Publicado 18/05/2018 08:00

Charo Zarzalejos.- Continúa la pesadilla

MADRID, 18 May. (OTR/PRESS) -

La pesadilla del independentismo catalán, continúa. Los escalofriantes artículos del ya President de la Generalitat indican un pensamiento impropio del siglo XXI y alejado de cualquier concepción democrática de la sociedad y lleno de desprecio hacia nosotros, los españoles, seres indignos y voraces. De sus discursos, bien breves por cierto, en la sesión de investidura desprende una retórica petición de disculpas y a continuación emprende viaje a Berlín para protagonizar junto a Puigdemont una rueda de prensa, una puesta en escena más bien patética.

La toma de posesión ha sido un acto tan deliberado como triste como víspera de su visita a las careces en las que están algunos de sus compañeros de viaje hacia la nada.

Tiene razón Rivera y otros cuando auguran malos tiempos. Vienen, efectivamente, malos tiempos. Tendremos tardes de gloria y, ya lo han anunciado, no se van a cansar. Sacarán a la gente a la calle y salvo que quieran ir a la cárcel, iniciaran una especie de guerra fría en la que lograrán exacerbar los ánimos de propios y ajenos, pero sin traspasar la línea roja de la legalidad. Y así, ir ganando tiempo hasta encontrar el momento emocional más propicio para, quizás, convocar elecciones.

Al otro lado, todos los demás. Es decir, los llamados partidos del 155. El vehemente discurso de Rivera no invita a pensar que la unidad vaya a ser fácil. Quiere Rivera lo que no quiso cuando se aplicó el 155. Con esta petición, sin duda, engancha con el enfado y escándalo que producen determinadas declaraciones y actitudes. Sin embargo y aunque duela, aunque el cuerpo pida otra cosa, en España, democracia plena, no cabe la aplicación preventiva ni del 155 ni de ningún otro articulo de nuestro ordenamiento jurídico, de manera que las prisas de Rivera, compresibles desde el punto de vista político y emocional, chocan con el mismísimo Estado de derecho que de modo alguno puede permitirse veleidad alguna. Si se cayera en ella, en la veleidad, se volvería en contra de aquello que se trata de defender.

Con todo, el Gobierno no puede dar la impresión de querer salir corriendo de Cataluña por aprobar los presupuestos y si ahora más que nunca es importante la serenidad a la que apela Rajoy, no es menos cierto que se impone además de todo ello la necesidad de "discurso".

Cataluña necesita, además de entrar por la senda constitucional, condición previa para cualquier otro paso, mucha, mucha política y lo ideal seria que los partidos constitucionalistas fueran capaces de encontrar un terreno de juego común, que pudieran compartir para que esos catalanes que Rivera recuerda, se sienten solos sientan el aliento del resto de los españoles, sin frentismos pero con determinación y sin electoralismos.