Los damnificados salen a las calles y aseguran que un año después de la tragedia siguen "igual"
LIMA, 15 Ago. (EUROPA PRESS) -
El departamento peruano de Ica recibió hoy el primer aniversario del devastador terremoto del año pasado ensordecido por el ruido de las cacerolas y manifestaciones de damnificados que exigen al Gobierno rapidez en las labores de reconstrucción y más ayudas.
Los manifestantes llegaron hasta la plaza principal de Pisco, la ciudad más afectada por el terremoto que hace un año provocó la muerte de más de 500 personas y la destrucción de miles de viviendas. La zona luce aún como un territorio bombardeado.
"Ha pasado un año y seguimos viviendo igual. No hemos tenido apoyo casi de nada", dijo María Elena Chamochumbi, de 54 años, quien marchó durante la madrugada por las calles del puerto costero de Pisco en camisón como señal de protesta.
"Las ollas están vacías y el Gobierno no nos ayuda... Nadie se acuerda de nosotros", dijo por su parte Nini Apumayta, de 58 años, mientras hacía sonar una cacerola, según informa la agencia Reuters.
El Gobierno de Alan García afirma que hasta la fecha se ha invertido en la reconstrucción de las zonas afectadas 1.123 millones de soles (unos 384 millones de dólares). Pese a ello, muchos damnificados en Pisco aún viven en pésimas condiciones.
A los ruidos de las cacerolas en la protesta, vigilada por cientos de policías que llegaron de Lima, se sumaron gritos de "Alan mentiroso" y bocinazos de decenas de vehículos y mototaxis que también desfilaron por las calles.
Un sondeo de la Pontificia Universidad Católica del Perú mostró esta semana que la mayoría de los habitantes de la capital peruana perciben como ineficiente la atención del Gobierno del presidente García a los damnificados del sismo.
García, cuya popularidad registra desde hace meses una fuerte caída debido principalmente al alza del costo de vida, calificó esta semana como injusto que algunos peruanos afirmen que su Gobierno no ha hecho nada por reconstruir las zonas afectadas por el terremoto.
Dalia Miranda, de 30 años, habita en una pequeña carpa de lona junto a su esposo y sus dos hijos en una polvorienta zona de la ciudad. A falta de baño, utilizan un balde para sus necesidades, mientras que comparten una cocina con otras tres familias.
"Prometieron que antes del 15 de agosto ya íbamos a estar reubicados, que nos iban a dar un terreno, un módulo y un bono para construir, pero hasta el día de hoy nada", dijo Miranda, quien trabaja eventualmente como lavandera.
