Un laberinto de alianzas enquista la campaña en Idlib tras el fracaso de la ofensiva de Al Assad y Rusia

Funeral en Idlib (Siria)
Funeral en Idlib (Siria) - REUTERS / JALIL ASHAWI - Archivo
Publicado: sábado, 13 julio 2019 9:29

La estrecha relación entre Rusia y Turquía impide al presdiente sirio arrasar el último gran bastión rebelde del país

BEIRUT/AMÁN, 13 Jul. (Reuters/EP) -

El presidente sirio, Bashar al Assad, se ha encontrado en el noroeste del país con algo que parecía impensable hace cuatro años, cuando su aliada Rusia se incorporó definitivamente al conflicto en la república árabe: un muro infranqueable.

Allí se encuentra la provincia de Idlib, último gran bastión del grupo terrorista del antiguo Frente al Nusra y de los rebeldes sirios; el lugar donde se les permitió escapar a estos últimos a cambio de ceder sus posiciones en varios puntos del país, y donde Al Assad esperaba concentrarlos y barrerlos de una vez por todas gracias al respaldo de la temible Fuerza Aérea de Rusia. Pero es 2019 y la situación no solo sigue tal y como estaba, sino que los rebeldes han conseguido incluso avanzar en sus posiciones.

El motivo es conocido por todos pero nadie quiere decirlo en voz alta: Turquía está colaborando con los rebeldes sirios, a los que proporciona, entre otras municiones, eficaces misiles antitanque que impiden un avance por tierra tras los bombardeos rusos. "Si usan incluso esos misiles para atacar a la infantería, significa que les están abasteciendo bien", explica un comandante rebelde bajo condición de anonimato.

La campaña de Idlib, que comenzó en abril, pone de manifiesto una vez más la compleja realidad que distorsiona las alianzas en Siria, particularmente en el noroeste, donde Turquía tiene fuerzas desplegadas de acuerdo con Rusia e Irán, los dos grandes aliados internacionales de Al Assad. Turquía auxilia a la oposición, pero no puede condenar a Rusia por atacar a los rebeldes y a la población civil de la zona, por miedo a las consecuencias que pudiera tener para sus relaciones bilaterales.

Para Moscú el sentimiento es mutuo, hasta el punto de que altos responsables del Gobierno turco aseguran que el Kremlin ha prohibido terminantemente al Ejército sirio que ataque a las fuerzas turcas desplegadas en territorio bajo control de las autoridades de Damasco.

Y mientras, Irán ha preferido mantener un perfil bajo en esta campaña, frente al papel crucial que desempeñó hace unos meses para ayudar al Ejército sirio a conquistar territorios cerca de las fronteras de Irak, Líbano e Israel.

Se cree que Irán ha entrado en el conflicto con una misión estabilizadora para garantizar la integridad territorial de Siria, algo que beneficia a sus intereses, en particular cuando Estados Unidos tiene fuerzas en el territorio.

Es más, las perspectivas de nuevos avances del Ejército sirio no solo están enturbiadas por la presencia de Turquía en el noroeste, sino por el despliegue actual de las fuerzas estadounidenses en el este y en el noreste del país, apoyando a los combatientes kurdos, enemigos simultáneos del terrorismo yihadista que participa en el conflicto, y de la propia Turquía.

Ocho años después del inicio de la guerra, Siria está fragmentada en zonas de infuencia estadounidense, rusa, turca e iraní. "Varios frentes que van a seguir así mucho tiempo, sin que ni el régimen ni sus aliados tengan las ganas ni la capacidad de cambiar sus líneas", explica un diplomático occidental bajo condición de anonimato.

BATALLA SIN FIN

La ofensiva sirio-rusa ha conseguido que los yihadistas del antiguo Frente al Nusra, ahora Frente Tahrir al Sham, hayan unido fuerzas con los rebeldes para repeler los ataques.

Sin embargo, la alianza entre ambas facciones tampoco termina de encajar. Los analistas de medios como 'The Independent' conciben a esta organización como "la versión inteligente de Estado Islámico", una que ha decidido avanzar poco a poco y consolidar sus posiciones en lugar de apropiarse de una sola vez con una gran franja de terreno incapaz de defender.

Tahrir al Sham, oficiosamente, forma parte de la frágil estructura de gobierno que existe en Idlib, el Gobierno de Salvación Nacional de Siria -- a su vez no reconocido por el principal grupo de oposición política a Al Assad, la Coalición Nacional para las Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria --.

Sin embargo, los residentes denuncian que están consolidando su dominio sobre la provincia con la misma brutalidad que Estado Islámico, imponiendo su versión más extrema de la ley islámica.

Junto a ellos conviven grupos rebeldes como Jaysh al Izza, el Ejército de la Gloria, coordinado con otras facciones para repeler los ataques sirios. Su comandante, Mustafá Bakur, pronostica un largo y cruento conflicto.

"Esta batalla se ha convertido en un 'rompehuesos'" asegura, antes de insistir en que la razón está de su parte y que tanto Siria como Rusia están violando los términos y condiciones de la zona desmilitarizada pactada por Moscú y Ankara para proteger a la población civil.

No ha servido de nada. Al menos 544 civiles, entre ellos 130 niños, han muerto desde el inicio de la ofensiva en la provincia, según la red de activistas del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos. De acuerdo con la ONU, al menos 300.000 personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares a zonas más cercanas a la frontera con Turquía. Para el director del Observatorio, Rami Abdulrramán, esta campaña ha sido "un miserable fracaso de Rusia y Siria".

La campaña se ha distinguido por dos fases. La primera de finales de abril, dominada por el Ejército sirio con una ola de bombardeos que precedió a la captura de una veintena de localidades. Lo que parecía el prolegómeno de la victoria definitiva se vio interrumpida por el contraataque efectuado en junio por los rebeldes y los yihadistas, que no solo recuperaron estas zonas -- en parte porque la infantería no pudo entrar -- sino que se apropiaron de zonas adicionales.

Ankara entró en acción en algún momento del mes de mayo, no solo por los intereses mencionados, sino por temor a una nueva ola migratoria de refugiados sirios. Más de 3,6 millones viven ya en Turquía, y una nueva llegada sería insostenible.

Así que mientras acusa al Gobierno sirio de atacar deliberadamente a la población civil y a sus puestos militares en Idlib, Turquía mantiene su apoyo público a Rusia y reitera su disposición a cooperar con el Kremlin en el noroeste, sobre todo cuando está recibiendo ya un sistema de defensa antiaérea S-400 por parte de Rusia. El mismo sistema por el que Estados Unidos podría incluso acabar sancionando al Gobierno de Ankara.

Las perspectivas son aciagas. Un contratista privado ruso asegura bajo el anonimato que los rebeldes de Idlib son mucho más profesionales y están mejor entrenados que sus adversarios, y que la situación está escalando a tal punto que Moscú podría verse obligada a intervenir con infantería.

Fuentes diplomáticas occidentales coinciden en que el Gobierno sirio ha sufrido demasiadas bajas para tan pocas victorias. "La verdad es que para ellos ha sido una vergüenza", explica. A su entender, Turquía quiere enviarles un mensaje entre líneas. "Si quieren Idlib, tendrán que negociar".

Por su parte, otra fuente regional próxima a Damasco cree que la relación turco-rusa es ahora mismo el único freno que impide a Al Assad lanzar un asalto arrasador. "Está claro que el régimen tiene muchas ganas de recuperar Idlib por la fuerza, pero sabe que no puede hacerlo sin los rusos. Esto puede ser un conflicto limitado en alcance, pero está claro que va a durar mucho tiempo", avisa.

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