Las huellas de la violencia sexual en República Democrática del Congo

Desplazados internos en la región de Kasai
REUTERS / THOMAS MUKOYA
Actualizado: viernes, 2 noviembre 2018 17:58

"Sentí que mi corazón se había roto, que se había dividido en dos", cuenta una de las víctimas

MADRID, 2 Nov. (EUROPA PRESS) -

Más de 2.600 personas han sido atendidas en los últimos 15 meses por equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) en la ciudad congoleña de Kananga, ubicada en la convulsa región de Kasai Central y escenario de unos choques que se han llevado por delante la vida o la dignidad de miles de mujeres, hombres y niños en situación de vulnerabilidad.

Los datos, referentes al periodo transcurrido entre mayo de 2017 y septiembre de 2018, "son solo un reflejo del alto nivel de violencia que ha persistido en Kasai desde el año pasado", en palabras del coordinador general de MSF en República Democrática del Congo (RDC), Karel Janssens.

De las 2.600 personas tratadas por MSF, ocho de cada diez declararon que habían sido violadas por hombres armados. Treinta y dos de estas víctimas eran hombres, algunos de los cuales aseguraron que habían sido obligados a violar a vecinos, mientras que otros 162 eran niños con menos de 15 años --22 menores de cinco años--.

Pitshou cuenta que, tras sufrir un trato propio de "esclavos", tuvo que hacer cosas "horribles" para los hombres armados que atacaron su pueblo. "Nos obligaron a violar a varias de las 'madres' (mujeres) de nuestro pueblo (...) Todos los jóvenes de la aldea fuimos obligados. Si alguien no lo hacía, era asesinado", relata.

Otra de las víctimas, Mamie, explica a MSF que fue violada junto al cuerpo decapitado de su esposo, en presencia de sus hijos. Por aquel entonces, tenía cinco hijos, pero los asaltantes mataron a dos de ellos antes de llevarse todas las pertenencias y forzar a la familia a huir.

Cuando decidió regresar a Kananga junto a otras mujeres, sufrió un nuevo episodio de abuso: "Mientras estábamos de camino, antes de llegar, nos enfrentamos a hombtres armados. Una vez más, nos violaron. Eran tres". Tras esconderse, dio con los equipos de MSF, que le terminaron confirmando que tenía VIH.

"SENTÍ QUE MI CORAZÓN SE HABÍA ROTO"

A Anny la violencia le sorprendió en marzo de 2017, cuando se encontraba en casa con uno de sus seis hijos, de cuatro años. Fue violada por cuatro hombres y, después de este abuso, que quedó sin comer ni beber, traumatizada por lo que había vivido.

"Sentí que mi corazón se había roto, que se había dividido en dos. Cuando preparaba comida para mis hijos (yo todavía no podía comer nada) y escuchaba alguna cosa caer, me estremecía y mi corazón roto latía muy rápido", dice Anny, cuyo esposo también murió asesinado en su camino de vuelta a casa desde la frontera con Angola, donde trabajaba.

Cuando ya sabía de la ayuda brindada por MSF y antes de ir al hospital, en una aldea cercana sufrió una violación en grupo de la que no pudo escapar: "Me atraparon y me arrastraron a la maleza, donde me atacaron. Recuerdo que había alguien gritando cerca mientras me violaban". Tras este ataque padeció dolores en la parte baja del abdomen y no podía caminar bien ni comer.

La utilización de los hijos es una práctica recurrente en este tipo de situaciones, como queda de manifiesto en el caso de Cécile, que intentó en vano encerrarse junto a su marido y su hija después de escuchar los primeros gritos. "Amenazaron con matar a mi marido y trataron de obligarlo a violar a nuestra hija de 17 años. Se negó y lo asesinaron. Luego nos violaron a nuestra hija y a mí", relata.

VIDAS DESTRUIDAS POR LA VIOLENCIA

Las cifras recabadas "son solo un reflejo del alto nivel de violencia que ha persistido en Kasai desde el año pasado", ha advertido Janssens, que teme que los datos reflejen solo una parte de un problema mayor, efecto de una inestabilidad que se remonta a 2016 y que aún persiste a día de hoy.

Los equipos de MSF ofrecen atención psicológica a los pacientes más traumatizados, en muchos casos porque a la violencia sexual se han sumado otro tipo de abusos. Más de la mitad de los 835 pacientes que acudieron a consultas individuales afirmó que al menos un miembro de su familia había sido asesinado o que sus casas y pertenencias habían sido saqueadas o destruidas.

Janssens ha apuntado que los "impactantes" testimonios recabados durante 15 meses demuestran "hasta qué punto la violencia ha destruídas las vidas y las comunidades de estas personas y lo difícil que les va a resultar superarlo y seguir adelante".

La coordinadora del proyecto de MSF en Kananga, Francisca Baptista de Silva, ha señalado que "la protección para las víctimas, sean niños o adultos, y la asistencia socioeconómica siguen siendo desafíos clave, ya que la existencia de servicios apropiados es muy limitada".

La ONG, que centró su labor en Kasai en un primer momento en la cirugía de pacientes con traumatismos, ha terminado enfocándose a la respuesta frente a la violencia sexual, hasta el punto de atender una media de más de 200 víctimas al mes.

Sin embargo, no todos los casos llegan a manos de MSF poco después de que se produzcan los abusos. En este sentido, la organización considera "muy preocupante" que tres de cada cuatro víctimas solo se presentan para trecibir atención médica un mes o más después de sufrir el ataque, la mayoría de ellos porque desconocían esta opción o porque carecían de medios para viajar a los centros que la ofrecen.

La ONG trabaja para revertir estas demoras, en la medida en que es "imprescindible" que las víctimas reciban atención médica dentro de las 72 horas posteriores a la violencia. Este plazo es clave para garantizar una protección eficaz contra las infecciones de transmisión sexual, como el VIH.

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