Publicado 05/04/2018 08:00

Fermín Bocos.- La extraña pareja

MADRID, (OTR/PRESS)

La política hace extraños compañeros de viaje. La última pareja de circunstancias la forman Mariano Rajoy y Albert Rivera. Salvo la ambición de poder, desde la edad a la manera de hablar, nada tienen en común. Rivera va con prisa, Rajoy siempre ha sido hombre pausado. A Rajoy le exasperan las intervenciones parlamentarias agresivas de Rivera. En las Sesiones de Control cada vez que el líder de Ciudadanos le lanza alguna pulla baja la cabeza y toma nota en la columna del Debe. Suele devolver con creces las impertinencias encontrando muleta en su reconocida capacidad para el retruécano. En esas circunstancias el joven tribuno catalán se remueve en su escaño con la impaciencia propia de quien se consume por decir la última.

No hay química entre ellos, pero las conveniencias de la política hace que se soporten. Rajoy sabe -la veteranía es un detector de cambios-, que su política española está abocada al relevo y qué como dejó escrito Lampedusa para que todo siga igual es preciso que todo cambie. Ese sería el papel de un partido como Ciudadanos que nació en Cataluña urgido por la necesidad de defender sin complejos la Constitución y la unidad de España y fue bautizado inicialmente como socialdemócrata hasta que sus líderes empezaron a pisar plató y acabaron proclamándose liberales. Liberales dice Rivera, pero progresistas.

El triunfo, merecido, indiscutible, de Ciudadanos en las elecciones catalanas les ha catapultado en el resto del país encendiendo una llama que de creer lo que dicen las encuestas puede acabar en el pebetero de La Moncloa. Allí donde vive Mariano Rajoy desde hace ya cerca de siete años. Son muchos años de poder que han ido minando por dentro al Partido Popular y que en sonados casos de corrupción han dado con algunos de sus dirigentes en prisión. Toda obra humana tiende a su fin y en el PP se detecta un temblor de vísperas que se refleja en el silencio en público de sus dirigente; afásicos ante la pregunta de sí es hora o no de proceder a un relevo en el liderazgo del partido. No está en esa longitud de onda Mariano Rajoy. Frente a los nervios de algunos de los suyos apuesta por la ataraxia y el camino otras veces recorrido: concesiones al PNV (que hace como que se ha olvidado del ventajoso cálculo del cupo), concesiones a Ciudadanos y mesa y mantel para los diputados canarios que redondean la cuenta hasta llegar al mágico 176 que permite aprobar la cuentas y seguir adelante otro año más. Confiando en las virtudes del paso del tiempo y a la espera de que Rivera, su impaciente pareja política, se deje deslumbrar por el espejismo de los sondeos y cometa algún error.