Publicado 03/03/2019 08:00

Siete días trepidantes.- Greta no podría votar en España; pero vaya si vota

MADRID, 3 Mar. (OTR/PRESS) -

Greta Thunberg es una chica sueca de dieciséis años. Nadie la conocía aquí hace unos meses. Por su edad, no puede votar en su país natal, ni podría hacerlo en las inminentes elecciones en nuestro país, suponiendo que ella fuese española. Ni estaría facultada para votar en la mayor parte de los países democráticos, excepto Austria, Chipre o Argentina. Pero vaya si, aunque sea en sentido figurado, vota: bien que se demostró esta semana en Madrid, donde cientos de jóvenes más o menos de la edad de Thunberg 'tomaron' los alrededores del Congreso protestando contra la inactividad de los gobiernos en la lucha contra el cambio climático. O ¿es que alguien no cree que este será un argumento importante, mucho más que el de la exhumación de Franco, que a estos jóvenes les importa un bledo, en el desarrollo de las campañas electorales de abril y mayo?

El medio ambiente va a ser, pienso, uno de esos elementos que los políticos olvidan sistemáticamente en sus campañas. Están en muy otras cosas: en ganar el apoyo del centro-izquierda con los decretos de los 'viernes sociales', como trata de conseguir el Gobierno de Pedro Sánchez; en acaparar el voto de la derecha a base de extremar el mensaje contra el Ejecutivo, como pretende el Partido Popular de Pablo Casado; en utilizar el juicio contra el independentismo catalán para lanzar consignas de dureza radical, como quisiera, sin lograrlo plenamente merced a la gran actuación del juez Manuel Marchena, Vox. O en lograr , para las candidaturas electorales, 'fichajes' de impacto, que no siempre salen bien, como aspira Ciudadanos.

Me da la impresión de que todo ello, desconectado de los intereses verdaderos de la ciudadanía, está sirviendo más para desconcertar a los electores, que ya dicen las encuestas que son muchos los que aún no tienen ni idea de a quién votar, que para incentivar el voto a una u otra opción. No creo que los polémicos 'viernes sociales' en los consejos de ministros que nos quedan hasta las elecciones vayan a generar demasiado entusiasmo en los indecisos, ni tampoco la inflexibilidad de algunos postulados de Casado, ni las volteretas del descabezado Podemos --muchos 'podemitas' dicen ya que Pablo Iglesias debería dimitir para salvar a la formación morada--, ni los nuevos candidatos de Ciudadanos, ni tampoco, digan lo que digan los sondeos, el verbo flamígero, ahora con sordina, de Vox.

Creo que los 'viernes por el futuro', que ahora llega a España con la fuerza de los 'indignados' del 15-m, o de los desencantados por el bipartidismo, tienen mucho más porvenir que los 'viernes negros' de la tele, o que los 'viernes sociales' de los 'decretazos'. Y sí, en la campaña van a tener influencia la contaminación, que se adueña de nuestras ciudades, y el 'juicio del siglo', tan lleno de silencios y olvidos, y la quizá descolorida actuación del Ejecutivo español en Venezuela. Y, claro, el próximo viernes, que será el del día de la Mujer, el 'viernes por la igualdad', que, en pleno período preelectoral, tendrá, vaya si tendrá, una influencia sobre el voto: de momento, el Gobierno, de la mano concreta de la vicepresidenta Carmen Calvo, trata de capitalizar esa jornada, aprovechando eso: que gobierna. Ya veremos en qué deriva esa fecha, en la que media España va a parar. Y, espero, a reflexionar.

Pienso que los coetáneos españoles de Greta deberían poder votar. No sería la primera vez que se plantea una rebaja de la edad electoral a los dieciséis años. Y estos jóvenes que llegan al Parlamento en la UE, a los parlamentos de casi todas las ciudades europeas, que gritan con más o menos mesura lemas tremendos ("no queremos daros miedo; queremos daros pánico", dice la indómita Thunberg) que me recuerdan a los de mayo del 68 o a los de la Puerta del Sol del 15-m, muestran que saben lo que quieren. Y lo que no quieren. A mí lo que me da pánico es que puedan seguir dándonos miedo y les sigamos alejando de las urnas, llevándolos, así, a la calle. Y el voto de la calle también cuenta, vaya si cuenta.