Publicado 16/05/2019 08:00

Diario de otra campaña.- La señora (o señor) que presidirá el Segundo Poder

MADRID, 16 May. (OTR/PRESS) -

Presidir el Congreso de los Diputados es mucho más importante de lo que muchos piensan, al margen de ser el tercer puesto en el protocolo del Estado tras el Rey y el presidente del Gobierno. Así que la figura que vaya a ordenar los trabajos en la Cámara Baja tiene un indudable peso y su designación, una patente significación. En estos días en los que las 'quinielas' de ministrables y altos cargos son lógicas e inevitables, las especulaciones sobre quién vaya a presidir el Congreso son muchas y algunas interesadas: la designación de una u otra persona puede indicar por dónde irán los pactos y acuerdos políticos durante la Legislatura.

Escucho hablar mucho, por ejemplo, de la actual vicepresidenta del Gobierno (en funciones) Carmen Calvo. Su trayectoria en estos diez meses en el cargo no ha estado ajena a ciertas polémicas. El pasado martes, en un acto de apoyo al candidato socialista al Ayuntamiento de Madrid, Pepu Hernández, nos abroncó a los asistentes en general y supongo que a los periodistas que allí estábamos en particular: "No hay que seguir denostando a la política", nos dijo, sugiriendo que es actividad noble y necesaria, en lo que sin duda estoy de acuerdo.

Pero olvidaba la vicepresidenta y quizá presidenta de la Cámara una cosa: hablaba de la campaña electoral en la Comunidad de Madrid, en la que cuatro ex presidentes del PP están o imputados, o procesados, o encarcelados o excarcelados. Una Comunidad en la que aún seguimos sin saber los oscuros móviles de la traición de los socialistas Tamayo y Sáenz, traición que dio el poder Esperanza Aguirre; una Comunidad en la que se cambiaron las cerraduras de la sede del PSOE para que Tomás Gómez, que fue el secretario general del PSM, no pudiese entrar en ellas.

Madrid ha sido objeto de peleas, escaramuzas, navajeo, por parte de todos los partidos, y víctima de latrocinio por parte de uno, que ha sido el que ha gobernado en la Comunidad durante más de veinte años. Así que más valdría que la vicepresidenta, haciendo acopio de la hoy inexistente virtud de la autocrítica, pidiese más bien a sus colegas que hagan un esfuerzo para que nosotros, las gentes de la calle, no tengamos que seguir denostando a los políticos.

No estoy seguro de que sea la señora Calvo, llena de virtudes para la pelea partidista --ella sí que lanza denuestos contra los rivales políticos, por cierto--, sea la mejor figura para ejercer una tarea conciliadora como es la presidencia del Congreso; de la misma manera que, por el contrario, sí creo que Miquel Iceta hubiese sido --tal vez aún lo sea, porque quién sabe con estos señores de Esquerra-- un muy conveniente y negociador presidente del Senado.

Y, en todo caso, sigo insistiendo en las virtudes del consenso, del pacto, una vez que la Mesa del Congreso, a falta de la presidencia, ya está configurada. Se citan otros nombres posibles para encabezar esta Mesa, como los de la ministra Meritxell Batet o, a propuesta de Pablo Casado, Adolfo Suárez Illana. No creo que estas especulaciones tengan la suficiente consistencia, aunque las sorpresas siempre acaban saltando, dejándonos, a los ocasionales profetas de las quinielas, descolocados.

Así, se me ocurre ¿por qué no intercambiar la presidencia del Cámara Baja por un apoyo a la investidura de Pedro Sánchez? Es decir, aceptar el propuesta nombre de Ana Pastor, que ha ejercido muy dignamente el cargo en estos meses, a cambio de una abstención del PP en la segunda vuelta de la sesión de investidura de Pedro Sánchez. Eso le posibilitaría gobernar en solitario, sin apoyos peligrosos y onerosos de Podemos y/o los independentistas, y garantizaría a Pablo Casado la jefatura de la 'oposición oficial', lo que sin duda sería un buen respaldo para su permanencia al frente de los 'populares'.

Pero eso, claro, sería pensar con mentalidad más de Estado que de partido. Y la tendencia en esta campaña es más bien, hasta el momento, hacia la bronca y el ombliguismo partidista que hacia el consenso por el bien de la nación. ¿Oportunidad perdida de nuevo?