Publicado 12/02/2019 08:02

No te va a gustar.- Un juicio que va a ser mucho más que un juicio

MADRID, 12 Feb. (OTR/PRESS) -

Coincidía en la mañana del lunes con el magistrado Manuel Marchena, el hombre que va a presidir, desde la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, el 'juicio del siglo' contra los independentistas catalanes. Le vi tranquilo, incluso bromista, seguro de que va a tener las cosas controladas. Le estaban premiando con la 'puñeta de oro' los de la asociación de periodistas de información jurídica, y allí estaba, el local abarrotado de personas acostumbradas a portar una toga. Le premiaron no porque sea quien vaya a decidir cosas fundamentales en el juicio que comienza este martes, sino porque supo renunciar a ser presidente del Supremo y del Consejo del Poder Judicial cuando se pusieron de manifiesto maniobras políticas de bajura para renovar el 'Gobierno de los jueces': ni el PP ni el PSOE salieron demasiado airosos de un lance de manipulaciones a las que Marchena -y, por cierto, algún partido, como Ciudadanos- era por completo ajeno.

Marchena, en cambio, salió del trance convertido en casi un héroe, aunque nunca faltan en España personas que tratan de quitar la gloria a quien muy probablemente se la merece. Hoy, si quitamos a los 'indepes' más contumaces, el presidente de la Sala Segunda del Supremo es figura reconocidamente imparcial y de impecable factura técnica. Ignoro si saldrá indemne de este proceso, que durará no menos de tres meses -imprevisible hoy calcular una duración más exacta en un juicio que va a congregar a quinientos testigos--: le va a ser difícil sobrevivir a zancadillas, presiones independentistas y de lo contrario, difamaciones, calumnias y, sobre todo, a quienes quisieran, en beneficio de su propio protagonismo, dilatar el proceso hasta más allá del mes de mayo, que es cuando se celebrarán las elecciones europeas, autonómicas, municipales y quién sabe si también generales.

Para entonces, el clima político estará no solo crispado, sino abrasado. Ignoro si Pedro Sánchez sacará adelante los Presupuestos o no podrá hacerlo, pero doy por descontado que la Legislatura actual no se va a prolongar más allá de seis meses, y tengo para mí que, caso contrario, lo peor que podría pasarles al PSOE y a su actual dirigente -y, por cierto, a todos nosotros-- es que Podemos, los independentistas y los nacionalistas posibiliten una retirada de las enmiendas a la totalidad de las cuentas generales del Estado y permitan a Sánchez llegar unos meses más allá, hasta esa meta imposible que sería prolongar la Legislatura hasta junio de 2020. No quiero ni pensar en cómo llegarían hasta esa fecha el partido hoy gobernante y, sobre todo, su líder.

Pero, volviendo a este 'juicio del siglo', confío en que, ocurra lo que ocurra, que puede ocurrir mucho, sirva, al menos, para aprender algunas cosas: que son precisas reformas de un enorme calibre en el ámbito constitucional, penal y procesal -pero ¿qué diablos pinta a estas alturas esa 'acusacion popular' en la que intervienen Vox, Manos Limpias, Miguel Durán o Emilio Rodríguez Menéndez, oh Dios mío, por ejemplo?--. Nunca más ha de celebrarse en España un juicio como este, tan cargado de dramatismos, de polémicas, de trascendencia más allá de lo estrictamente juzgado. Lo que este martes se inicia es un sapo que tenemos que tragarnos todos los españoles, pensemos como pensemos, estemos en este o en aquel lado del Ebro. Y de aquí, sépalo usted, condenados vamos a salir todos.