Sabino Fernández Campo defiende la publicación de las cartas del Rey al Príncipe por "elogiables" y "oportunas"

Actualizado: miércoles, 2 abril 2008 21:08

Cree que don Juan Carlos puede desempeñar un papel importante como "moderador" en polémicas como el nombre para las uniones homosexuales MADRID, 2 Abr. (EUROPA PRESS) -

El ex jefe de la Casa del Rey Sabino Fernández Campo defendió hoy la reciente publicación de las cartas que el Rey envió al Príncipe durante su estancia en el Lakefield College School de Canadá entre septiembre de 1984 y junio de 1985 por tratarse de unas misivas "elogiables" y "oportunas".

Así se pronunció durante una comida con la prensa con motivo de la reedición de la biografía, ahora revisada y ampliada, que el periodista Manuel Soriano publicó sobre la mano derecha de Don Juan Carlos durante los primeros 16 años de su reinado y que acaba de cumplir 90 años.

Fernández Campo, que en la época en que esas cartas se escribieron era secretario general de la Casa de Su Majestad, admitió que le hubiera gustado que fuese Zarzuela quien las hubiese difundido mucho antes porque, bajo su punto de vista, es "bueno que se vea que el padre se ocupa del hijo".

De otro lado, consideró "secundario" el debate originado tras la publicación de esas misivas en el libro 'El Príncipe y el Rey' de José García Abad sobre la procedencia de la filtración y sostuvo que la difusión de esas misivas "favorece al Rey", por lo que calificó de "error" criticar su publicación.

¿QUIÉN LAS ESCRIBIÓ?

Fernández Campo, quien afirmó haber tenido conocimiento de esas cartas en el momento que se enviaron a Don Felipe, rehusó confirmar si todo su contenido fue escrito por el propio Rey y se limitó a señalar que "las cartas son de quien las firma, igual que los discursos son de quien los pronuncia". Sin precisar si él participó en su redacción, admitió que esas cartas le "gustan".

Por otra parte, Fernández Campo consideró que el Rey puede desempeñar un papel muy importante como "moderador" en ciertas cuestiones y citó como ejemplo la división de opiniones entre partidos políticos y sectores de la sociedad española en torno al uso del término matrimonio para las uniones entre personas del mismo sexo.

No obstante, quiso diferenciar entre la figura de moderador y la de árbitro, ilustrando también con un ejemplo que don Juan Carlos no podría desempeñar esa función de árbitro en las recientes discrepancias manifestadas entre el Tribunal Supremo y el Constitucional a partir de la absolución a los empresarios Alberto Cortina y Alberto Alcocer.

El autor define en su biografía a Fernández Campo como "protagonista oculto en el éxito de la Transición y en el firme arraigo de don Juan Carlos como Rey de España". El general aseguró hoy que, de no haber trabajado para la Casa Real en el momento del 23-F, él no hubiera apoyado el golpe de Estado, como muchos de sus compañeros militares por aquel entonces.

DIMISIÓN DE SUÁREZ

Fernández Campo, y así queda recogido en la biografía, fue testigo privilegiado de los grandes acontecimientos del siglo XX en España, como enterarse, antes que el propio Rey, de la decisión de Adolfo Suárez de presentar su dimisión el 27 de enero de 1981.

Suárez acudió ese día a Zarzuela un poco antes de su despacho con el Rey con el objetivo de comunicarle a Fernández Campo, en aquel entonces secretario general de la Casa, su decisión. El presidente consideraba que había perdido la confianza de todo el mundo, el Rey incluido, por la legalización del Partido Comunista, cuando había dado garantías a los militares de que no se produciría.

Tras su entrevista con Suárez, el Rey, que no intentó convencerle para que reconsiderara su decisión, le comentó a Fernández Campo: "Que éste (por Suárez) se va. ¿Qué tengo que hacer ahora?", en alusión al mecanismo de consultas con los partidos políticos para elegir al nuevo presidente.

La biografía de Fernández Campo recoge además todo tipo de anécdotas, como la entrada de un guepardo que le habían regalado al Rey en su despacho el primer día que comenzó a trabajar en Zarzuela. Al hoy presidente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas ese encuentro le alarmó, pero no porque el felino pudiera hacerle daño sino porque creía que se trataba de una alucinación. Después se acostumbró a ver al guepardo por los pasillos y salones del Palacio hasta que el animal murió murió.