La doble carga se ser mujer y activista en Mesoamérica

Caravana de madres de inmigrantes centroamericanos desaparecidos
REUTERS / CARLOS JASSO
Actualizado: domingo, 27 mayo 2018 7:02

"A ellos no se les acosa, no se les viola, no se les grita 'vayan a cocinar'. A nosotras sí"

MADRID, 27 May. (EUROPA PRESS) -

La defensa de los Derechos Humanos es cada vez más un trabajo de riesgo. Mesoamérica, que abarca a los países centroamericanos y México, no es una excepción: las agresiones contra sus activistas aumentaron un 30 por ciento en el periodo 2015-2016, de acuerdo con los últimos informes disponibles, y se han cebado con las mujeres, especialmente vulnerables por "el lugar que se les da social y culturalmente".

Sonia Jeannette Sánchez, activista salvadoreña dedicada a los derechos ambientales, y Sandra Peniche, defensora de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en México, han pagado con sus propios cuerpos y los de sus familias la exposición pública que implica "atacar intereses ilegítimos". "Cuando tú tocas los intereses gubernamentales, religiosos o privados que se traducen en dinero o poder es cuando empiezan los problemas", cuenta Peniche.

Peniche, como médica y sexóloga, ha dedicado toda su vida a trabajar por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. "Lo he hecho por congruencia profesional y personal", explica a Europa Press en una entrevista concedida en el marco del foro 'Miradas feministas frente a las agresiones a defensoras de los Derechos Humanos y del medio ambiente', organizado por la Iniciativa Mesoamericana de Defensoras de Derechos Humanos y Front Line Defenders, entre otros.

Se rebela contra el trato que se da a la mujeres en el sistema de salud mexicano. "Por ejemplo", aclara, "si hablamos de salud mental, a quien más medican es a las mujeres porque supuestamente están deprimidas pero no se analiza el por qué y es por la forma de vida. Tienen a su cargo muchísimas personas, tienen que hacer de todo en su casa y además no te valoran, te golpean y casi te matan, y en algunos casos te matan. ¿Cómo puede ser que alguien este feliz así?".

Peniche reacciona en el año 2000 con la apertura de una clínica en el estado mexicano de Yucatán, donde vive, dedicada a la salud sexual y reproductiva y que atiende tanto a hombres como a mujeres. "Nos dimos cuenta de que, después de todo el trabajo de concienciación, llega un momento en el que te dicen '¿y ahora dónde puedo ir para que me atiendan correctamente?'", comenta.

Sánchez, por su parte, se estrena en el activismo para frenar la construcción de una urbanización con más de 400 viviendas --"que no eran para la población local porque costaban unos 80.000 dólares"-- en El Porvenir, el bosque del municipio de Santo Tomás, en El Salvador, un proyecto inmobiliario que, según denuncia, ha drenado los recursos hídricos de los que dependen sus habitantes.

En cuatro cantones que aglutinan a la mitad de la población de Santo Tomás, indica a Europa Press, el agua solo llega en unos camiones que venden por dos dólares la cantidad diaria necesaria para cocinar y para la higiene personal, siendo insuficiente para el cuidado de cultivos y animales. En consecuencia, los vecinos han excavado pozos artesanales que han tenido que ahondar porque "con la destrucción ambiental el agua se profundiza".

"Nosotros nos involucramos porque destruir los bienes comunes es impactar en la vida cotidiana" de los vecinos de esta localidad salvadoreña y en concreto de las mujeres, dado que son ellas quienes asumen las tareas domésticas y la atención de sus mayores e hijos. Por eso, es el Movimiento de Mujeres de Santo Tomás quien encabeza la campaña para salvar El Porvenir.

EN CARNE PROPIA

Ambas subrayan que "no es lo mismo hablar de defensores que de defensoras de los Derechos Humanos". "No son los mismos riesgos los que viven las defensoras que los que viven los defensores. A ellos no se les acosa, no se les viola, no se les grita 'vayan a cocinar', 'vayan a cuidar del marido y de los hijos'. A nosotras sí", se queja la líder ecologista.

Sánchez ha sufrido en carne propia las consecuencias de su activismo. Tuvo que enfrentar dos demandas del Grupo Roble, la empresa constructora, una por paralizar las obras y otra por calumnias y difamación, en las que le pedían pagar 25.000 dólares por los daños causados. "Ellos buscaban conciliar y jamás conciliamos porque lo que querían era callarme", sostiene. Finalmente, fue absuelta.

La segunda ofensiva llega cuando agentes de Policía irrumpen en su domicilio, donde vive con sus cuatro hijas, a altas horas de la madrugada sin orden de allanamiento para incautarse de las "cosas ilícitas" que supuestamente guardaban. "Lo único que no encontramos después de recoger fue un USB en el que estaba el protocolo de seguridad a nivel personal y familiar", recuerda. Días después roban en la sede de la ONG.

"Los incidentes no acaban ahí", recalca. "El 3 de octubre del año pasado se llevan a mi hija de 14 años de la parada del autobús" para ir al instituto. Cuatro horas después, vuelve a casa "sucia y llorando". "Le dice a su hermana que han abusado sexualmente de ella, que la han violado", relata. En su declaración ante las autoridades, solo es capaz de recordar tres voces --no pudo verles la cara-- que le dijeron 'te tenemos aquí porque tu mamá denunció a los Robles'.

"Para mí fue muy duro saber que te pueden tocar lo que más quieres", confiesa. La ONG, la red salvadoreña de mujeres defensoras de los Derechos Humanos y la Iniciativa Mesoramericana les ofrecieron a ella y sus cuatro hijas abandonar el país. Se negaron: "Primero porque tenemos un arraigo bien profundo con nuestro territorio. Segundo porque te pueden mover durante cierto tiempo pero al final tienes que volver a de dónde eres".

Peniche también ha sido objeto directo de ataques. La médica mexicana denuncia que a las puertas de su clínica siempre hay miembros de los llamados grupos pro vida que vigilan a sus trabajadores y clientes --"hacen fotografías y las publican en Internet"--. El pasado 15 de marzo la escalada de tensión alcanzó un nuevo pico cuando un hombre le clavó un destornillador en la espalda "justo entre el hígado y los riñones".

"No penetró", declara aliviada. Por tratarse de lesiones leves, la Policía la intenta disuadir de presentar una denuncia formal. "Ellos insistían en que se quedara ahí la cosa y que, en caso de que yo lo pidiera, podían llevarlo a un hospital psiquiátrico porque aparentemente el tipo estaba mal de sus facultades mentales, pero me advirtieron de que, si se escapaba, ya no podrían hacer nada", dice. Está ingresado sin que la investigación policial avance.

"SEGUIMOS ADELANTE"

A raíz de estas agresiones las dos han tenido que extremar las medidas de seguridad. "Primero, es la articulación entre nosotras", apunta Sánchez. "Buscar aliadas", añade Peniche. Encargarse de que cada miembro de sus ONG sepa dónde se encuentran en cada momento y, en caso de emergencia, dar la voz de alarma en la red nacional de mujeres defensoras y en la Iniciativa Mesoamericana para "visibilizar".

El segundo paso, y quizá el más desconocido --apostilla Peniche--, es "el autocuidado". "Tenemos que cuidarnos, es decir, darnos un tiempo para que nuestra salud no se desmejore. Es tal la carga de trabajo que tenemos simplemente como mujeres que el hecho de estar en la defensa de los Derechos Humanos repeliendo toda la represión que hay en torno a nosotras es un desgaste físico, emocional, financiero y de todo tipo", ilustra.

"Y cuanto más nos desgastamos menos es lo que podemos hacer y más es lo que pueden hacer ellos (...) porque todo este asedio tiene que ver con descabezar los movimientos, con que sepas que tu integridad física está a merced de lo que otros decidan (...) porque somos nosotros, los defensores, los que podemos hacer que algo cambie para bien", sostiene Peniche. "Es bien complicado pero seguimos adelante", concluye Sánchez.

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