Niños en Duma (Siria)
REUTERS
Actualizado: martes, 13 marzo 2018 17:49

"Uno de mis familiares vio una vez una manzana y no sabía lo que era, le daba miedo", cuenta un testigo desde Ghuta Oriental

MADRID, 13 Mar. (EUROPA PRESS) -

La guerra de Siria cumple siete años con niveles de muertes y desplazamientos sin apenas precedentes, hasta el punto de que unos 250 niños huyen cada hora de la violencia, según datos de la ONG Save the Children, que ha recogido testimonios de algunas de las víctimas de un conflicto que ya suma cientos de miles de fallecimientos.

Desde mediados de 2017, mueren cada día en Siria al menos 37 civiles, lo que supone un aumento del 45 por ciento y evidencia el "fracaso absoluto" de las iniciativas internacionales adoptadas en el último año, entre ellas de las denominadas 'zonas de distensión'.

Así figura en el informe 'Voces desde la zona de peligro en Siria', con el que Save the Children da la palabra a quienes han sufrido la guerra en primera persona en regiones como Idlib o Ghuta Oriental, escenario de algunas de las mayores escenas de violencia durante las últimas semanas. Los nombres no concuerdan con las identidades reales para proteger a estos testigos.

"Hubo un bombardeo cerca de mi casa el mes pasado. Treinta personas murieron y había muchos niños. Mis vecinos tienen un hijo de cuatro años que ahora está aterrado, se niega a ir a la escuela, no quiere estudiar y ni siquiera sale de casa", cuenta Tarek, un padre de familia residente en Idlib.

Foto:  Syria Relief/ Save the Children

Desde esta misma zona, Aseel relata que "los niños chillan y gritan cada vez que pasa un avión". Esta madre explica que "tienen miedo y se esconden", ante el temor de lo que podría ser un nuevo ataque aéreo.

Las escenas se repiten en Ghuta Oriental, un enclave controlado por los rebeldes a las afueras de Damasco y donde unas 400.000 personas han permanecido atrapadas ante el asedio --y ahora intensa ofensiva-- de las fuerzas leales al régimen de Bashar al Assad.

Así, los niños que antes "soñaban con subirse a un avión para viajar", ahora "les tienen fobia", explica Yaman. Parte de su miedo procede de los "cohetes elefante", un tipo de armamento bautizado de esta forma por el sonido que emite y que muchos de los menores plasman en sus dibujos: "Se imaginan un elefante volador que cae a la tierra y lo destruye todo".

Para miles de personas, la única opción es huir, bien a otra zona de Siria o a países vecinos. El número total de desplazados y refugiados supera los once millones y Save the Children advierte de que no cesa de aumentar, con cientos de desplazamientos de media cada hora.

En toda Siria, más de un millón de personas huyeron de sus casas en el último trimestre de 2017. La escalada de violencia en Idlib ha empujado a 385.000 personas a abandonar sus hogares desde mediados de diciembre de 2017 y el número de niños desplazados ronda los 3.500 diarios, según los datos recopilados por la ONG.

"El nuestro era un pueblo tranquilo, pero fue atacado", explica Haya, vecina de Idlib y que vio ante sus ojos cómo "se masacraba a los niños". "Huimos dejando atrás todas nuestras pertenencias. Nos llevamos a nuestros hijos y nos fuimos a la montaña de Al Zawya, pensando que era una zona tranquila, pero también ha habido masacres", añade Haya, cuya familia terminó moviéndose de nuevo dos veces más hasta terminar a las afueras de Alepo, "en casas abandonadas".

LA CRUELDAD DEL HAMBRE

Más de dos millones de personas, la mitad de ellas niños, viven en zonas completamente sitiadas o donde la ayuda humanitaria apenas llega --el régimen sirio ha rechazado al menos 125 convoyes con víveres y suministros--. Como consecuencia, la malnutrición infantil ha alcanzado niveles máximos y muchos de los civiles se ven abocados a comer lo poco que tienen a su alcance para sobrevivir.

"Algunos niños nacieron bajo asedio y ahora tienen cuatro años", dice Akram, un cooperante que trabaja en Ghuta. "Uno de mis familiares vio una vez una manzana y no sabía lo que era. Le daba miedo. No hay electricidad en Ghuta, así que los niños ni siquiera pueden ver manzanas en la televisión", añade.

El desconocimiento también se extiende a otras frutas teóricamente comunes, explica Akram, al recordar cómo "un niño se comió un plátano sin pelar porque no sabía que primero había que pelarlo".

Por su parte, Bassel, profesor, también cuenta que ha visto a niños esconder el pan que reciben por el desayuno. "¿Por qué esconderías un trozo de pan? Porque podría no haber para la próxima comida", explica.

Una familia pequeña, de tres miembros, necesita actualmente unos 600 dólares para cubrir sus necesidades básicas de mano, dos comidas al día, combustible y utensilios básicos de limpieza, pero los que tienen la suerte de tener algún ingreso apenas ganan 100 dólares de media.

"Vemos alegría en la cara de los niños cuando reciben una galleta. Le dimos a un niño un bocadillo y no se lo comió, lo escondió. Cuando le preguntamos por qué, nos contó que su hermano estaba hambriento en casa y que quería compartirlo con él", relata Hayyan desde Ghuta Oriental.

SE VIOLAN LAS NORMAS MÁS BÁSICAS

A los bombardeos indiscriminados contra poblaciones civiles y a la negación sistemática de la ayuda se suman también los ataques constantes contra instalaciones teóricamente protegidas por el Derecho Internacional. En 2018, los ataques contra instalaciones médicas y ambulancias son casi diarios --en cinco días de febrero hubo 24 solo en Ghuta--, mientras que los abusos son también recurrentes en el caso de los centros educativos --más de 60 escuelas de Ghuta han sufrido daños entre enero y febrero--.

Hany, de 11 años, describe el momento en que su colegio fue atacado en Idlib: "La profesora estaba de pie delante de la ventana y nos dijo que iba a buscar bolígrafos y papel, (pero) antes de que pudiera salir sufrió una herida en la cabeza y vimos que estaba muerta".

En Ghuta, el miedo a nuevos ataques ha llevado a la mayoría de las escuelas a proseguir sus actividades en sótanos. "No hay ninguna en la superficie porque hay riesgos para la seguridad de los niños. Aun así, siguen siendo bombardeados en la escuela o de camino a casa", lamenta Areej, cooperante de la zona.

Los testimonios de desolación se repiten en el caso de la escasa atención sanitaria, con médicos de Ghuta obligados a realizar prácticas básicas "de forma primitiva". Los hospitales de Idlib tampoco pueden atender siquiera a los niños malnutridos, "dados de alta por falta de medicinas", mientras que se suceden los abortos de madres incapaces de comer lo suficiente para que el embarazo prospere o nacimientos de bebés muy por debajo del peso recomendado.

Save the Children ha instado a todas las partes a cumplir "plena e inmediatamente" la resolución de la ONU que ordena poner in a la violencia en la región de Idlib y de Ghuta Oriental y a permitir la distribución de la ayuda, así como de la evacuación de los heridos.

La ONG, que reclama una "solución política" a la crisis", ha reclamado también que los responsables de los numerosos abusos rendirán cuentas de sus actos. Así, insta a "garantizar que se llevará ante la justicia a quienes violen los derechos de la infancia mediante investigaciones independientes, sobre todos los ataques a colegios y hospitales y el resto de violaciones del Derecho Humanitario Internacional".

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