Solo diez familias murcianas han renunciado a menores adoptados tras hacerse cargo de su tutela en los últimos 17 años

Adopción, familia, bebé
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Actualizado: sábado, 29 septiembre 2018 7:59

La Comunidad resalta que la mayoría de las familias adoptivas son capaces de afrontar las diferentes dificultades que se van presentando

MURCIA, 29 Sep. (EUROPA PRESS) -

La Comunidad Autónoma ha asumido en los últimos 17 años la tutela de diez menores que previamente habían sido dados en adopción a familias de la Región pero que renunciaron a hacerse cargo de su custodia por diferentes motivos, según datos facilitados por la Consejería de Familia e Igualdad de Oportunidades.

En declaraciones a Europa Press, la directora general de Familia y Políticas Sociales, Miriam Pérez, ha destacado que se trata de una cifra "muy baja", teniendo en cuenta que la Región de Murcia ha registrado 1.438 adopciones desde el año 2001 hasta el 2018, 732 de ellas nacionales y las 751 restantes internacionales.

"Las cifras de adopciones fallidas entendidas como aquellas en las que se ha declarado situación de desamparo y la Entidad Pública ha tenido que asumir la tutela son muy bajas", ha insistido Pérez, quien ha subrayado, además, que la Comunidad está "muy vigilante" para que prevalezca el interés superior del menor.

Ahora bien, la directora general ha advertido que "no es un proceso fácil" ya que algunos niños y niñas "han sufrido maltrato emocional o físico, abuso sexual, negligencias muy graves como ausencia de control sanitario, alimentación deficitaria, falta de escolarización, periodos de institucionalización prologados o numerosos, institucionalización en orfanatos en otros países, antecedentes de consumo de tóxicos o alcoholismo en las madres durante el embarazo", entre otras cosas.

Estos niños y niñas tienen "muchas dificultades" y "necesitan muchos apoyos e intervenciones", tal y como ha declarado Pérez a Europa Press. Muchos de ellos "presentan trastorno de la vinculación al haber tenido separaciones afectivas y figuras de apego inadecuadas", ha puntualizado.

Por eso, las familias que se ofrecen para la adopción pasan una valoración psicosocial que para muchos es "demasiado exhaustiva", pero Pérez insiste en que la administración debe asegurar que "están preparadas no para tener un hijo o una hija sino para ser los mejores padres para nuestros niños y niñas".

"Entendemos la adopción en una familia competente como la mejor herramienta reparadora del daño que han sufrido estos niños y niñas", subraya la directora general, quien señala que "solo la seguridad en figuras de apego de referencia nos permite a los seres humanos enfrentarnos y adaptarnos al medio y a nuestra propia historia". Los niños y niñas que han sido adoptados o que son adoptables "necesitan más aportes de atención, cuidado, cariño y ayuda", ha remarcado.

LAS PRINCIPALES DIFICULTADES

Las dificultades que se presentan en el proceso de adopción dependen de la edad del menor, ya que según la estadio evolutivo reaccionan de una manera u otra durante la adaptación. Así, un bebe puede reaccionar con cambio de hábitos en la alimentación, el sueño, llantos, e incluso fiebre, entre otras cosas.

Pérez remarca que "por eso es tan importante el periodo de acoplamiento y disponer de elementos y objetos continuadores de su anterior entorno, como muñecos y juguetes que tenían en el centro o familia de acogida, horarios y rutinas anteriores, canciones...".

Los mayores, en cambio, "pueden pasar de una fase inicial conocida como 'Luna de miel' en la que todo es maravilloso a otras etapas más difíciles con retos y desafíos a la familia que responde más a la inseguridad de que esa familia los vaya a querer para siempre, problemas de conducta más o menos graves al presentar autoestima baja, sobre todo en el colegio por falta de escolarización, lenguaje pobre o desconocimiento del idioma, entre otras cosas", advierte Pérez.

Todo ello se une a sus recuerdos de su familia de origen por lo que, a veces, "ni ellos mismos saben lo que les pasa", según la directora general, quien explica que los menores en ocasiones "no saben expresar lo que sienten, nadie les ha enseñado o lo que han visto son modos agresivos para resolver conflictos y los reproducen".

La adaptación también afecta a la familia adoptiva. Y es que los recientes padres tienen que adaptar la dinámica diaria a las necesidades de un menor, a veces, tras muchos años de estar centrados en sus relaciones de pareja, amigos, aficiones y carreras profesionales.

Cuando el niño llega a sus vidas "no tienen tiempo para ellos, para la pareja, etc...". Otras veces, Pérez lamenta que "el entorno de estas familias es poco comprensivo cuando expresan sus dificultades durante la adaptación, por lo que tienden a no expresar su estado de ánimo y pueden presentar síntomas de ansiedad o depresión".

Si la familia tiene hijos previos a la adopción, estos también tienen que adaptarse a la nueva estructura familiar. Cada miembro tiene que reajustar su rol, explica. Por ejemplo, señala que "el pequeño ya no es el pequeño, aparecen celos, compartir tiempo de los padres, sentido de pertenencia de la casa y enseres, juguetes, etc...".

Todo esto a veces se complica con necesidades específicas de recién adoptado, necesidad de logopedia, atención temprana, terapia psicológica o pruebas médicas, entre otras cosas.

No obstante, la directora general resalta que la mayoría de las familias adoptivas son capaces de afrontar las diferentes dificultades que se van presentando y de buscar recursos para ayudar al niño o niña como lo consideran y tratan como un hijo/a por el que son capaces de hacer lo que haga falta.

"Por eso, decimos que nuestros niños y niñas son muy valientes por ser capaces de ser felices a pesar de haberles pasado tantas cosas y sus familias adoptivas son héroes por su paciencia y su comprensión, y sobretodo por su cariño incondicional, contra viento y marea son sus hijos e hijas", concluye Pérez.

DESTINO DE LOS ADOPTADOS

De las 10 adopciones fallidas en los últimos 17 años, tres eran nacionales y el resto internacionales, y la Comunidad decidió adoptar como medida correctora darlos en acogimiento familiar.

Las siete adopciones restantes eran internacionales. En concreto, dos de ellos procedían de Etiopía y la Consejería decidió entregar a uno de ellos en acogimiento residencial y el otro fue dado en adopción a otra familia.

Otro de ellos procedía de Filipinas y fue dado en acogimiento a una familia extensa; otro era de Hungría y la Comunidad tramitó su reincorporación a otra familia adoptiva; dos procedían de Rusia y fueron reincorporados a otra familia adoptiva y otro en acogimiento familiar. El último, de Ucrania, fue reincorporado a una familia adoptiva.

PROCESO DE ADOPCIÓN

El proceso nacional de adopción incluye numerosas fases que incluyen formación; un estudio psicosocial y una valoración de idoneidad; un proceso de selección en función de las necesidades del menor; una presentación del perfil del menor a la familia; y la preparación de la familia para cubrir las necesidades del menor asignado.

Asimismo, hay una fase de preparación del menor para el transito a otra familia y un periodo de acoplamiento en el que la familia y el menor se conocen y empiezan a tener contactos progresivamente más largos y menos supervisados, con salidas incluso de fines de semana y vacaciones. El objetivo es que el adoptado no tenga miedo a la nueva familia y que no presente ansiedad al separarse de sus anteriores figuras de referencia.

A partir del inicio de la convivencia, la familia y el menor cuentan con el apoyo de un Equipo de Valoración, Intervención y Seguimiento (EVIS) que les proporciona orientación y apoyo técnico durante el tiempo que dure la Delegación de Guarda con fines de adopción.

En el caso de las adopciones internacionales, el proceso es similar, con formación y un estudio psicosocial. No obstante, incluye una fase de selección del país y una visita al mismo.