Iraníes paseando por Teherán
RAHEB HOMAVANDI/REUTERS
Publicado: martes, 2 enero 2018 18:20

Más de 20 personas han muerto y 450 han sido detenidas en las mayores protestas contra el régimen de los ayatolás desde 2009

LONDRES, 2 Ene. (Reuters/EP) -

Irán vive las peores protestas contra la élite religiosa y política que gobierna la nación persa desde la crisis desatada por la reelección de Mahmud Ahmadineyad en las elecciones presidenciales de 2009. Lo que ha comenzado como una protesta por las malas condiciones económicas amenaza con convertirse en una nueva insurrección contra el régimen de los ayatolás ante la que incluso éstos permanecen expectantes.

¿CONTRA QUÉ PROTESTAN?

Las manifestaciones comenzaron el 28 de diciembre en la ciudad de Mashhad, la segunda en importancia de la República Islámica, por la carestía de la vida, pero rápidamente se han extendido a Teherán y otros lugares y han cobrado un cariz político que ha puesto en alerta a las autoridades. "Muerte al dictador", se ha escuchado en alusión al líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei. "Que el Sha bendiga tu alma", han gritado otros, refiriéndose al régimen anterior.

Los iraníes esperaban un mayor progreso a raíz del acuerdo que el Gobierno de Hasán Rohaní cerró en 2015 con el Grupo 5+1 --formado por Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia y China-- para que la comunidad internacional retirara progresivamente las sanciones contra Irán a cambio de que el país limite el desarrollo armamentístico de su programa nuclear.

En términos macroeconómicos lo cierto es que la situación ha mejorado estos años. En 2017 el PIB creció un 12,5 por ciento y en 2016 la inflación pasó de dos dígitos a uno solo. Sin embargo, esta incipiente prosperidad sigue sin llegar a los iraníes, sobre todo a los jóvenes. Por ejemplo, el desempleo entre los jóvenes se ha situado este año cerca del 30 por ciento.

Otro de los motores de las protestas es la extendida corrupción, criticada con especial dureza por las nuevas generaciones que no tienen vínculos ideológicos con la Revolución Islámica de 1979, con la que los ayatolás derrocaron al Sha esgrimiendo, precisamente, que el monarca persa estaba dilapidando el dinero de los iraníes por sus lazos corruptos con Occidente.

Además, en medio de todo este descontento interno, el Gobierno iraní se ha volcado en política exterior. La potencia chií ha invertido importantes recursos en apoyar a Bashar al Assad en la guerra de Siria y a los huthis en la guerra de Yemen, así como al partido-milicia Hezbolá en Líbano y a los palestinos. Todo ello, para arrebatar a Arabia Saudí, referente suní, el liderazgo regional.

¿DESAFÍO POLÍTICO?

Este cúmulo de factores ha provocado que a medida que pasaban los días las protestas se hayan convertido en una crítica general a la actuación del estamento político y religioso, una peligrosa evolución que ha resucitado el fantasma de las protestas opositoras de 2009, el mayor desafío hasta ahora a Jamenei y los suyos.

La principal diferencia con las manifestaciones de hace nueve años es que (por ahora) no hay un líder claro detrás de las movilizaciones callejeras. Según datos oficiales, el 90 por ciento de los detenidos son menores de 25 y los vídeos difundidos por redes sociales muestran a una masa de jóvenes clamando contra la élite gobernante.

El hecho de que ningún partido o dirigente político haya respaldado abiertamente las protestas es un arma de doble filo. Por un lado, supone un alivio para las autoridades iraníes, pero, por otro, dificulta la actuación de las fuerzas de seguridad porque no hay un objetivo concreto contra el que se pueda actuar para desactivar las manifestaciones.

Las fuerzas iraníes han reprimido las manifestaciones pero el Gobierno no ha recurrido a la Guardia Revolucionaria o a la poderosa milicia Basij, fuerzas de élite. Los analistas han achacado esta mesura inicial al temor a que una respuesta desproporcionada actúe como revulsivo.

Pese a ello, en apenas una semana, se calcula que una veintena de personas han muerto y más de 450 han sido detenidas. El presidente del Tribunal Revolucionario de Teherán, el hoyatoleslam Musa Qazanfarabadi, ha advertido de que "cada día que pase los detenidos se enfrentarán a penas más severas" porque "serán considerados alborotadores".

¿MOTOR DE CAMBIO?

Algunos mandatarios internacionales ya han querido ver en esto una especie de 'primavera persa'. A la cabeza, el presidente estadounidense, Donald Trump, para quien "ha llegado la hora del cambio". "El gran pueblo iraní ha estado reprimido durante años. Están hambrientos de comida y libertad", ha escrito en su cuenta oficial de la red social Twitter.

En la misma línea se ha pronunciado el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. "Los valientes iraníes están saliendo a las calles. Quieren libertad. Quieren justicia. Quieren las libertades básicas que se les han negado durante décadas", ha afirmado.

Desde Europa, la portavoz comunitaria Catherine Ray se ha limitado a instar a las autoridades iraníes a respetar "el derecho a la libertad de expresión y a la manifestación pacífica", un discurso que también han hecho suyo los gobiernos de Francia y Alemania.

En un tono más crítico, el Gobierno de Theresa May en Reino Unido ha pedido a Irán que aproveche esta oportunidad para permitir "un debate significativo" sobre "los asuntos importantes y legítimos" que han puesto sobre la mesa los manifestantes.

La República Islámica ha exigido respeto a sus asuntos internos y Jamenei, en una primera reacción 'tuiteada', ha responsabilizado a "los enemigos de Irán" --"los occidentales, los orientales, así como los reaccionarios en la región"-- de las revueltas antigubernamentales. Se dirigirá a sus compatriotas "cuando sea el momento adecuado", ha aclarado.

Más noticias

Leer más acerca de: