La Sala Cabrera Pinto de La Laguna (Tenerife) acoge desde hoy la exposición de grabados 'Picasso: La belleza Múltiple'

Grabado de Picasso.
Cedida.
Actualizado: miércoles, 16 septiembre 2009 11:47

SANTA CRUZ DE TENERIFE, 16 Sep. (EUROPA PRESS) -

El Gobierno de Canarias y la Fundación Picasso-Museo Casa Natal de Málaga inauguran hoy a las 20.30 horas, en la sala de exposiciones del Cabrera Pinto, en La Laguna (Tenerife), la muestra 'Picasso: La belleza múltiple', en la que se recorren las diversas concepciones de la idea de la belleza en la obra gráfica del artista malagueño.

Esta selección de obras --alrededor de 60 grabados-- recoge, además, las diversas técnicas y etapas de su producción gráfica, donde la idea de la belleza y sus variaciones se convierten en un hilo conductor a través del que es posible recorrer la evolución artística de Picasso. Tras su exhibición en Tenerife, donde podrá visitarse hasta el 15 de octubre, la exposición se podrá ver en el Centro de Arte La Regenta de Las Palmas de Gran Canaria a finales del mes de noviembre, informó la Consejería de Cultura en un comunicado de prensa.

Esta exposición se articula a través de 10 secciones, integrada cada una, dependiendo de los casos, por cuatro o cinco obras. La primera mirada, 'El ideal clásico', se detiene en el academicismo de raíces clásicas de finales del siglo XIX. Picasso encontró en el mundo grecolatino un repertorio de imágenes que servirían de armazón para derivar sus propuestas plásticas, de manera que es el clasicismo, rico en desnudos y en propuestas vitalistas, en líneas sinuosas y en el respeto a las proporciones, el ideal de belleza que tendrá una mayor perdurabilidad en Picasso.

Así, en la exposición el ideal clásico es el que mayor número de obras presenta, al articularse en tres apartados. El primero de ellos, titulado 'Apolo', recoge obras que pertenecen a la Suite Vollard (1930-1936) así como a las ilustraciones realizadas para los libros 'La chef d'oeuvre inconnu' (1931) de Honoré de Balzac, 'Lysistrata' (1934) de Aristófanes y 'VIII Pythique' (1961) de Píndaro. El segundo apartado, 'Dionisos' aporta un enfoque más hedonista de la mitología, ya que es el mundo de las bacanales y del desenfreno el que preside estas imágenes, entre las que se incluye la litografía de 1960 'Homenaje a Baco' y representaciones de faunos. Cierra este recorrido el apartado 'Eros y Thanatos'.

Al igual que sucedió con la recuperación de las formas y modelos de la Antigüedad clásica en el Renacimiento, Picasso también las sometería a revisión desde un nuevo punto de vista. Así sucede en la segunda área, 'El resurgimiento clásico', con las escenas de mujeres desnudas en un interior, con los retratos de perfil que apuntan incluso influencia del Manierismo italiano y, desde una perspectiva más atenta a los detalles, la anécdota y los elementos decorativos, con su serie de "La partida del caballero" que nos remite a los desfiles triunfales de los murales italianos.

'El espejo ajeno' es el título de otra sección de la muestra. Picasso en la segunda mitad de su vida reinterpretó a los artistas del pasado que más estimulaban su curiosidad. Es así cómo realizó las versiones de la obra de Lucas Cranach que aquí se muestran, copió el retrato que Velázquez hiciera del poeta Luis de Góngora e incluyó, adaptado a la óptica picasiana, uno de los múltiples autorretratos de Rembrandt en uno de los grabados de la "Suite Vollard".

'Barroco: horror vacui' constituye el cuarto eje de la exposición El interés por el equilibrio del clasicismo fue sustituido por el dinamismo turbulento del Barroco, por su propensión a llenar las escenas de elementos que ocuparan toda la escena. También en Picasso se dio esa tendencia, que se iría afirmando en las escenas de la muerte del centauro que Picasso plasmó en las ilustraciones para el libro de Ramón Reventós "Dos contes" (1947).

Continúa el itinerario expositivo con 'La belleza burguesa', en un regreso a sus orígenes, a la sociedad de la que surgió, Picasso, hijo de un pintor de escaso éxito pero de muy cuidado aspecto, reaparece en la década de 1950 una galería de figuras que recoge los atuendos y poses de la burguesía decimonónica. En esta labor de evocación se incluyen diversas litografías en las que retrata imaginadas familias así como el retrato de Leon Tolstoy que realizó en 1956 para ilustrar la novela 'Guerra y paz' y que constituye un encubierto y elocuente homenaje a la figura paterna.