Publicado 18/12/2018 08:01

Antonio Pérez Henares.- El silencio de los barones

MADRID, 18 Dic. (OTR/PRESS) -

Las famosas líneas rojas, tan solemnemente proclamadas, desaparecieron en el PSOE cuando Sánchez consiguió el poder saltándoselas todas. Moncloa, como París, bien valía una misa concelebrada con los separatistas. Los barones callaron y se convirtieron en cartujos a quienes sus votos de poder impedían rechistar. De hecho ya habían quedado mudos cuando Pedro les ganó por goleada las primarias y corrieron a prestar vasallaje al nuevo señor a quien antes habían arrojado a escobazos de Ferraz. Tocaba retirarse al feudo y no rechistar.

Más aún, cuando emplazado el líder en el poder, nombrados los ministros y colocados miles de cargos en el poder, el socialismo parecía volver a disfrutar de las mieles del poder y encima la cosa del voto parecía ir a mejor, a mucho mejor. Que se hubiera pactado con los independentistas, ¡bah!, pelillos a la mar, que se hubiera mentido de manera procaz habiendo prometido llamar "cuanto antes", algo que mejor no mentar. Todos callados y a gozar. El silencio de los barones, de Page, de Vara, de Lamban, de la vencida Susana, ha sido sepulcral. Y desde mayo incluso reverencial.

Si algo de lo que estaba sucediendo, en particular en Cataluña, o en los retortijones e imposiciones que para mantener el poder se hacían con absoluto descaro, los barones se limitaban a mirar para otro lado o como mucho a hacer, y en privado, algún mohín de desagrado que jamás osaban exteriorizar en público.

Hasta que pasó lo de Andalucía, hasta que se contaron las papeletas, ni un segundo antes, y entonces sí, entonces los barones vieron llegar el agua y se pusieron a hablar. Entonces ya volvía a haber líneas rojas. Page hasta llegaba a decir que si era preciso había que ilegalizar a los separatistas, Lamban seguía por la misma trocha y se ponía en modo crítico y Vara, se rasgaba sus extremeñas vestiduras y cuando la ministra Ribera, cuya cartera no se sabe de que va amen de querer prohibir cosas, se lanzó contra los toros y la caza, cogió la escopeta y, en unión de su vecino Emiliano, se pusieron a soltar perdigonazos en defensa de la cinegética. Por cierto que no hacía mucho el castellano-manchego había perpetrado una ley en unión de sus socios de Podemos que no había sido precisamente a favor de la caza sino más bien de quienes la quieren ir arrinconándola cacho a cacho.

Pero, en fin, que los barones han recuperado la voz. De repente se han dado cuenta de lo que no parecían haber tenido ni noción de que estaba sucediendo. Inocentes todos en su bendita ignorancia. Hasta justamente el batacazo de Susana, hasta que resultó que en la Comunidad más socialista, la fortaleza más segura y el feudo más inexpugnable la gente ha podido hablar en urna y ha expresado, hasta no yendo a votar, lo que piensa de lo que está pasando. Y los barones se han echado a temblar. Porque eso es lo que a ellos también les puede pasar, que no es precisamente lo que decían "ollas podridas" del cocinero Tezanos.

Que ahora hablen, pues, no tiene otra razón que su interés. Que ahora se pongan estupendos no tiene otra explicación que su temor. Que nos disculpen si no nos fiamos mucho de la sinceridad de sus palabras y nos perdonen si pensamos que sus principios a los que se parecen es sobre todo a los de Groucho Marx. Que tienen unos u otros según les convenga y están dispuestos a cambiarlos según sople el viento y a ellos les convenga. Su silencio de meses es la prueba de su firmeza y sus convicciones. El retrato sin maquillar.

Antonio Casado

Frenazo a un desvarío

por Antonio Casado

Victoria Lafora

Pandemonio catalán

por Victoria Lafora

Rafael Torres

El caso Vinicius

por Rafael Torres

Francisco Muro de Iscar

Creer en Dios para entender al hombre

por Francisco Muro de Iscar