Publicado 17/05/2018 08:00

Antonio Casado.- La razón y la fuerza

MADRID, 17 May. (OTR/PRESS) -

La brutal e inhumana represión perpetrada por el Ejército israelí en la frontera de Gaza es la enésima humillación al pueblo palestino, que es la parte débil de un conflicto que ya dura setenta años. En mi opinión, una de las grandes injusticias históricas del pasado siglo XX.

La humillación también se ha perpetrado por enésima vez ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde el poder de veto de EE.UU., como miembro permanente, ha vuelto a frenar un intento de condena, esta vez a instancias de Kuwait. De nada ha servido la doctrina oficial de la ONU, anclada en la apuesta por los dos Estados. Ni la falta de reconocimiento de la soberanía israelí sobre la parte palestina de Jerusalem, ocupada militarmente por el Ejercito hebreo en 1967.

No me extraña que el propio secretario general de la ONU, el portugués Antonio Guterres, se haya sentido "profundamente alarmado" por la desproporción en el uso de la fuerza armada por parte de Israel.

Despachar el baño de sangre de hace unos días con el elogio a la "contención" demostrada por Israel ante los manifestantes, como ha hecho la embajadora norteamericana en la ONU, Nikki Haley, me parece un insulto a la comunidad internacional. Y una forma más de recordarnos que Israel tiene la fuerza pero no tiene la razón.

Ni siquiera el propio gobierno israelí ha sido tan descarado en el diagnóstico del conflicto. Se ha limitado a descargar la culpa de lo ocurrido sobre "los terroristas de Hamas" y su patrocinador iraní. Es la doctrina oficial sobre los recientes sucesos, desencadenados por el traslado de la embajada americana de Tel Aviv a Jerusalem. Unos sucesos que han venido a solaparse con las movilizaciones en recuerdo del éxodo palestino de 1948 (la "Nakba", tras la creación del Estado de Israel).

Respecto a los sesenta muertos del lunes pasado, un portavoz del Ejército hebreo se justificó en base a los "documentados antecedentes" (Hamas y Yihad Islámica, básicamente) de al menos veinticuatro de las víctimas de la represión. También este argumento insulta la inteligencia de cualquier observador porque viene a decirnos que la muerte de esos "terroristas" justifica la muerte de cuarenta "inocentes"

Tampoco es de recibo presentar la desproporcionada reacción ante las marchas de la "Nakba" como una invasión del territorio israelí. Dicho queda que se ha tratado de manifestaciones ante la frontera, no para desbordarla sino para hacer visible la protesta. Algo perfectamente comprensible tratándose de un pueblo tan castigado, que no ha dejado de acumular frustraciones. Hasta el punto de que nunca se vio compensado por el reconocimiento del Estado judío, en 2004, por parte del entonces presidente palestino, Yasser Arafat.