Zimbabue cumple un año sin Mugabe aún sumido en una grave crisis política y económica

Carteles electorales del ZANU-PF de Mnangagwa antes de elecciones en Zimbabue
REUTERS / PHILIMON BULAWAYO - Archivo
                                                                                                                                                 REUTERS   
Actualizado: martes, 20 noviembre 2018 15:24

 

La esfera política sigue reducida y la inflación alcanza máximos pese a las promesas de Mnangagwa

MADRID, 20 Nov. (EUROPA PRESS) -

Zimbabue cumple este miércoles un año desde la caída de Robert Mugabe, quien estuvo al frente del país durante 37 años, tras haber celebrado unas disputadas elecciones presidenciales y parlamentarias que le han sumido en una nueva crisis política y sin haber superado los problemas económicos que ha venido arrastrando desde hace tiempo.

La salida de Mugabe tuvo lugar a raíz de un golpe de Estado incruento perpetrado por el Ejército en respuesta a la decisión del entonces mandatario de cesar a su vicepresidente, Emmerson Mnangagwa, para dejar presuntamente paso a la sucesión a su esposa y primera dama, Grace Mugabe.

El Ejército, encabezado por Constantino Chiwenga --actualmente vicepresidente del país--, salió a las calles el 14 de noviembre y puso bajo arresto a Mugabe, quien finalmente fue dado de lado por su partido, el ZANU-PF, y se vio forzado a presentar su dimisión el 21 de noviembre.

La salida del poder de Mugabe llevó al partido gubernamental a elevar a Mnangagwa al cargo, quien anunció rápidamente medidas liberalizadoras a nivel económico y un acercamiento a la comunidad internacional, empezando por el reingreso del país en la Commonwealth.

Sin embargo, la figura de Mnangagwa fue cuestionada desde un primer momento por parte de la oposición, que le consideraba un cambio cosmético --el exvicepresidente fue lógicamente una figura muy próxima a Mugabe durante su periodo en el poder, incluidas las masacres de Matabelelandia en los ochenta--, y evidentemente contaba con el respaldo del aparato de seguridad, que le aupó al poder.

UNA IMAGEN SIMILAR

Pese a las promesas del mandatario acerca de una mayor libertad y mejoras económicas para la población, la situación es similar a la de hace un año, y las elecciones de julio supusieron un dura prueba para la imagen de Mnangagwa tanto a nivel interno como internacional.

El principal líder opositor, Nelson Chamisa, aún no ha reconocido su derrota y mantiene que la comisión electoral benefició al mandatario, y las acusaciones contra el Ejército por la muerte de seis manifestantes durante las protestas tras el escrutinio han manchado la imagen de las fuerzas de seguridad.

De hecho, la investigación abierta ha llevado en los últimos días a declarar al comandante de las Fuerzas de Defensa de Zimbabue, Phillip Valerio Sibanda, quien negó la responsabilidad de los militares, a pesar de la existencia de vídeos en los que se ve a soldados abriendo fuego durante las protestas.

El propio Chamisa ha añadido presión sobre al mandatario al afirmar que no acudirá a declarar ante la comisión a menos que lo haga también Mnangagwa, quien en todo momento ha negado la responsabilidad del Ejército en lo ocurrido. El Gobierno ha acusado a opositores armados o propietarios de tiendas de la zona que defendieron sus comercios.

FALTA DE REFORMAS EN LA PRENSA Y CRISIS

La situación tampoco ha mejorado en cuanto a la libertad de prensa, un sector que sigue reclamando reformas al mandatario para liberalizar el espacio y ante el temor de la aprobación de una nueva ley de ciberseguridad que podría limitar el espacio de expresión en Internet.

De hecho, la rama local de organización a favor de la libertad de prensa Instituto de Medios del Sur de África (MISA Zimbabwe) ha pedido reformas al presidente, que rechace la citada ley, que apoye la libertad de prensa y que respalde a organismos como el Foro Nacional de Editores de Zimbabue (ZINEF) "en defensa de la profesionalidad en los medios".

Según el Índice de Libertad de Prensa de RSF de 2018, Zimbabue está situado en el puesto 126 de 180 a nivel mundial, un ascenso de dos posiciones respecto al año anterior. El organismo ha destacado que "la censura en los medios estatales y privados ha llevado al surgimiento de medios alternativos y redes sociales que intentan dar información fiable e información no partidista".

Por otra parte, en el plano económico las promesas de Mnangagwa no se han materializado, con la inflación alcanzando además en septiembre la tasa más alta de la historia desde la dolarización en el país en 2009, según los datos de Zimstat, la agencia nacional de estadísticas.

Así, la inflación interanual en diciembre alcanzó el 5,39 por ciento, por encima del 5,3 por ciento registrado en mayo de 2010, hasta ahora la mayor cifra de inflación en Zimbabue, con una inflación superior al uno por ciento en alimentos y bebidas no alcohólicas.

Esta situación se vio reflejada en el comunicado publicado a principios de noviembre por la Asociación Profesional de Médicos de Zimbabue (ZIMA), que en su cuenta en Twitter resaltó que "está a la espera de ver los efectos de las divisas para la compra de suministros y medicinas".

"Nuestros pacientes están recayendo, deteriorándose, y se están cancelando operaciones. Pedimos al Gobierno que incremente la asignación de divisas, ya que el agujero es enorme y tiene carácter de urgencia", alertó. Zimbabue importa entre el 70 y el 90 por ciento de sus medicinas, y se ha visto además sacudido por un brote de cólera que ha dejado al menos 50 muertos en Harare.

En este sentido, el portal healthtimes.co.zw destacó a raíz del comunicado de la ZIMA que la situación "empeoró poco después del anuncio sobre política monetaria del Banco de Reservas de Zimbabue", al tiempo que indicó a la falta de medicinas como la insulina y los inhaladores de salbutamol.

Asimismo, señaló que medicinas para el control de la hipertensión o la angina de pecho como el atenolol y la nifedipina llevan meses fuera de los almacenes de las farmacias, lo que está empeorando la situación de muchos pacientes y está impidiendo que reciban tratamiento.

"UN GOBIERNO QUE SE DESANGRA"

Pese a las promesas de Mnangagwa acerca de un impulso a los negocios que incluiría la retirada de sanciones internacionales, ha habido pocos avances en este sentido, y la inflación y la falta de divisas está provocando una depreciación de la moneda e incluso la falta de efectivo, motivo por el que los funcionarios cobran a través de ingresos en el banco que, sin embargo, no pueden retirar.

En respuesta, el ministro de Finanzas, Mthuli Ncube, anunció hace pocas semanas una serie de medidas con afán recaudatorio entre las que figuran un impuesto a las transacciones a través de teléfono móvil, un recorte en el número de vehículos oficiales y viajes al extranjero por parte de miembros del Gobierno, y otros recortes.

"Hacemos frente a una economía que se desangra, un Gobierno que se desangra. Pedimos a todo el mundo que contribuya a arreglar la economía. No podemos hacerlo sin dolor. Mi opinión es que hay más dolor al principio del primer año o dos, mientras estabilizamos nuestra macroeconomía", argumentó.

Pese a ello, desde las filas del ZANU-PF, que ha mantenido su posición de dominio en el Parlamento y que sigue inalterable como partido de gobierno, el país avanza con las medidas del presidente, si bien argumentan que la falta de avance se debe a la mala situación heredada.

Sin embargo, estas promesas y razonamientos parecen no ser suficientes para una parte de la población que, si bien ha dado su respaldo a Mnangagwa en las elecciones de julio a raíz de su agenda de cambios --y también por el peso inherente que mantiene el ZANU-PF en la sociedad-- y el apoyo del Ejército, se ha movilizado de forma más frecuente a raíz de los espacios de apertura abiertos con la caída de Mugabe.

El mandato ya oficial iniciado por el presidente después del espaldarazo recibido en las urnas será el que determine si la salida de Mugabe del poder tras dirigir al país desde su independencia es un cambio real hacia una democratización o se trató de un cambio cosmético en el marco de una lucha de poder interna entre los rangos del partido gubernamental.

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