Aldaya declara en el juicio celebrado en la Audiencia Nacional que se "estaba pudriendo" en "aquel agujero maldito"

Actualizado: viernes, 24 noviembre 2006 19:11


MADRID, 24 Nov. (EUROPA PRESS) -

El empresario vasco José María Aldaya declaró hoy en el juicio que se celebró en la Audiencia Nacional contra el miembro de ETA Gregorio Vicario Setién que durante su secuestro se "estaba pudriendo" por las condiciones infrahumanas de "aquel agujero maldito", del que fue liberado en abril de 1996. "Durante los 341 que estuve encerrado me sentí humillado, tuve tiempo para llorar y para mucho más. Tuve suerte de salir vivo de ahí", manifestó.

El etarra Vicario Setién se mantuvo impasible e indiferente durante el testimonio por videoconferencia de Aldaya, que detalló cómo "tres o cuatro personas encapuchadas" le secuestraron a punto de pistola en mayo de 1995 en Fuenterrabía (Guipúzcoa) y le introdujeron en el maletero de un vehículo, donde le "inyectaron" en el brazo. En su última palabra, el etarra se limitó a afirmar que está "orgulloso" de ser "miembro de ETA".

El fiscal Ignacio Gordillo pidió al tribunal que le condene a 17 años de cárcel por un delito de detención ilegal, al considerar acreditado que Vicario Setién intervino en "el secuestro, cautiverio y posterior liberación" del empresario vasco el 14 de abril de 1996 en el alto de Azkarate, en Elgoibar.

El representante del Ministerio Público elevó a definitivas sus conclusiones provisionales, al entender que "existe suficiente prueba de cargo" para destruir su presunción de inocencia. En la exposición de su informe, subrayó que Aldaya "nunca" podrá "olvidar el daño" que sufrió en su secuestro, del que afirmó que se trató de "un aviso a navegantes para el resto de empresarios vascos que se negasen a pagar el impuesto revolucionario" exigido por la banda terrorista.

SECUELAS FÍSICAS

En su declaración, Aldaya aseguró que le quedan importantes secuelas físicas 10 años después de su secuestro, con motivo de las condiciones en las que se encontraba el zulo. Explicó que actualmente tiene las caderas y la espina dorsal estropeada por "la humedad" que había en el habitáculo. Recordó que entonces "tenía callos en las manos por escurrir el agua que había en aquel agujero maldito. Me llené de postillas y granos. Me estaba pudriendo".

También manifestó que ETA "nunca" le había amenazada ni tampoco le había exigido el pago del impuesto revolucionado, por lo que aseguró que su secuestro fue "una total sorpresa". Dijo que lo "único bueno" que sacó fue "dejar de fumar", aunque reconoció que, una vez libre, empezó "rápido". "Sigo trabajando en lo mismo y me recluyó en mi empresa. Es mi mejor terapia".

En cuanto a su secuestro, el empresario recordó que cuando despertó se encontraba "maniatado y con los pies atados" en un habitáculo de tres metros, un metro de ancho y casi dos de alto. "Estaba en un espacio cerrado y sin ventana alguna. Tenía una iluminación pobre que provenía de una batería de coche", relató Aldaya, quien seguidamente apuntó que durante su cautiverio "nunca" salió del zulo.

En el tiempo que estuvo retenido, reconoció haber tenido "problemas de nervios" con sus secuestradores porque él "tenía su genio" y les reivindicaba a menudo su libertad. De hecho, admitió que llegó a escribir varias cartas a la dirección de la banda terrorista, en las que les pidió que le dejasen "fuera para poder organizar" su vida.

Explicó que en ese periodo siempre veía a "un hombre", que nunca llegó a identificar porque cubría su rostro con un pasamontañas. Señaló que en varias ocasiones le fotografió para mandar pruebas a su familia de que aún estaba vivo, aunque afirmó que no ha tenido "constancia" de que hubiesen pedido dinero para su liberación.

"Un par de horas antes de mi liberación, el hombre me dio de cenar y me entregó un reloj viejo que tenía que tirar cuando me despertase. Me dijeron que me dirigiese a una luz", relató, al tiempo que indicó que apareció en una casa, ubicada en los montes del alto de Azkarate. En ese momento, contó que se puso en contacto con su familia y, a los 10 minutos, llegó la Ertzaintza.

En el juicio declararon como testigos los portavoces de la familia de Aldaya durante su secuestro, el padre Ignacio Altuna y Francisco Audela. Altuna manifestó que, cuando vio por primera vez al empresario tras ser liberado, había "sufrido las consecuencias de ese periodo bajo condiciones poca adecuadas para una vida normal". Sin embargo, apuntó que "su estado psíquico y mental" era "muy satisfactorio".

ASESINATO DE UN CORONEL

Por otro lado, el fiscal Pedro Rubira mantuvo su petición de 56 años y medio de prisión para Vicario Setién por los delios de atentado con resultado de muerte, pertenencia a banda armada, tenencia de explosivos, utilización de vehículo a motor y sustracción de placa de matrícula, al considerar acreditado que participó en el asesinato en 1994 del coronel de Infantería Leopoldo García Campos en Barcelona.

El fiscal elevó a definitivas sus conclusiones provisionales, al entender que existe prueba de cargo que demuestra que el 7 de febrero de ese año los integrantes del "comando Barcelona" decidieron asesinar al coronel, a quien San Epifanio disparó 2 veces a bocajarro, mientras que Vicario Setién cubría la acción. Uno de los impactos de bala le penetró en la zona lateral izquierda del cuello, saliéndose a nivel de la oreja derecha. El segundo impacto en la cabeza, lo que ocasionó su muerte instantánea.

En su informe, se refirió a la declaración policial de los etarras ya condenados San Epifania y Rosario Pérez para justificar su petición de condena. El primero reconoció entonces la participación del comando en el asesinato y que por esas fechas militaba en Herri Batasuna. Además de admitir la vinculación del comando en el asesinato, Pérez manifestó que tras el atentado huyeron a Francia, de donde regresaron a finales de 1995.