UMU confirma que todos los niños nacen con un temperamento que contribuye de forma muy importante al desarrollo personal

El profesor e investigador de Psicología Evolutiva José Antonio Carranza
JOSÉ ANTONIO CARRANZA
Actualizado: domingo, 26 enero 2014 10:59

Recomienda a los padres respetar y adecuarse al temperamento de sus hijos, porque sólo así se contribuye a un desarrollo emocional sano

MURCIA, 26 Ene. (EUROPA PRESS) -

El profesor e investigador de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Murcia (UMU), José Antonio Carranza, ha constatado que todas las personas nacen con un temperamento que se mantiene "con cierta estabilidad" a lo largo de toda la vida. Se trata de conductas que tienen un carácter "biológico", tales como el miedo, la ira, las conductas de aproximación a otros, el nivel de actividad o la atención.

Por tanto, recomienda a los padres o tutores aceptar que existen diferencias "biológicas" en la intensidad de sus expresiones temperamentales y conocer el carácter de sus hijos para tratar de ajustarse a ellos y tener sintonía con sus necesidades. Los progenitores, según Carranza, deben actuar de referente, marcando la pauta de lo adecuado o inadecuado de sus reacciones, pero nunca obligando a sus hijos.

Para llegar a estas conclusiones, Carranza y su grupo de investigación seleccionaron en 1990 a 60 recién nacidos a los que han estudiado de forma continuada hasta los 11 años con el objetivo de seguir su estudio en la actualidad. En concreto, evaluaron el temperamento individual de cada niño a través de cuestionarios rellenados por sus padres y también de tareas de laboratorio.

Cada cuestionario tenía aproximadamente unos 120 ítems y en ellos se abordaban cada una de las dimensiones temperamentales que se pretendían estudiar. En concreto, solicitaban a todos los padres que rellenaran un cuestionario en el que debían valorar en una escala del 1 al 7 la intensidad de las reacciones de temperamento tales como retraimiento ante situaciones nuevas, tolerancia a la frustración, atención, etc.

Los investigadores observaron que, desde muy pequeños, los niños tienen un estilo de conducta particular y "las propias madres lo confirman", destacando a que sus hijos, por ejemplo, no eran muy llorones, sonreían mucho o se calmaban con facilidad tras irritarse, según ha explicado Carranza a Europa Press.

El investigador destaca que los niños, durante su primer año de vida, ponen en funcionamiento una serie de emociones básicas para las cuales están preparados biológicamente. Por ejemplo, están preparados para responder ante situaciones nuevas y se dan diferencias individuales en la intensidad con la que reaccionan, haciéndolo, por ejemplo, con un mayor o menor retraimiento, o con un mayor o menor irritabilidad ante situaciones de frustración.

Carranza y su grupo de trabajo pretendían estudiar, entre otras reacciones temperamentales, la intensidad con la que manifiestan sus emociones. Por ejemplo, en los cuestionarios se preguntaba a los padres que valoraran la facilidad de sus hijos para entrar en contacto con otros niños, adultos no familiares o situaciones desconocidas.

Además de la evaluación del temperamento a través de los cuestionarios, los niños fueron evaluados en situaciones estructuradas de laboratorio. Por ejemplo, en una de ellas, a los 9 meses de edad, se estimulaba al niño a jugar con un juguete atractivo. En esa situación de juego, el experimentador le retiraba el juguete y lo colocaba detrás de una barrera transparente. El niño, entonces, podía ver el objeto pero la barrera transparente le impedía cogerlo, a fin de valorar sus reacciones de malestar. Esta situación era grabada y posteriormente analizada de acuerdo con una serie de valoraciones previamente preestablecidas.

El grupo de investigación de la UMU dirigido por el profesor Carranza llevó a cabo estas evaluaciones a través de los cuestionarios y las pruebas de laboratorio cuando los niños tenían 3, 6, 9, 12, 18 y 24 meses de edad y, posteriormente, a los 4 y 11 años. Ahora, Carranza se plantea volver a realizar una nueva evaluación de toda la muestra, 23 años después de iniciar el proyecto.

El objetivo del proyecto sería intentar volver a evaluar a todos los sujetos de la muestra con el fin de analizar el desarrollo y estabilidad de sus reacciones temperamentales.

LOS PADRES DEBEN RESPETAR EL TEMPERAMENTO DE SUS HIJOS

Este investigador de la UMU remarca que el comportamiento que el adulto tiene respecto al comportamiento de los niños "es muy importante", y defiende la necesidad de respetar y ajustarse a las características temperamentales de sus hijos.

Carranza pone como ejemplo el caso de los niños que tienen como respuesta natural "la precaución" a la hora de vivir nuevas experiencias. "Si los adultos no le facilitan que se acostumbre a vivir con esa aproximación cautelosa, el niño no tendrá oportunidad de aprender a controlar, modular y tener conciencia de esas reacciones específicas suyas", advierte.

Por ejemplo, explica que si un niño tiene una conducta más alta de retraimiento que otros y los padres no dejan de pedirle que se vaya a jugar con los demás niños, al final, "no va a lograr dominar la situación". En cambio, si los padres respetan su necesidad de aproximación progresiva, el menor "se va a acostumbrar a vencer ese tipo de precaución y acabará por controlar perfectamente esa conducta".

En el caso de niños irritables, recomienda a los padres que aprendan a aceptar y reconocer las situaciones que parecen provocar ese malestar. En este sentido, aconseja "tener calma" y evitar gritar al niño o irritarse tanto como él. Lo importante, puntualiza, es que el niño vaya aprendiendo a autorregularse y a tener un control de sus reacciones de malestar.

Se trata, según este psicólogo, de un proceso en el que los padres y los niños "se están ajustando los unos a los otros". No solamente los padres tienen que ajustarse a las reacciones emocionales de sus hijos sino que los niños también tienen que ajustarse a las características emocionales de sus padres. De ahí la importancia de que los padres sean tolerantes y sepan adaptarse a sus hijos.

CONSECUENCIAS DE UN TRATO INADECUADO AL NIÑO

En el caso de que los padres reaccionen y valoren negativamente las respuestas emocionales del hijo y lo "atosiguen", Carranza alerta que el niño puede empezar a vivir en "una desconfianza" sobre esa forma particular de reaccionar que lo caracteriza y que será la base para poder reconocerse.

Por ejemplo, hay casos de niños retraídos a los que sus padres siempre les critican por ser muy "parados" con los demás, y creen que la solución es "empujarlo" a estar con otros. Con ese procedimiento el niño no aprenderá a controlar su retraimiento. Al final, puede quedarse aislado y también, ignorado por sus compañeros, sufrir "problemas bastante serios en su desarrollo personal".

En el caso de los niños más irritables, el investigador de la UMU señala que la propensión a la marginación también "es altísima", ya que el grupo va a rechazar progresivamente al niño "por su hostilidad y su forma de funcionar", de forma que a los 11 ó 12 años "los riesgos inadaptación escolar y de relación con los compañeros suelen ser muy altos".

Este psicólogo explica que en el primer año de vida, los niños presentan un comportamiento "reactivo e involuntario" y no tienen un control de sus emociones".

Este autocontrol, según Carranza, va a empezar a ocurrir alrededor del primer año de edad y, a partir de este momento, se vive una primera etapa "muy crítica" hasta los seis años. En este periodo, el niño empieza a tener un control voluntario de la intensidad de sus expresiones emocionales, y empieza a intentar controlarlas para adecuarlas a los niveles empleados por la sociedad.

En esta etapa, el papel de los padres "es importantísimo" porque tienen que enseñar a los hijos a controlar sus emociones. Carranza asegura que los progenitores y los profesores tienen que intervenir como referentes y marcar la pauta de lo adecuado o inadecuado de sus reacciones emocionales.