Actualizado 13/09/2018 08:01

Antonio Casado.- Europa descreída

MADRID, 13 Sep. (OTR/PRESS) -

Frente a un futuro de Europa cargado de nubarrones, el presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, en su último debate sobre el estado de la Unión, ha advertido de los riesgos que se pueden derivar del previsible crecimiento de la eurofobia y la extrema derecha en las elecciones del próximo mes de mayo.

Sin embargo, ha sido un discurso propositivo. Sobre todo en materia de migración, seguridad y relaciones exteriores. Con iniciativas concretas. Por ejemplo, una guardia costera que proteja las fronteras de la UE. La idea puede contentar a los países que piden mano dura con la inmigración, pero también a quienes reclaman una gestión más racional del problema.

Respecto a los radicalismos que tienden a afianzarse en los comicios de la primavera, Juncker no quiso entrar en la retórica "cargada de odio" que caracteriza a ultras y populistas. Pero hizo sentidas apelaciones a la unidad y la defensa del proyecto europeo.

Falta hacen estos llamamientos en una Europa seriamente afectada por la fatiga de materiales en su fundacional sistema de valores. De hecho, algunos de los intervinientes reprocharon a Juncker que vive en la ignorancia respecto a la desunión que aqueja hoy por hoy al proyecto.

La primera causa de la desunión viene dada por el problema migratorio, que enfrenta a distintos países a nivel de Consejo Europeo. Y la segunda es la desigualdad social, como insoportable factura de la crisis económica.

Según muchos analistas, la controversia sobre la presión migratoria es lo que realmente puede romper Europa en los próximos meses, cuya agenda viene marcada por nada menos que diez procesos electorales, incluidas las europeas del 26 de mayo.

Lo cierto es que se detecta una preocupante unanimidad entre los eurodiputados de grupos centrales (socialistas, liberales y conservadores de siempre), a la hora de señalar inestabilidad y el descreimiento como dos sombras negras sobre una Europa que se avecina incierta y dividida.

Paradójicamente, tuvo que ser una voz periférica, la del primer ministro griego, Alexis Tsipras la que sonase firme y voluntariosa en el Parlamento Europeo: "Hemos demostrado que hay una luz en este cielo nublado de Europa".