Las niñas de la parte anglófona de Camerún, atrapadas como esclavas domésticas en las ciudades

Camerún.- Las niñas de la parte anglófona de Camerún, atrapadas como esclavas domésticas en las ciudades
REUTERS / ZOHRA BENSEMRA - Archivo
Publicado: lunes, 3 junio 2019 12:02

Otras menores terminan en la prostitución para poder sobrevivir

DUALA (CAMERÚN), 3 Jun. (Thomson Reuters Foundation/EP) -

Landa, de 14 años, se levanta cada día a las 4.00 para lavar los platos y barrer el suelo antes de alimentar y vestir a los hijos de su jefe para la escuela, a la que ella no tiene permiso para asistir.

Lleva trabajando como sirviente interna, sin cobrar, desde hace un año en la capital comercial de Camerún, Duala, desde que el conflicto separatista obligó a su familia a huir de su localidad natal en el suroeste.

La madre de Landa, sin trabajo y que vive con un primo, confió a su hija a una pareja rica que prometió enviarla a la escuela a cambio de que cuidara de sus hijos. Pero como a muchos, la engañaron.

"Hago todo. Friego los platos, hago la colada, friego el suelo. No duermo hasta que todo el mundo está en la cama", cuenta Landa, cuyo nombre ha sido cambiado para su protección. Su situación está muy lejos de su sueño de pilotar aviones o ayudar a alumbrar bebés cuando terminara la escuela.

Landa es uno de los miles de niños que se han visto desarraigados por el conflicto en las dos regiones de habla anglófona en el oeste de Camerún, donde las protestas pacíficas contra el Gobierno por el abandono de esta parte del país degeneraron en un conflicto ante la virulenta respuesta de las autoridades en 2017.

Ya era algo común que las chicas de las regiones de habla inglesa, cuya población hace tiempo que se sentía marginada, trabajaran como sirvientas en las dos principales ciudades del país, Duala y Yaundé.

VULNERABLES A TRABAJAR COMO ESCLAVAS DOMÉSTICAS

Pero el conflicto a forzado a más menores a trabajar y las ha dejado vulnerables a condiciones similares a la esclavitud mientras numerosas escuelas han cerrado y las familias se enfrentan a la pobreza, según denuncian los grupos locales de Derechos Humanos.

El Gobierno lo niega, asegurando que muchos niños desplazados han sido bienvenidos por familias de acogida e inscritos en la escuela en Duala, Yaundé y otras ciudades y que el maltrato a trabajadores domésticos no es un problema en Camerún.

"Camerún es un país de derechos donde este tipo de práctica, si existiera, sería severamente castigada en virtud de nuestra legislación", asegura el Ministerio de Comunicaciones en un comunicado.

Sin embargo, un activista estima que cientos de niñas de la zona de conflicto, como poco, están atrapadas en la servidumbre doméstica en las principales ciudades.

"Muy a menudo prometen a los padres educar a sus hijas, cuidar de ellas y ofrecerles un futuro mejor", explica Thomas Ngoh Mudoh, presidente del Club de Defensa de los Derechos Humanos, una ONG nacional. "Pero el 95 por ciento de las veces, este no es el caso. Estas niñas, inocentes y manipulables, se convierten en esclavas domésticas", denuncia.

ALGUNAS SON VIOLADAS Y GOLPEADAS

Las chicas a menudo trabajan sin descansar y algunas son violadas o golpeadas, añade. Si reciben un sueldo, a menudo es arroz, sal o aceite que es enviado a sus familias en la zona de conflicto.

Los adolescentes varones que han huido del conflicto también trabajan, en ocasiones en obras o recogiendo botellas de plástico, mientras que otros tienen que apañárselas solos en las calles.

La crisis ha forzado a medio millón de personas a abandonar sus hogares y ha dejado a 1,3 millones de personas necesitadas de ayuda, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA).

Las fuerzas de seguridad han empleado tácticas de mano dura para aplastar la rebelión, que han incluido la destrucción de escuelas, centros de salud y localidades enteras, según un comité de Derechos Humanos de la ONU. Los separatistas también han cerrado escuelas en el marco de sus protestas y han sido acusados de secuestras a decenas de niños.

OBLIGADA A HUIR POR EL CONFLICTO

Landa iba a la escuela en el departamento de Manyu hasta hace dos años, cuando los enfrentamientos entre separatistas y el Ejército llegaron a su localidad. Ella y su familia huyeron mientras las viviendas ardían.

Apenas podían sobrevivir, viviendo siete en una única habitación, cuando la madre de Landa enfermó y su situación se tornó aún más desesperada. La oferta de empleo significaba una boca menos que alimentar.

"Mi madre aceptó. Yo no iba a la escuelas de todas formas y mi jefe prometió enviarme más adelante", recuerda Landa. Su jefe, que es propietario de dos tiendas de ropa, asegura a Thomson Reuters Foundation que enviará a la niña a la escuela el próximo año. "Este año no podía porque los niños estaban muy enfermos y no había dinero", argumenta.

Pero la familia compró recientemente un coche nuevo y pintó su apartamento, según Landa, que quiere terminar sus estudios. Antes del conflicto, soñaba con ser piloto o matrona.

TRABAJAR COMO SIRVIENTA MEJOR QUE VIVIR EL CONFLICTO

Otras niñas y padres de chicas que han dejado sus casas consideran la servidumbre como un precio aceptable que pagar a cambio de seguridad. "Estar empleada en una casa es mejor que nada. Ya no escucho los disparos ni los gritos", restalta Katia, de 18 años, quien huyó de la región noroeste hacia Yaundé el año pasado.

Aunque la regañan y humillan el trabajo y solo gana 5.000 francos CFA (poco más de 7,6 euros) al mes, su jefe también la alimenta y le da ropa vieja.

"Al menos allí, están en casas", destaca una esteticista con familiares que han ido a las ciudades a trabajar como criadas. "Incluso si las maltratan, no es grave. Es la escuela de la vida", comenta desde su casa en Buea, capital de la región Suroeste.

LA OTRA ALTERNATIVA, LA PROSTITUCIÓN

Para muchas chicas, la alternativa al trabajo doméstico es la prostitución, aseguran las víctimas, familias y activistas. El Gobierno sostiene que estas informaciones son infundadas. A la caída de la noche, en el barrio de Bonaberi de Duala, los bares están llenos de chicas, muchas con cara de niñas.

"La tasa de prostitución ha aumentado. Encontramos a muchas chicas jóvenes anglófonas que han huido d ela crisis que se han quedado sin dinero ni recursos", cuenta Bibiana Mbuh Taku, cofundadora de una asociación para el empoderamiento de la mujer llamada Otabong.

Taku intenta conseguir donativos para la escolarización de las niñas, pero reconoce que es difícil. Incluso en su círculo educado, sus amigos buscan con frecuencia a chicas jóvenes para que hagan el trabajo doméstico. "Les explico que eso es esclavitud. Deben entender que el lugar de una niña está en la escuela, no en el hogar", subraya.

Felicity, de 15 años, gana 10.000 francos CFA (algo más de 15,2 euros) al mes trabajando como ama de llaves, dinero que envía a su madre y hermanos pequeños, refugiados en Duala. Su hermana, de 17 años, trabaja en las calles.

"Es duro. Me amenazan y trabajo mucho. Una vez incluso me desmayé porque no había tenido tiempo para comer", relata, durante un inusual descanso dominical en el que la han dado cuatro horas libres para visitar a su madre en las afueras de Duala.

Su madre, de 53 años y divorciada, asegura que no quería esa vida para sus hijas pero tuvieron que huir de su casa en el Suroeste sin nada y no tenían otra forma de comer. "Debido a la crisis anglófona, soy una sirvienta y mi hermana mayor vende su cuerpo", resume Felicity. "Somos las esclavas de esta sucia guerra", lamenta.

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