la crisis que estalló en 2012 y tres años desde la firma del acuerdo de paz de Argel, pero la aplicación de este acuerdo --firmado por varios grupos armados de la oposición y el Gobierno de Malí-- no avanza y el conflicto se vuelve crónico.

Necesidades básicas para la población, como la salud, la protección o la nutrición no están completamente cubiertas, y los conflictos intercomunitarios alimentan la tensión y causan desplazamiento interno. La solución política está estancada y mientras tanto la comunidad internacional solo se preocupa de las operaciones militares en el norte y centro de Malí.

                                                                                                        SEYDOU CAMARA/MSF

La situación humanitaria ha seguido deteriorándose en los últimos años por varios factores. No hay lluvia, lo que afecta la cosecha y la capacidad de los malienses para alimentarse.

En la mayoría de ciudades en el centro y norte del país y sobre todo en las zonas rurales, la inseguridad provoca que los servicios básicos no funcionen correctamente. Por ejemplo, la prohibición de usar motocicletas y camionetas en el centro del país dificulta el acceso a la sanidad, ya que estos son los medios de transporte que se utilizan para llegar al centro de salud. Desde que está vigente esta prohibición, hemos registrado una disminución del 40 por ciento en las admisiones en un hospital que apoyamos en Douentza.

Además, la inseguridad en el Sahel está causando numerosos desplazamientos de población, que no tiene cubiertas sus necesidades más básicas. Según ACNUR, más de 130.000 malienses buscaron refugio en países vecinos, como Burkina Faso, Mauritania y Níger. Y dada la situación de las regiones norte y central, no pueden regresar a casa.

AUMENTO DE LA VIOLENCIA INTERCOMUNITARIA EN EL CENTRO DEL PAÍS

Desde 2013, varios grupos armado han ocupado gradualmente el centro del país y a día de hoy, Mopti es una de las zonas más tensas de Malí. Se trata de un área muy densamente poblada y diferentes grupos compiten por la explotación de la tierra.

Los enfrentamientos entre las comunidades fulani y dogon, tradicionalmente agricultores y pastores, se han complicado todavía más con la crisis. Se acusa a una u otra comunidad de colaborar con grupos armados de la oposición en la zona, estigmatizando a sus miembros. El resultado son enfrentamientos violentos, con civiles heridos y muertos.

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En este clima de tensión, los servicios estatales y las organizaciones de ayuda han abandonado la zona, porque no pueden garantizar la protección de su personal y sus operaciones frente a la criminalidad, que ha aumentado mucho en la zona durante al pasado año.

Los desafíos a los que nos enfrentamos las organizaciones humanitarias que trabajamos en el país son varios. Primero, la magnitud de las necesidades de la población. Las necesidades más básicas no están cubiertas en muchas áreas, a pesar de los esfuerzos de la comunidad humanitaria. Además, la financiación de la ayuda humanitaria es cada vez más escasa y hay muy poca presencia de organizaciones humanitarias y de desarrollo en el norte y centro del país, debido sobre todo a la inseguridad.

La criminalidad contra civiles y organizaciones humanitarias está aumentando y la violencia provoca que muchas personas, incluyendo médicos y trabajadores del sector público, huyan para refugiarse con su familia. Desgraciadamente, los civiles son un blanco cotidiano de los ataques, por razones de afiliación étnica o sospecha de vínculos con grupos armados, en un clima de impunidad.

"LAS ACCIONES PSEUDO-HUMANITARIAS DE LOS MILITARES AUMENTAN EL RIESGO DE QUE LAS ORGANIZACIONES DE AYUDA SUFRAN ATAQUES"

Por otro lado, la confusión entre actores militares y humanitarios continúa. A través de los llamados programas de "impacto rápido" y actividades similares destinadas a ganarse los corazones de la población, los actores militares organizan acciones pseudo-humanitarias. Sus vehículos son blancos, del mismo color que las ONG.

¡Esto provoca a una peligrosa confusión, dañando la imagen de la acción humanitaria! Y aumenta el riesgo de que el personal humanitario sea blanco de un ataque, ya que es más difícil convencer a la gente de su imparcialidad. A partir de ahí, se vuelve extremadamente difícil llegar a los más vulnerables.

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Sin embargo, me quedo con una nota positiva: la campaña de vacunación con antígenos múltiples que hemos llevado a cabo en Kidal ha sido algo único. Nos ha permitido poner al día la cartilla de vacunación de más de 10.000 niños menores 5 años contra enfermedades como la difteria, el sarampión, la tos ferina, la meningitis, la neumonía, la fiebre amarilla y otras enfermedades potencialmente mortales. ¡Algunos de estos niños viven en las áreas desérticas del norte y nunca habían sido vacunados!

Ha sido todo un desafío logístico, de seguridad e incluso climático, con temperaturas cercanas a los 50 grados, pero logramos crear un clima de confianza con las comunidades y los líderes comunitarios, y en colaboración con las autoridades locales y el Ministerio de Salud e Higiene Pública pudimos llevar a cabo la campaña de manera exitosa.

En Malí, los equipos de MSF trabajan en la región de Kidal y en los distritos de Ansongo (región Gao), Koutiala (región Sikasso), y Ténenkou y Douentza (región de Mopti), apoyando sobre todo la atención materna-infantil.

(Jamal Mrrouch acaba de regresar de Malí, donde ha coordinado durante más de un año el trabajo de MSF en las regiones de Gao y Kidal, en el norte del país, y de Mopti, en el centro)

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