BEIRUT, 30 Nov. (EP/AP) -
El primer ministro libanés, Fuad Siniora, aseguró hoy que no permitirá la celebración de una manifestación pacífica convocada para mañana por la milicia chií libanesa, Hezbolá, para derrocar a su Ejecutivo.
"No permitiremos el derrocamiento del sistema democrático, sus cimientos y sus isntituciones. Nos quedamos en nuestro sitio", explicó Siniora en un mensaje televisado y dirigido a la nación. En este sentido, instó a los libaneses a no reunirse a espaldas de su debilitado Gobierno, ya que, insistió, sólo el Parlamento puede destituirle de su cargo y mandato. No obstante, tendió la mano a sus oponentes para tratar las disputas, ya que, reiteró, sólo a través de un proceso político se puede derrocar al actual Ejecutivo libanés. "No hay manera de traer abajo al Gobierno excepto mediante el Parlamento, que confiere la confianza. Cualquier otra cosa no tiene legitimidad, (es) irisorio, viola la Consitución y (consitutuye) un golpe", aseguró el primer ministro libanés.
Además, advirtió de que, aunque los manifestantes tienen derecho a pronuniarse, su Gobierno no permitirá "de ninguna manera" ningún ataque contra propiedades públicas ni privadas, algo que las Fuerzas de Seguridad del país temen que ocurra mañana.
Por otra parte, explicó que los próximos días son "decisivos para el presente y el futuro de Líbano" y urgió a los libaneses a "apoyar a su Gobierno para preservar la coexistencia nacional".
Siniora hizo estas declaraciones poco después de subrayar que la democracia en Líbano peligra, en clara contestación a la convocatoria de la manifestación por Hezbolá. "La independencia de Líbano está amenazada y su sistema democrático está en peligro", aseguró.
"No tengáis miedo y no desesperéis. Contamos con una causa justa", incidió, y, en este sentido, subrayó que las amenazas no amedrantarán al pueblo libanés. "Las amenazas no nos cambiarán. Maniobras y ultimátums no nos atemorizarán", agregó.
El Ejecutivo de Siniora, respaldado por Estados Unidos y por la mayoría antisiria en el Parlamento, lleva haciendo frente a un impás político en la lucha por el poder contra Hezbolá, respaldado por Siria e Irán.
