Actualizado 04/10/2018 08:01

Antonio Casado.- El harakiri de Torra

MADRID, 4 Oct. (OTR/PRESS) -

Con el ultimátum del presidente de la Generalitat a Moncloa (dejar caer a Sánchez si este no asume la hoja de ruta independentista) es un tiro en el pie del propio Quim Torra. Mortal de necesidad, en términos de estrategia política. Se acaba de imponer el corto plazo de un mes para hacerse el harakiri.

Salvo que el harakiri se lo hiciera el Gobierno del Estado asumiendo el derecho de autodeterminación, que es un principio incompatible con el orden constitucional. Pero eso no entra en los planes de Sánchez. Al revés. Es Sánchez quien aprovecha la ocasión para aparecer ante la opinión pública como el principal defensor del orden constitucional, justamente cuando más se estaba poniendo en duda ese compromiso.

De paso, también aprovecha el presidente del Gobierno para recordar a las otras dos fuerzas de inequívoca adhesión constitucional, PP y Ciudadanos, la necesidad de una remada conjunta frente a quienes desafían al Estado con propuestas contrarias a los principios de integridad territorial y soberanía nacional única.

La condición de jugada fallida de Torra se advierte también en el documentado hecho de no representar el sentir de todo el bloque soberanista. Más bien al contrario, ha servido para ahondar en la fractura del independentismo, cuyas expresiones van desde el "desobedezca o dimita" de la CUP al diálogo inclusivo y desinflamatorio que ERC quisiera concertar con Moncloa.

En cualquier caso, la inesperada jugada de Torra (ERC ha reconocido que no fue informada previamente) puede tener un relevante efecto colateral. El de agitar el tablero político catalán, que está congelado.

Congelado tanto en el encastillamiento de las posiciones a uno y otro lado de la barricada ("autogobierno, si; indpendencia, no" frente a todo lo contrario) como en la dinámica gestual, palabrera y declamatoria que se despacha en ambas partes.

El desenlace de la agitación provocada por Torra, que ha marcado el debate de política general en el Parlament, podría ser una nueva llamada a las urnas. A nadie se le escapa que estamos a pocas semanas de que se cumplan los plazos legales para que, un año después de la anterior convocatoria, Torra pueda apretar ese botón.

Sin embargo, creo que tal cosa no va a ocurrir antes de conocerse la sentencia judicial sobre los veinticinco procesados en relación con el "proces". Los nacionalistas lo anuncian como un "casus belli" en su contencioso con el Estado.

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